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Presidentes

¿Llegará el tiempo?

La revolución sandinista acentuó la tradición partidista y creó una policía y un ejército oficialmente supeditados al partido frentista

Es realmente llamativa la persistencia que tienen en nuestra historia sus principales vicios políticos. Hace más de cien años, cuando Estados Unidos intervino Nicaragua tras la guerra de Mena (1912), concluyeron que dos de los principales causantes de la crónica inestabilidad del país eran la politización de sus ejércitos y las elecciones amañadas. Pensaron entonces remediarlo creando una guardia profesional y apolítica; la “Constabularia”, y modernizando el sistema electoral.

El primero en descarrilar el intento fue Emiliano Chamorro, quien purgó a los oficiales liberales. Desencantado, el embajador Eberhardt pronunció estas palabras proféticas: “Es evidente que no ha llegado aún el tiempo, si es que llegará alguna vez, en que tendrá éxito en Nicaragua una guardia militar no partidaria… organizada y mantenida bajo ideas e ideales norteamericanos. Simplemente no se la desea. Sea conservador o liberal el presidente, insistirá en que la organización esté compuesta por miembros de su mismo partido. Actualmente el general Chamorro está haciendo esto”.

Chamorro precipitó la guerra constitucionalista que culminó con el pacto del Espino Negro, orquestado en buena parte por el delegado norteamericano Stimpson. Él pensaba que celebrar elecciones limpias traería la anhelada estabilidad. Muy optimista expresó que “era legítimo esperar que, si se pudiese celebrar una elección percibida generalmente como justa, esta serviría como una guía y pauta a la que mirarían los nicaragüenses en el futuro, y habiéndoles mostrado los americanos que tales elecciones eran posibles, se animarían en el futuro a adoptar permanentemente un sistema de elecciones libres por su propio esfuerzo. El salvar a una nación de la anarquía; el terminar con un vicio político centenario que había destruido su posible democracia; el enrumbar a esta nación por el camino de un autogobierno ordenado, todo esto me parecía una meta digna de todo posible esfuerzo”.

Bajo supervisión norteamericana se efectuaron las dos primeras elecciones verdaderamente libres del país. También se diseñó una Guardia Nacional integrada por un número similar de oficiales liberales y conservadores. Mas idos los gringos, Sacasa primero, y Somoza después, purgaron a los conservadores. Dueño de un ejército otra vez partidario, Somoza también sometió al poder electoral y entronizó su dictadura.

La revolución sandinista acentuó la tradición partidista y creó una policía y un ejército oficialmente supeditados al partido frentista. Fue con doña Violeta cuando, a partir de 1990, se estableció por fin una policía y ejército verdaderamente apolíticos, con su propio sistema de promoción y rotación de mandos. Pero Ortega revertió el proceso y acabó con la independencia del poder electoral copiando a Somoza. Es una regresión que espero sea superada definitivamente una vez derrotada la dictadura.

El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.

Columna del día Daniel Ortega Estados Unidos Nicaragua

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