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El director de LA PRENSA, hoy de 85 años de edad, nació cuando ya su padre era dueño de este periódico.
Su hermano, Pedro Joaquín, asesinado durante la dictadura somocista en 1978, es conocido como el Mártir de las Libertades Públicas.
Sobreviviente de Olama y Mollejones, es ingeniero civil, casado con Hilda Argeñal, con quien procreó cinco hijos.
Desde 1974 está dedicado a LA PRENSA, tras cerrar una compañía de ingeniería.
¿Qué quería ser cuando era niño?
Cuando era muy niño dije “quiero ser soldado”. Y me dijeron: “Pero a los soldados los matan”. Yo dije: “¿Y quién los mata?” “El enemigo”, me dijeron. “Entonces voy a ser enemigo”, dije yo.
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¿Qué lo enoja?
Muy poco. Pero las cosas que son contra el sentido común.
¿Un apodo?
En la universidad me decían Camorro, por un profesor gringo que pronunciaba así el nombre. Y Jaimitón en tiempos de la revolución (sandinista). Me lo decían en Barricada y todas las radios del sandinismo.
¿Qué hace los fines de semana?
Me quedo en mi casa descansando, viendo televisión o leyendo.
¿Cómo se divierte?
Con la televisión. En Netflix, películas y series.
¿Cuál es su mayor virtud?
La paciencia. Siempre he sido conciliador.
¿A qué le tiene miedo?
Un poco a la claustrofobia.
¿Ha caído preso?
Tres veces. Por un accidente de tránsito cuando era muy chavalo. Después en Olama y Mollejones. Y después con los sandinistas, en el Chipote.
¿Y cómo ha sido?
(En el Chipote) te rebajan. Te hacen hacer flexiones desnudo, te dan un short que no te queda. Te sentís…
Si fuera obligado escoger, ¿con quién cenaría entre Daniel Ortega o Rosario Murillo?
Rosario. Porque tiene más lazos con la familia Chamorro que Daniel. Aunque ahora parece que ella está más en contra de nosotros, pero algo le debe de quedar en el fondo.
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¿Una comida chatarra?
No. Tal vez el quesillo con crema en La Paz Centro, o un vigorón en el parque de Granada. Mi comida preferida es la carne (de res).
¿Qué le gusta de usted mismo?
Lo que no me gusta es la gordura.
¿Se baña todos los días?
Dos veces.
¿Ha estado a punto de morir?
En Olama y Mollejones. Me dio una ráfaga como a dos cuartas de mí, pero hacia el otro lado de donde estaba yo. Una ráfaga de ametralladora. Si hubiera sido para el otro lado, no estaría contando.