Asesinatos
Ya en las primeras lecciones de historia revolucionaria entendí que algo no cuadraba. En las biografías de los “héroes y mártires” se decía, por ejemplo, que el compañero Fulano de Tal “fue asesinado por los esbirros de la Guardia Nacional” mientras atacaba el cuartel Tal junto a otros guerrilleros. A veces el biografista se ponía intenso y consignaba “asesinado cobardemente”. Igual sucedió en los años ochenta. Los contras, asesinaban; los revolucionarios, abatían o aniquilaban.
Comisión de la Verdad
Tampoco quiero decir que siempre fue así. Hubo asesinatos de la Guardia. Masacres. Igual de la Contra. Pero también igual de los guerrilleros e igual del Ejército sandinista. Solo una Comisión de la Verdad profesional, nos ayudaría a separar a unos de otros sin atención al bando en que militaban. Así nos daríamos cuenta, tal vez, que muchos de los asesinatos de nuestra historia en realidad fueron muertes en defensa propia. Y que algunos de los que se consideran héroes en el altar de la Patria, en realidad solo eran asesinos.
Sapoá
Durante las negociaciones de Sapoá, entre contras y sandinistas, en 1989, los contras propusieron una Comisión de la Verdad para investigar los crímenes de esa década. El general Joaquín Cuadra, en una entrevista, relató que separó a los jefes militares contras de los políticos para advertirles que quienes caerían presos con esa comisión serían los que anduvieron con armas en el terreno, que esa comisión era una trampa de los políticos para fregar a los militares. “Que cada quien entierre a sus muertos y veamos para delante”, propuso. Y así quedó.
Ético y legal
Posiblemente a estas alturas una Comisión de la Verdad para los hechos viejos ya no tenga sentido, y quién sabe si haría más mal que bien. Pero una Comisión de la Verdad para los hechos recientes es un imperativo ético y legal para evitar la repetición de estos ciclos de violencia. No podemos seguir cada quien enterrando sus muertos, lamiendo las heridas y seguir adelante en nombre de la paz para volver al poco tiempo a estar en las mismas.
Garantía de impunidad
Alguien podría decir que es muy temprano para hablar de Comisión de la Verdad. Que eso vendrá luego. Que ahorita lo importante es liberar a los presos, adelantar las elecciones, recomponer las instituciones, para después investigar con propiedad los crímenes. Eso es lo que se ha dicho siempre, y ese “después” siempre es demasiado tarde. Para cuando llega, ya no tiene sentido reabrir las heridas y es mejor dejar todo así como está por la paz. Y la paz es la primera víctima de esos olvidos. Atenidos a que luego vendría una amnistía y nunca habría una Comisión de la Verdad, se produjeron tantos abusos y asesinatos este año. Y no ha terminado. Mientras haya garantía de impunidad, habrá abusos y asesinatos. Así de sencillo.
Patrón de violencia
Hay un patrón de la violencia. Nace, generalmente, de la negación de un derecho, y termina en la impunidad. Para volver a repetirse. Una y otra vez. Hasta que algo cambie. Esta vez tiene que quedar claro que al final del camino habrá una Comisión de la Verdad para establecer las responsabilidades de cada quien, independientemente del bando en que se encuentre. Que no nos digan, otra vez, que fue agredido o asesinado alguien que llegó a agredir o a matar. Que no se imponga la propaganda como verdad en la historia.
Expertos
Tienen que ser solicitadas desde ya comisiones de expertos de organismos internacionales especializados en estos casos. Como ha sucedido en Guatemala, El Salvador y Honduras. No sirven para nada las comisiones de la verdad si las arman los principales sospechosos. Y, al final, no se trata solo de saber qué pasó, aunque sea necesario, sino de que la piensen dos veces esos a quienes les gusta negar los derechos de los otros mediante el abuso y el asesinato. No se trata solo de hacer justicia al pasado, sino de protegernos con ello a nosotros y a los nuestros ahora y en el futuro.