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Daniel Ortega “quiere establecer, no solamente una dinastía, sino una gerontocracia”, señala Humberto Belli

El autor del nuevo libro "Buscando la tierra prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019", también cuestionó el continuismo en la jefatura del ejército de Nicaragua, al nombrar Ortega, al general Julio Cesar Avilés para un tercer mandato militar

“Somoza heredó el poder a sus hijos ahora Ortega parece que se lo quiere heredar a su esposa y parece que  está  moviendo a sus hijos en ficha de relevancia política”, señala el escritor Humberto Belli Pereira, al recordar que la dinastía de los Somoza fue una “anomalía a nivel continental”, y un “extraño y burdo fenómeno” que tiende a repetirse trágicamente en Nicaragua.

Belli Pereira, sociólogo, exministro de Educación y autor del nuevo libro “Buscando la tierra prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019”, señaló que este continuismo también puede verse en la jefatura del ejército de Nicaragua: El dictador Daniel Ortega nombró en días recientes al general Julio César Avilés para un tercer periodo de cinco años más en el cargo. Avilés llegó en 2010.

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“Ortega no piensa renovarse ni el mismo, ni su mando principal, probablemente el tiene miedo al estado mayor, quiere perpetuar a una sola persona en lugar de renovar a otros cuadros capaces y jóvenes. Quiere establecer, no solamente una dinastía, sino una gerontocracia. Es decir un dominio de los viejos”, precisó el historiador.

Asimismo agregó que hoy, “cien años después tenemos una dictadura, una resistencia a los procesos democráticos libres y el afán del gobernante de politizar el ejército y convertirlo al servicio de un partido y una familia”. En este sentido su libro al “buscar causas” explora el último periodo de Ortega, su afán reeleccionista, pactos y sus fraudes electorales.

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Sus más de 500 páginas, hacen su recorrido desde la venida de Cristóbal Colón en 1492, la independencia, anarquía, luchas sectaristas, las intervenciones norteamericanas, la lucha de Sandino, el somocismo, la revolución de 1979, la transición democrática (con Violeta, Alemán y Bolaños) y concluye con Ortega, desde su retorno al poder en 2007 hasta la rebeldía “azul y blanco” en 2018.

Este es el peregrinaje de la tierra prometida, la búsqueda de un modelo de sociedad libre, con democracia, estabilidad y paz: “un estadio que no hemos podido conseguir en 500 años de historia, pero al cual vamos buscando´(…); sin conmociones, guerras y procesos dramáticos donde podemos prosperar”, reflexiona Belli Pereira es la mirada histórica, inquisidora, valorativa y critica que apunta su libro.


Presentación: Jueves 21 de noviembre en el Centro Cultural Pablo Antonio Cuadra, a las 6:00 p.m. Acompañarán al autor, el historiador y excanciller Francisco Aguirre Sacasa, el ex fundador del INCAE, Ernesto Cruz, y el catedrático Carlos Sequeira.


Humberto Belli Pereira, sociólogo, exministro de Educación y autor del nuevo libro “Buscando la tierra prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019”. LA PRENSA/Arnulfo Agüero

¿Vivimos acaso la maldición de Sisifo?

—La historia de Nicaragua está marcada por una estela sangrienta dejada por caudillos en las guerras civiles. ¿Vivimos acaso la maldición de Sisifo?

Hemos vivido, hasta la fecha, la maldición de dictadores que no han permitido que el país se encauce por un camino de paz y prosperidad duraderas. Pero no hay nada de fatal en eso. Nuestro destino puede cambiar y dejar atrás esa historia. Ese es el reto de las nuevas generaciones y es algo alcanzable. No hay que caer en la desesperanza.

—El historiador Emilio Álvarez Montalbán (según refiere Ud. en su libro) ha señalado que a la historiografía nica le falta del “análisis de causas”. Ud. es sociólogo, ¿ha explorado el origen de esta violencia?

—Ese ha sido mi mayor afán en “Buscando la tierra prometida”; encontrar las causas de nuestra inestabilidad y de nuestra propensión a caer bajo los autoritarismos. Las causas son muchas y antiguas. Por eso mi libro arranca desde los inicios de nuestra sociedad. Si no entendemos lo que fue la colonia, el mestizaje, el machismo, y otros factores culturales y sociales de nuestra infancia como nación, no entenderemos lo que vino después ni nuestro presente.

—En su libro, que inicia con el descubrimiento en 1492 y cierra con el estallido del 2018, habla sobre los distintos intentos de organizar a la sociedad política en “busca de la tierra prometida”, pero, ¿estamos ante una utopía?

—No se trata en absoluto de encontrar una utopía o una sociedad perfecta, sino de poder vivir en un país donde a pesar de los conflictos e imperfecciones, que son parte inevitable de la condición humana, podamos resolver nuestros conflictos dentro de marcos legales y democráticos, como ocurre, por ejemplo, en países como Costa Rica.

—Su recorrido señala el “terremoto independentista”, periodos de anarquía, intentos de repúblicas liberales o conservadoras, revolución sandinista, y el reciente llamada “revolución de abril?. ¿Cuál es su comentario?

—Pues que sería saludable para los nicaragüenses, en particular los estudiantes universitarios y de secundaria, y para quienquiera entender bien nuestra historia, seguir de cerca todos esos períodos; ver, por ejemplo, como la independencia fue una tragedia, por duro que esto suene; como el sectarismo político y el irrespeto a la ley desgarró al país en las luchas libero-conservadoras, como la revolución sandinista, impulsada originalmente por jóvenes idealistas, causó una ruina inmensa por seguir la nefasta ideología comunista. La revolución de abril podría interpretarse como una dramática protesta contra nuestro pasado y como una llamarada de libertad.

—Anterior a su libro “Buscando la tierra prometida”, publicó en 1985 “ Breaking Faith; the sandinista revolution and its impacto on freedoom and chistrian faith in Nicaragua” (“Rompiendo la fe; la revolución sandinista y su impacto sobre la libertad y la fe cristiana en Nicaragua”). ¿Cuál  es su lectura actual sobre la teología de la liberación?

—Esta teología, cautivó a muchos cristianos en la década de los setenta y ochenta. Mi libro tiene muchas citas de activistas que descalificaban a los cristianos que no la seguían. “No se puede ser cristiano sin ser revolucionario y apoyar al FSLN”, decían Ernesto Cardenal y muchos otros curas, religiosos y laicos.  Afortunadamente lo obispos y otros sectores de la iglesia rechazaron esta pretensión. Hoy la teología de la liberación se encuentra en la ruina. Su defecto fatal no fue abogar por los derechos de los pobres sino casarse con la ideología marxista-socialista. Al colapsar mundialmente este sistema, se quedó vacía, en el aire. Hoy prácticamente nadie la predica ni la sigue.

— Su libro está estructura en ocho libros. Pero quiero detenerse en los últimos tres. El primero marca la década de los ochenta, de la revolución sandinista y la derrota del FSLN en los noventa con el triunfo de Violeta Barrios. ¿Que me cuenta sobre las ejecuciones ocultas del régimen político-militar de entonces y los choques con empresarios, campesinos, caribeños y las primeras rebeliones?

—Las historias que cuentan los ideólogos políticos son propaganda en que oponen a los “buenos”, ellos, contra los “malos”, sus adversarios. La historia real nunca es así. Las fuerzas de Somoza cometieron muchas atrocidades. Las del frente sandinista también, incluyendo torturas y asesinatos clandestinos y arbitrarios. Tampoco es cierto que la revolución se armó y radicalizó por hostilidades de Estados Unidos. En base a testimonios honestos, como el proporcionado más tarde por el mismo Sergio Ramírez, quien fue vicepresidente de Ortega durante la fase revolucionaria, el principal responsable de la guerra contra fue la propia dirección nacional del FSLN por su empeño de extender la revolución comunista, respaldada por Cuba y la Unión Soviética, a toda Centroamérica. Incluso Reagan trató de hacer las paces con el Frente a cambio de que no siguiera armando a la guerrilla salvadoreña, pero los comandantes no quisieron, metiendo así a Nicaragua en un conflicto geopolítico que costó miles de vidas. Mi libro documenta también algo que entonces se negaba pero que hoy se admite: que la guerra contra fue una formidable rebelión campesina en contra de un régimen, de revolucionarios urbanos pequeños burgueses, que atropellaba sus derechos y su forma tradicional de vida.

Otro hecho que marcó a Nicaragua como la “noche oscura” y tuvo repercusiones en mundo, fue la tormentosa visita de su santidad Juan Pablo II. Cuál es su lectura como católico?

—Lo más curioso de este bochornoso incidente, en que el Frente irrespetó ante el mundo entero a un Papa tan venerable, fue que lo acusaron del “pecado de omisión” por no haber rezado por sus muertos en la guerra contra. Aquí revelaron su mentalidad totalitaria, la cual no sólo exige abstenerse de criticar al poder, como pasa en las dictaduras tradicionales, sino pensar y actuar como ellos dictan o pretenden.

— ¿Los cambios inesperados en la URSS, fueron un factor determinante sobre la capitulación de la guerra entre sandinistas y contras para que lo sandinistas firmaran los acuerdos de Esquipulas?

—Definitivamente. El FSLN sólo se abrió a la idea de elecciones porque la URSS le anunció el fin de su vital apoyo económico, y porque tenía enfrente a un ejército de campesinos contras con más de veinte mil hombres. Sin esas dos presiones jamás hubieran firmado el acuerdo de paz ni dado elecciones.

—Los noventa marcaron una difícil transición a la democracia. En estos años se dio la “piñata”, las asonadas y el pacto. ¿Qué fue lo que más le impresionó?

—Pues la “piñata” fue un escándalo nacional e internacional que nadie esperaba; los revolucionarios “idealistas” se recetaron hermosas compensaciones por sus servicios quedándose con mansiones y valiosas propiedades. Fue un robo descarado. El pacto fue otro fenómeno inesperado y trágico, por cuanto un presidente, Alemán, que tenía el respaldo para poner en su lugar el frente, le puso en bandeja de plata la oportunidad de volver al poder y lo oxigenó, dándole control parcial del poder judicial y electoral.

—Durante el periodo de Enrique Bolaños se dan ataques e intentos de “golpe de estado” de Ortega, la OEA interviene. ¿Qué me dice al respecto?

—Que Don Enrique, carente de apoyo legislativo por cuanto Ortega y Alemán controlaban dicho poder a resultas del pacto, logró que la Corte de Justicia Centroamericana, y luego la OEA, le diesen un respaldo sin el cual le hubiera sido muy difícil continuar.

—Durante el regreso de Ortega, su libro recuerda el fraude en las elecciones municipales, asimismo habla sobre abstencionismo electoral del 2016. ¿Estábamos ya ante un régimen reeleccionista y dictatorial?

—El fraude masivo y burdo en las elecciones municipales de 2008, fue la primera campanada de alerta de que había subido al poder un gobernante dispuesto a todo antes que abandonarlo. Luego lo confirmó al ordenar a sus fichas, dentro de la Corte Suprema de Justicia a que declararan inconstitucional el precepto constitucional que prohibía la reelección sucesiva. No contento con eso siguió realizando fraudes electorales, y, en 2016, sacó del juego a su principal contrincante político. Si hay algo hoy que ya no admite ninguna duda es que estamos no sólo ante un dictador sino ante un tirano que tiene en sus manos todos los poderes del estado, y que no tiene ley ni institución alguna que lo limite; que viola los derechos y la constitución, mata y tortura, con total impunidad y sin el más mínimo disimulo.

—El régimen su “prosperidad” amasa recursos, malversa fondos y se ufana de la concesión del gran canal, y camina hacia la nica act y sanciones internacionales. ¿Podríamos hablar del inicio del fin de su dictadura?

—Desde antes de abril, desde el 2007, el régimen venía erosionando su legitimidad y provocando sanciones ante su obvia voluntad autoritaria. Iba entrando en la cuesta de la pérdida de prestigio y autoridad moral que fue el fenómeno que también fue minando la dictadura de los Somoza. Estos regímenes comienzan a morir en una manera lenta, al comienzo, pero que se acelera después cuando las circunstancias les son adversas; son como charcos de gasolina esperando una chispa.

—El detonante. ¿Cree Ud. Que el estallido de abril, la “operación limpieza”, el fracaso del diálogo mediático y las condenas han impactado al régimen y aislado de la comunidad internacional?

—El estallido de abril, con el que termino mi libro, fue el golpe de muerte a la dictadura. De esto no se repone. Perdió a la juventud, a la iglesia, al sector empresarial, a parte de sus bases, y el respeto que le quedaba en las naciones democráticas del mundo. Se quedó solo en medio de un mar de odio popular que está latente y esperando volver a manifestarse. La dictadura de Ortega no tiene ningún futuro. Podría todavía evitar el peor de los escenarios si acepta las reglas del juego democrático y pierde airosamente en las próximas elecciones; podría darse entonces una especie de convivencia con algunos parecidos a lo que se vivió después de 1990. De lo contrario va directo a un final trágico; él y sus seguidores.

 —¿Qué es la nueva nota Knox firmada por Trump?

—Son varias; las expresiones públicas de repudio con que el gobierno de Estados Unidos se ha referido a la dictadura de Ortega, y el deseo expreso de Trump de que él y Maduro sean derrocados. Pocas veces, y en referencia a pocos gobiernos, una administración norteamericana ha sido tan tajante con un dictador. Y no son meras palabras. Vendrán también más consecuencias y resistencias internas. A Zelaya no sólo lo botó la nota Knox sino también la revolución libero conservadora que lo desafió. Es lo fascinante de la historia. Enseña cosas malas que se repiten, pero también algunas buenas.

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