Con la reciente publicación del libro “Rebelión de abril- Retratos de represión y resistencia”, en español e inglés, del Fondo Editorial UCA Publicaciones, compartimos este análisis de la fotógrafa documentalista Claudia Gordillo, titulado “Imágenes que nos han permitido ver, como nunca antes, el horror”, y leído durante la inauguración de la exposición fotográfica, el 15 de noviembre de 2018 en la Universidad Centroamericana.
El libro fue presentado recientemente y está disponible en la librería Hispamer e Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, de la UCA, comentó Narayana Salvatierra.
El Fondo Editorial UCA Publicaciones, también ha publicado “Autoconvocados y conectados”, del escritor José Luis Rocha, pero aún no está en circulación en el país.
Dejamos el texto de Claudia Gordillo:
Imágenes que nos han permitido ver, como nunca antes, el horror
El Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana, inspirado en sus principios de promover y divulgar la memoria histórica a través de recursos documentales, presenta una selección fotográfica sobre la resistencia ciudadana vivida a partir del 18 de abril de 2018, en Nicaragua.
Es con mucho orgullo que vemos cómo este gran movimiento y ola de protestas pacíficas nació entre los jóvenes universitarios del país, incluyendo estudiantes de esta casa de estudio.
Primero fue la protesta por el mal manejo y lentitud con la que respondió el Gobierno en relación al incendio de la Reserva Indio Maíz. Los estudiantes demostraron su enorme interés por la debida protección de la naturaleza, una inquietud que, en parte, podría explicarse por la conciencia ambiental de los jóvenes.
La segunda protesta vino procedente del decreto en torno a la solución de la crisis económica del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social. El Gobierno, a pesar de haber despilfarrado los recursos de esa institución, inconmovible y despiadadamente, dispuso que los trabajadores activos, jubilados y empresarios privados, asumieran todos los costos. Surgió entonces el estallido de la indignación y el repudio, desatando el fenómeno de la resistencia y la pérdida del miedo para manifestarse.
Así surgió la chispa que encendió el fuego de la libertad, de la necesidad impostergable de hablar y de demandar respuestas a las instituciones del Estado sobre los graves problemas que afectan a la ciudadanía en general.
Hasta el 18 de abril de 2018, el orteguismo había demostrado con creces ser muy intolerante con las marchas de cualquier tipo, sobre todo las marchas políticas y las de la lucha por los derechos civiles.
Han pasado siete meses, y llevamos más de quinientos muertos, más de mil quinientos heridos, muchos desaparecidos, secuestrados y ataques de todo género contra la población indefensa. Casas quemadas, una de ellas, en el barrio Carlos Marx de Managua, con toda una familia adentro, incluidos dos niños.
La otra que recuerdo, en Masaya, de una familia de artesanos de hamacas, esas que hablan por el mundo sobre la nobleza de la herencia ancestral de nuestra cultura. No hay respeto a nada. Se trata de una ceguera brutal e inaceptable porque atenta contra todos los valores de nuestra sociedad.
Algo jamás visto en este país, ni en los peores tiempos de Somoza Debayle, mega marchas cívicas de protesta, masacres familiares por vía del fuego, ataques infames a las iglesias, destruyendo sus símbolos sagrados y golpeando a sus pastores. Se ha atentado contra los derechos humanos y civiles, la libertad de expresión, el patrimonio cultural y urbano de las ciudades y contra las creencias religiosas de la población.
Este país se encuentra viviendo un martirio que será imposible de olvidar y difícil de perdonar a menos que haya justicia, no habrá paz sin justicia. Esta exposición se queda corta ante los innumerables hechos de barbarie y genocidio.
El patrimonio de imágenes que han creado nuestros fotógrafos será una lección muy importante para el futuro, que probablemente será de utilidad para no repetir los errores del fanatismo político y la corrupción partidaria y gubernamental.
Un aspecto importante a resaltar de esta muestra fotográfica es que la mayoría de los periodistas y fotógrafos son ahora nicaragüenses y no sólo prensa extranjera. Hace treinta y nueve años, cuando triunfó la Insurrección Popular Sandinista, la mayoría de los trabajos fotográficos más conocidos y destacados fueron producto de extranjeros corresponsales de agencias, periódicos y revistas.
Cabe mencionar en este grupo, a Susan Meiselas y Richard Cross, norteamericanos; Perry Kretz, alemán; Koen Wessing, holandés; Pedro Meyer, Pedro Valtierra y Martha Zarak, mexicanos.
A partir de la década de 1980, se observa un desarrollo excepcional del periodismo gráfico y documentalista. La lección de los maestros extranjeros dejó una huella imperecedera en Nicaragua, se nota en estas fotos, es palpable, en el uso de elementos culturales como las máscaras, que quedaron registradas en las fotos de Susan Meiselas y que los rebeldes de hoy, vistieron muy pronto detrás de las barricadas para ocultar los rostros.
Los fotógrafos lo captaron de inmediato. Es muy interesante la relación simbólica de la máscara que ahora aparece en carteles, manifestantes, tranques y funerales. Es, sin duda, un símbolo de identidad ancestral que perdura en el tiempo.
Pero ahora, hablemos para destacar en esta ocasión, los nuevos valores jóvenes de la fotografía en nuestro país. Es un descubrimiento extraordinario, de calidades humanas asombrosas y acertadas y de una gran valentía en su ejecución.
Empecemos por los fotógrafos y fotoperiodistas del diario La Prensa: Oscar Navarrete, Jader Flores, Manuel Esquivel, Roberto Fonseca, Eddy López, Carlos Valle y Uriel Molina. Todos ellos increíbles, con fotos impensables de registrar, en los momentos precisos y en medio de mucha violencia.
Igualmente, tenemos que decir de los fotógrafos de El Nuevo Diario: Oscar Sánchez, Orlando Valenzuela, Melvin Vargas, Bismarck Picado, Alejandro Sánchez y Nayira Valenzuela. Todos ellos registraron imágenes insuperables, jóvenes corriéndose de las balas con las manos vacías como escudos contra los sicarios armados con fusiles de guerra.
Otro fotógrafo muy elocuente es Carlos Herrera, con un sentido muy humanista sobre el conflicto, la parte que afecta directamente a los derechos de las personas.
Como único invitado extranjero en esta muestra es Javier Bauluz, fotógrafo español, ganador de varios premios, como el Pulitzer en 1995 y el premio Periodismo y Derechos Humanos en 2008, entre otros. Ha trabajado como corresponsal de varias agencias. Sus fotos son también humanistas, agudas en sus observaciones sobre el sentimiento de las personas, algo muy difícil de captar en los momentos de gran tribulación.
Esta impresionante jornada de seis meses con su aluvión de imágenes y videos, que expresan la necesidad imprescindible de realizar registros con cámaras y teléfonos móviles, marcará un cambio de dirección en nuestra visión del mundo y en nuestra forma de ser.
Gracias a esas imágenes que se envían por vía electrónica, los ciudadanos hemos visto como nunca antes el horror en vivo, y adquirido una conciencia y solidaridad con las víctimas de la dictadura. Cada víctima genera mayor disgusto y mayor demanda de justicia para que la paz y la felicidad se reparta entre el máximo número de personas.