Ha dedicado gran parte de su vida a la producción de documentales. Su amor por Nicaragua se ha reflejado, además de en su matrimonio con una nica, en tres de sus más grandes producciones audiovisuales. La última fue “Patria libre para vivir”, presentada el pasado 3 de febrero en Francia.
¿Cómo se describiría en tres adjetivos?
Apasionado, impaciente y sincero.
¿Qué comida no puede rechazar?
Si es comida nica, por supuesto un nacatamal. Y si es española, una paella de marisco en Motril.
¿Cuál fue su juguete preferido cuando era pequeño?
Muñecos de playmobil.
¿Qué le pone nervioso?
La gente poco transparente que trata de convencerme de algo.
¿Qué animal le gustaría ser?
Puestos a elegir, habría sido bueno ser Sabrina, la gata negra de Claribel Alegría. Debió ser muy feliz en esa casa.
Si fuese capaz de cambiar algo en el mundo, ¿qué cambiaría?
La falta de empatía, que es el origen de la mayor parte de los males que nos acechan.
Lea también: Julio Icaza: “De joven quería ser poeta”
Si pudiese saber solo una cosa del futuro, ¿qué preguntaría?
Quién lloró mi muerte.
El último libro que leyó.
Estoy terminando Crónica de una guerrilla (Nicaragua 1982-2007), de Gilles Bataillon, me lo ha regalado el mismo autor hace unos días.
Refrán favorito.
Me resulta muy divertido, y también muy cierto, ese de “camarón que se duerme, se lo lleva la corriente”.
Música favorita para bailar.
No me gusta bailar porque soy peor que un pato mareado cuando lo intento.
¿Qué es lo más loco que ha hecho?
Casarme perdidamente enamorado a los 4 meses de conocer a mi mujer.
¿A qué personaje, vivo o muerto, le gustaría conocer?
De los muertos, tal vez, a mi paisano Federico García Lorca. También a Jim Morrison. De los vivos, quizá al Papa Francisco para que me explicara bien lo de Silvio Báez.
Un mensaje para los nicaragüenses.
Priorizar el objetivo común por encima de disputas menores. Generosidad y empatía. Solamente así se puede llegar a que caiga el tirano. Ya habrá tiempo después de lo demás.