Nunca en su vida había escrito algo, pero se tomó el reto de hacer su guion como tributo a su madre, Catalina Aguilar a quien ve como su heroína, la mujer del mercado que le ha hecho coronar sus sueños de ser actor y escritor; así nace “El delantal”, una obra sobre el amor y desamor, el trabajo y la esperanza, cuenta el novel dramaturgo Osmar Narváez.
“Me siento muy orgulloso de mi mamá por eso me enfoqué en escribir su historia como un reto”, reconoce el actor y ahora escritor de este singular guion, cargado de memoria íntima, familiar, donde sus personajes centrales son las mujeres del campo y mercado.
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Esta pieza del teatro social de Chinandega será llevada al tabloncillo por el Teatro Catalina de Chinandega, dirigido por su fundadora Katie Fitzgerald.
Será estrenada el próximo sábado 8 y domingo 9 de febrero a las 5:00 p.m., en el Teatro Rodrigo Callejas. Entrada, 50 córdobas. Posterior a estas presentaciones tienen en meta llevarla a la obra a las comunidades rurales de Occidente.
Narváez, revela que la obra teatral “El delantal” se aventuró a escribirla el año pasado; la revisaron y mejoraron durante tres meses; luego realizaron audiciones a mediados de octubre del año pasado y seleccionaron a 21 personas de las 70 que asistieron, y desde entonces han venido ensayando.
Entre el elenco figuran: el actor y bailarín Yosman Alvarado quien hará dos personajes: Don José, el papa de Catalina, y Félix, la pareja con quien Catalina procrea una hija. Otros de los personajes es María José Tercero, cantante de rock quien debutará como Doña Caya, mamá de Catalina. Así Osmary Peñalba y Noel Carrero, entre otros talentos de la región.
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Historias de amor y desamor, trabajos y sueños
La obra “El delantal” inicia en el presente y se remonta al pasado cuando Catalina es una niña que vive en la zona rural Cinco Pinos, Chinandega, frontera con Honduras. Conoce a un hombre de la ciudad y se la lleva con engaños a la ciudad.
Por suerte del destino conoce a una joven que es muda y que trabaja en el mercado de Chinandega, a donde la lleva, y le enseña a sobrevivir como vendedora. Conoce a dos enamorados y tiene dos hijos, pero la abandonan, esto la marca con la desilusión y el desamparo.
Son los años setenta. A pesar de estos desengaños, Catalina se aferra al amor y conoce a Danilo con quien sostiene un romance, se unen como pareja y tienen el primer hijo, pero siente miedo de ser abandonada otra vez; tiene el segundo, el temor sigue, pero llegan tres hijos más, pero se da cuenta que no es como los otros.
El mercado es su escenario a donde lleva a sus hijos a trabajar. Hay competencias, celos, pleitos con otra vendedora.
El sobrevivir en este escenario le hace decir a Catalina en su breve monólogo que “el mercado no es para competir, sino sobrevivir, y que se han puesto un delantal porque están luchando por sus sueños y una vida mejor para sus hijos”.
Como intermedio aparece una escena del baile de San Pascual Bailón, una tradicional de las fiestas de Chinandega que lleva más de medio siglo.
Al final de la obra Catalina regresa al presente y da a entender que todo ha sido como un “sueño difícil de la vida que ha revivido” pero que está revestido de su estandarte: el delantal, el que ahora se quita y entrega a sus hijos.
“Yo lo recibí con mucho dolor, mucho sacrificio, ahora se los entrego a ustedes que son profesionales y otros que están por serlo; se los entrego por que representa la fuerza, el poder, el valor y porque está lleno de mucho amor”, dice Catalina muy emocionada.
La obra cierra con un baile de todas las actrices y actores, los que llevan delantales de diferentes estilos y colores como símbolos de lucha, de la vida heroica de Catalina, y del trabajo de las mujeres de los mercados de Nicaragua.