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Edwin Román, Nicaragua, Daniel Ortega

El padre Edwing Román, párroco de la Iglesia San Miguel Arcángel, teme que el pueblo de Nicaragua “se acomode”. LA PRENSA/Óscar Navarrete

Padre Edwing Román: “Cayó Hitler y ¿no va a caer Daniel Ortega?”

El párroco de la Iglesia San Miguel Arcángel de Masaya revela que uno de sus temores es que el pueblo de Nicaragua "se acomode"

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En medio de la penumbra del templo de la parroquia San Miguel Arcángel, que cumple un mes y 15 días sin el servicio de energía eléctrica por órdenes de la dictadura orteguista, culmina la misa en honor al nacimiento del “mesías”, oficiada por el padre Edwing Román, quien luego de dos horas de misa, bautizos y confesiones, logra cambiar su atuendo especial de cada eucaristía y se sienta a reflexionar sobre lo que significó el año 2019.

Si es por defender a su pueblo, Román no teme enfrentar a policías y al mismo presidente Daniel Ortega, a quien alguna vez llamó “hipócrita”. Sin embargo, revela que uno de sus principales temores es que el pueblo “se acomode”, aunque no descarta la caída del régimen orteguista.

El diario LA PRENSA lo ha elegido como el personaje del año 2019.

¿Quién es el padre Edwing Román? ¿Cómo se define?

Soy una persona tímida, muy tímida. Me da nervios dar entrevista, algunas veces de tanto estrés no sé qué decir, aunque tenga las ideas. Me da más nervios tener a 10 frente a mí que a más de 100 feligreses. Sin embargo, no me da miedo ver a policías o antimotines, porque todos los que sufrimos represión no debemos tener miedo, tenemos que enfrentar una realidad, buscar una solución y que el miedo no nos paralice para nada.

¿Cómo fue su infancia? 

Tuve una infancia muy linda. Recuerdo que mis padres, Esperanza Calderón y Rodolfo Román, eran muy católicos y me inculcaron la fe y el amor a Cristo. Mi mamá era maestra de primaria y mi papá trabajaba en una finca que era herencia de su papá.

¿Dónde la vivió?

La viví prácticamente toda en Niquinohomo, porque mis padres se casaron en Diriamba y luego migraron a ese pueblo de Masaya. Mis padres procrearon seis hijos. Soy el cuarto. Cinco estamos vivos.

¿Cuál es el mejor recuerdo que tiene de su familia?

El calor de hogar. Nos criaron a todos con mucha hermandad.

¿Qué tipo de juegos recuerda que practicaba con sus hermanos?

Recuerdo que jugábamos con el chavalero del barrio. Jugaba trompo y jugaba bolita de vidrio, que es como jugar chibola. Cuando llovía nos gustaba ir a bañarnos en calzoncillos afuera de mi casa, que estaba ubicada frente a la estación de ferrocarril. Caía un chorro grande y ahí todo el chavalero se bañaba.

Sabemos que usted es pariente de Augusto C. Sandino. ¿Qué cree usted que heredó de esa sangre?

Los Calderón eran reconocidos por ser personas muy rectas, de carácter fuerte (ríe). Mi abuela decía: “Es que soy una Calderón”. Entonces creo que eso parte de mi herencia.

¿Lo enorgullece ser parte de la familia de Sandino?

A Sandino yo lo veo más que nada como parte de mi familia. Me siento orgulloso de Sandino y no es porque me sienta orgulloso de un partido, que al final no representa a Nicaragua porque no es un partido sandinista, sino un partido orteguista. Estoy orgulloso del héroe nacional que quiso la libertad para su país.

¿Recuerda alguna anécdota que le contara su abuela sobre la vida de Sandino?

Sí. Mi abuela nos contaba que Sandino fue bautizado desnudo porque era hijo natural de Margarita Calderón y Gregorio Sandino. Cuando lo iban a bautizar, don Gregorio solo le envió un vestido y no llegó. Entonces, doña Margarita se disgustó y le envió el vestido de regreso y se fue a bautizar al niño Augusto desnudo (ríe).

¿Sufrieron como familia de Sandino por no saber dónde estaba el cuerpo luego que él fue asesinado?

Sí. Recuerdo a mi mamá decir que fue junto a su hermana Margarita hasta Managua a buscar el cuerpo de Sandino y no lo encontraron. Me acuerdo que ella decía: “Pasamos y vimos muchos muertos, pero buscábamos el de él y no lo encontramos”. Mi madre dijo en varias entrevistas que le hubiera gustado saber dónde enterraron el cuerpo de Sandino para poder ir a colocarle unas flores. Yo cada 18 de mayo, día de su nacimiento, o 21 de febrero, día de su muerte, siempre lo menciono en la misa como una intención de un difunto y rezamos por él.

El padre Edwing Román, párroco de la Iglesia San Miguel Arcángel, no descarta la caída del régimen orteguista. LA PRENSA/Óscar Navarrete

¿Cree usted que si Sandino estuviera vivo le permitiría al régimen Ortega-Murillo que siguiera cometiendo todas estas violaciones a derechos humanos contra los nicaragüenses?

Si Sandino estuviera vivo ya hubiera sacado a Daniel Ortega. Estoy completamente seguro. Ya los hubiera sacado porque ellos no representan ni a Sandino ni al pueblo nicaragüense, ellos (los Ortega-Murillo) son una vergüenza nacional, aunque hayan jugado su papel en los años setenta y ochenta.

A propósito de esos años, ¿cómo impactó en usted la guerra de los setenta y ochenta?

La viví en Niquinohomo. Yo tenía entre 18 y 19 años. En 1978 estaba terminando mi secundaria en Masaya y fui testigo del primer ataque al cuartel de la Guardia de Somoza en Masaya. El cuartel estaba ubicado cerca del parque, entre el actual Palí y Bancentro, cerca del instituto donde yo estudiaba, entonces ese fue el primer impacto para mí.

¿Cómo era el ambiente en su casa en esos tiempos de guerra?

En Niquinohomo no hubo mayores enfrentamientos, pero siempre estuvo ese ambiente de guerra. Recuerdo que en el patio de mi casa había un hoyo, tenía encima chagüite y madera, y cuando se escuchaban los aviones ahí nos refugiamos. También me tocó ver muertos porque mi casa estaba cerca de la carretera Catarina-Masaya y ahí se escuchaban fuertes descargas de ametralladora durante las noches. En las mañanas se encontraban esos cuerpos cerca de la carretera. Corrí bastante riesgo.

Entre esos riesgos que corrió en los setenta y ochenta, ¿estuvo alguna vez ante la amenaza de ser llevado por el Servicio Militar de los años 80?

Sí. Yo ya estaba en el Seminario Interdiocesano de Managua, ubicado por la zona del antiguo restaurante Múnich, y cuando llegaba siempre estaba fuera una patrulla del Frente Sandinista que nos revisaba. Yo era muy rebelde y les cuestionaba diciéndoles que cómo es que nosotros íbamos a traer bombas o armas a un seminario. Recuerdo que una vez me intentaron llevar cuando venía por la zona de Ticuantepe con rumbo al Seminario. Nos bajaron a todos los jóvenes que veníamos en el bus con mochila, nos preguntaron la edad y yo les dije que tenía 23 años. Los oficiales no me creían mi edad, me dijeron que cómo les probaba que tenía 23 y yo les dije: ¿Cómo me probás que no los tengo? Entonces vi como se llevaron a varios muchachos en sus patrullas, truncándoles sus sueños.

Si las circunstancias no le hubieran permitido ser sacerdote, ¿qué cree que hubiera sido?

Desde la primaria a mí me gustaba estudiar la tierra y los animales. En sexto grado, yo decía que iba a estudiar veterinaria y zootecnia. En secundaria pensé ser piloto de aviación, incluso hice unas gestiones en la escuela de aviación y como ya estábamos en la época de los ochenta ya no existía la escuela privada de aviación, entonces tenía que ir al Ejército para hacer prácticas. Implicaba prestar el servicio por dos años en aquellos aviones que usaba el somocismo. Mejor empecé a estudiar psicología. En el segundo año de psicología, me salí de la carrera porque me decepcioné de la presión de la Juventud Sandinista. Luego nació mi vocación pastoral al ver el sufrimiento de los demás, los ataques contra la Iglesia, donde en ese entonces sobresalía cardenal Miguel Obando. Siempre dije que quería ser un soldado para defender a la Iglesia.

¿Qué opinión tiene del cardenal Miguel Obando (q.e.p.d.), quien fue reconocido representante de la Iglesia en los años ochenta y que en su momento fue criticado por su cercanía con el régimen Ortega-Murillo?

Para mí, siempre ha sido un hombre muy admirable. Lo admiré siempre. Siendo él arzobispo de la arquidiócesis, fue un motivo para despertar mi vocación dentro de esa iglesia perseguida en ese momento. Siempre lo he admirado. Él fue un pastor que puede tener otras apreciaciones por sus acciones, pero él sabrá sus razones. Yo respeto su pensamiento, al igual que el de todos los obispos y sacerdotes.

¿Qué ha significado para su vida monseñor Silvio Báez?

Un amigo. Es un obispo bien apreciado por Nicaragua y para mí es un amigo. Es un hombre muy humano, preparadísimo y espiritual. Báez siempre tiene palabras que le atinan al sentir del pueblo, sobre todo en estos momentos críticos para Nicaragua. Es una voz profética y aunque ahora esté lejos de Nicaragua, su voz se sigue alzando desde miles y miles de kilómetros.

Hablando de momentos críticos de la historia de Nicaragua, ¿cuáles son esos gobernantes que usted considera que le han causado más daño en la historia a Nicaragua?

Yo nací con Somoza. Nací con una dictadura y considero que, aunque ningún gobierno hace las cosas perfectas, hay quienes intentaron en su momento buscar lo mejor para el país. Sin embargo, hay otros que se han empecinado en atacar al pueblo.

¿Qué gobernante cree que ha intentado hacer las cosas bien? ¿Ha merecido alguno de estos su voto?

Primero debo decir que yo nunca he votado por Daniel Ortega. Nunca he votado por ese partido. Te puedo decir que yo voté en 1990 por doña Violeta Barrios, a quien sigo admirando. He admirado también a Enrique Bolaños, son las únicas dos personas que he admirado desde que he visto a los gobiernos pasar.

¿Y de Arnoldo Alemán qué opinión tiene?

Arnoldo Alemán es quien entregó el país a Daniel Ortega. Cuando Arnoldo estaba en el poder llegaron a la Presidencia cantidades de ayuda y, sin embargo, mira la miseria en la sigue sumergida Nicaragua. Habrá hecho sus cosas, no digo que no hizo nada, pero me parece que a la hora que toma la Presidencia no cumplió. La historia se encargará de aplaudir o condenar a los buenos o malos hijos de la patria.

La parroquia San Miguel Arcángel de Masaya, dirigida por el padre Edwing Román, cumple un mes y quince días sin servicio de energía eléctrica. LA PRENSA/Óscar Navarrete

¿Se sintió en algún momento traicionado?

Como ciudadano sí me he sentido traicionado, porque uno espera el progreso de su país. Causa pena ver las familias cómo hoy en día se destruyen, cómo se dividen por el éxodo de la crisis. Pasó en la guerra y pasa ahora con esta crisis sociopolítica. Los jóvenes imposibilitados de estudiar. La pérdida de los valores y cómo el mismo régimen promueve la pérdida de esos valores. Ahora uno no puede abrirse con todo mundo porque no todos pueden ser confiables.

¿Ha tenido algún confidente, además de Dios?

Tuve un gran amigo. El padre Alberto Luna de Masaya fue mi mejor amigo, mi confidente, pero ya falleció en un accidente. Ahora tengo amigos, pero no con todo el mundo uno puede hablar y abrirle su corazón. Uno de mis mejores amigos hoy en día es monseñor Silvio Báez.

¿Cuáles son sus temores?

Mi temor es que el pueblo quiera acomodarse a esta situación porque trata tal vez de creer o sentir que todo está normal. Mi temor es que el pueblo pueda acomodarse a vivir en el asedio, a dejarse dominar, porque estamos en un país que es de todos, no de una sola familia. Temor a que quieran acomodarse, aunque sé que muchos no se van a acomodar.

¿Cómo vivió y qué le dejó el año 2019?

He madurado más como persona, he adquirido más criterio, he compartido más con personas que sufren. Se han acercado a mí muchas madres de presos políticos, los que fueron liberados, he compartido con ellos esos momentos difíciles. En las confesiones también me encuentro con personas que lejos de confesar sus pecados buscan un consejo. Este año me ha dado mucha más madurez. Le doy gracias a Dios por darme la vida y compartir con mi familia, con la parroquia. He visto más asedio en la parroquia, ha habido más momentos de tensión que en 2018, porque el año pasado hubo mucha muerte y tensión generalizada en Masaya, pero este año fue más dirigido contra la parroquia y mi persona, pero hemos tenido coraje y valentía.

¿Qué fue lo más hermoso que le dejó este año?

Lo más hermoso para un sacerdote siempre será celebrar la eucaristía. Saber que estas manos, que también son pecadoras, hacen la intercesión con el pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Cristo. Escuchar a fieles decir que la homilía les dio el consejo que necesitaban, esas son experiencias hermosas. También fue hermoso conseguir nuevas amistades y aprender nuevas cosas. En junio aprendí a usar Twitter y ahora desde ahí denuncio, envío palabra de Dios e informo a nuestro pueblo.

¿Cuál es el colmo de las acciones dirigidas por la dictadura en su contra y la del pueblo?

El colmo es el cinismo. El colmo es que le digan al pueblo todo está normal y no está normal. Ese es el colmo del cinismo. El colmo es que digan que son cristianos, porque la señora esta (Rosario Murillo) ya casi “predica”. Decir que son cristianos mientras están encarcelando injustamente, mientras están asesinando, porque si dicen que creen en Dios, ¿dónde está el cumplimiento del mandamiento no matarás? Hemos visto la saña con la que están asesinando, eso es lo que están haciendo contra el pueblo. Contra mi persona no, no quiero contar algo porque soy un nicaragüense más, pero nos persiguen, nos calumnian, miles y miles de nicaragüenses son perseguidos y calumniados.

En febrero, la Policía hizo circular unas fotos suyas donde se mostraba como consumiendo licor. Usted denunció un montaje. ¿Qué sintió durante esa campaña?

Hay un momento en el que uno se puede sentir impotente ante la maldad, porque fue una maldad en mi contra. Estás frente a personas que quieren humillarte y es una impotencia, pero en esos momentos me lleno de valor y de coraje. Ese día andaba en Niquinohomo porque ayudo a una señora que tiene cáncer y le ayudo en algo cada 15 días. Ese día me hice acompañar de uno de los muchachos de aquí (la parroquia) y regresamos a eso de las 6:30 de la noche. Yo no vengo tomado, no vengo haciendo zigzag y me dirigía al sector de Pacayita, donde hay un joven que trabaja en costura y hace estolas, pero ya no pude llegar ahí porque me detiene la Policía fuera de un bar que se está cayendo. La Policía me detiene y me dicen: “por fin te agarramos”. Me piden los documentos, sacan la llave del carro, abren las puertas del carro y les dije: “Tu palabra contra la mía, ¿qué me vas a poner?”. Llamé a varios sacerdotes y un oficial me intentó arrebatar el celular porque empecé a tomar fotos. Me pusieron botellas de licor, que se miraba de etiqueta vieja, para intentar manchar mi nombre.

Ante todos estos desafíos que enfrentó en 2019, ¿le quedó alguna secuela física?

Ahora que pasó la huelga de hambre de las madres de presos políticos, el 14 de noviembre, me han quedado problemas en mis piernas. Es una inestabilidad que me ocasionó los nueve días que estuve encerrado en la iglesia y sin la alimentación adecuada, siendo diabético. Pasé nueve días solo comiendo arroz, espagueti, avena y café. Eso era lo único que tenía. Los tres últimos días solo era arroz cocido y de un arbolito del vecino esperábamos que cayera un noni y hacíamos refresco con esa fruta. Me dejó secuelas físicas, pero debo decir que es parte de las cosas hermosas que me sucedió. Fue hermoso compartir con esas mujeres y familiares de presos políticos porque hicimos una familia. Les animé y me animaron. Hubo momentos de desesperación y otros de mucha fuerza por el encierro en el que el régimen nos tenía confinado sin agua y sin energía. Pero ese convivir también fue de las cosas hermosas que me sucedieron este año.

¿Antes de la crisis que enfrenta el país desde abril 2018 tuvo problemas con agentes de la Policía o algún funcionario del Estado?

Yo estuve en una parroquia en Nindirí y cuando se da el asesinato del padre Marlon Pupiro, que hasta la fecha no está bien esclarecido, hicimos un viacrucis por la noche en solidaridad con la familia paterna. En el acto incluso leímos el comunicado que envió la curia del arzobispado en la puerta de la Iglesia de Nindirí, que está contiguo a la casa de los CPC (Consejo del Poder Ciudadano). Yo siempre había tenido problemas con los CPC, siempre me gritaban cosas cuando pasaba para llegar a la iglesia. Los problemas venían porque ellos querían adueñarse del parqueo de la iglesia y le mandamos los reclamos a la Alcaldía y les dijimos que, aunque ellos tuvieran todo el dinero, la Iglesia tenía al pueblo, que es su pueblo. Un día, muy a las 5:00 de la mañana, estaba la maquinaria de la Alcaldía levantando el concreto para tomarse el parqueo, nosotros sacamos la imagen de Cristo y tocamos las campanas, el pueblo llegó y apoyó. Sin embargo, empezaron las amenazas por teléfono y cuando estaba en las oficinas de Nindirí recuerdo que un motorizado junto a una policía, entraron y el conductor de la moto le dijo a la secretaria: “Decile al padrecito que le va a pasar lo mismo que a Pupiro”.

Ante todas estas amenazas, asedio y persecución que ha dirigido el régimen orteguista, ¿qué le diría a Rosario Murillo y a Daniel Ortega si tuviera la oportunidad de tenerlos enfrente?

Les diría que de la justicia de Dios nadie se escapa. Si ellos pretenden escaparse de la justicia humana, eso está por verse, pero de la justicia divina nadie se escapa.

¿Cómo ve a Nicaragua en un futuro?

Yo la veo con mucho optimismo, sinceramente. Hay asedio, persecución, problemas serios en el comercio, la falta de trabajo, lamentablemente los que están en el exilio, pero yo veo a Nicaragua con optimismo en medio de esa oscuridad. Muchos dicen que no ven la luz en este túnel, pero yo ya veo esa lucecita. Yo veo con optimismo a Nicaragua, somos cristianos y nos ha nacido la luz, la buena noticia, el nacimiento de cristo. La oscuridad no puede prevalecer. Cayó Hitler, cayó Somoza, cayó el muro de Berlín, ¿y no va a caer Daniel Ortega? (ríe).


Plano personal

Edwin Román nació en 1960 en Niquinohomo, Masaya.

En 1981 decidió estudiar psicología en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), pero en el segundo año dejó los estudios por la presión política que ejercían el sandinismo contra los estudiantes.

En 1983 decidió ingresar al Seminario y en 1990 se ofició como sacerdote.

En el 2015 fue enviado a la Iglesia San Miguel Arcángel, donde asegura ha ejercido los mayores retos de su servicio pastoral.

Antes de abril 2018 acostumbraba a caminar, diariamente, 4 kilómetros, pero dejó de hacerlo por seguridad.Entre sus comidas favoritas está el nacatamal y la sopa de res, aunque las come con
moderación porque padece de diabetes.

Al padre Román le gusta bailar salsa y la palabra; “joder” que dijo la Rosario Murillo le recordó la canción “Sorpresas te da la vida” de Rubén Valdés.

Es un apasionado por las plantas y en las parroquias en las que lo han asignado acostumbra sembrar de todo tipo.

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