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Nicaragua, vacuna, pandemia, coronavirus

Vidas perdidas

Otra vida perdida entre asesinatos, asaltos bancarios, secuestros y muchos males más es la del dictador Daniel Ortega

CARTAS DE AMOR A NICARAGUA

Querida Nicaragua: “El que pierde su vida por Mí, la salvará. Lucas 9.24”. El sacerdote y poeta Ernesto Cardenal en su libro Vida perdida evoca esta esperanzadora expresión del apóstol Lucas en el Evangelio de Nuestro Señor.

El poeta Cardenal que quiso poner todo su talento y sus habilidades artísticas en favor de su país a través de una revolución que comenzó con la más descarada rapiña, entregó su vida, ya perdida, al Creador del universo la semana pasada. Recibió del Gobierno orteguista un decreto anunciando tres días de duelo nacional y la visita irreverente de las turbas orteguistas que profanaron una vez más la Catedral de Managua e interrumpieron la misa de cuerpo presente que se celebraba en honor del poeta fallecido.

Muere el poeta a los 95 años de edad y dejando un legado hermosísimo para Nicaragua: la fama mundial que conquistó al ser traducido a más, mucho más de una veintena de lenguas tanto en Europa como en otros continentes. A sus detractores, que naturalmente los tiene, hay que recordarles que no es cualquier escribidor de pacotilla quien obtiene semejante resonancia en el mundo donde se le recibía con especiales atenciones. Narra en el tomo (1) del libro mencionado su vida de estudiante en el Colegio Centro América, frente al lago Cocibolca el que solía contemplar en sus auroras luminosas y en sus crepúsculos admirando la grandeza del Dios creador de aquellas bellezas. Y quedémonos ahí para no hurgar en lo altamente criticable que pueda encontrarse en la vida perdida del poeta Cardenal.

Otra vida perdida entre asesinatos, asaltos bancarios, secuestros y muchos males más es la del dictador Daniel Ortega. Y digo vida perdida porque sin libertad no hay vida y el señor en cuestión vive prisionero de su propio destino. Ya lo dijo don Miguel de Cervantes en su inmortal Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Sin libertad la vida está perdida y el señor dictador está prisionero en la cárcel del Carmen buscando más poder y más dinero.

Yo soy un hombre libre disfrutando de cosas tan simples como ir a un pequeño restaurante y pedir una repocheta y acompañarla con un café. Esto lo disfruto solo o con amigos sin ningún temor, tengo cien o doscientos pesos en la bolsa para pagar la cuenta. Algo tan simple como esto no lo puede hacer el dictador porque aunque no lo quiera decir tiene su vida perdida, vive en cautiverio.

El autor es empresario radial, fue candidato a la Presidencia de Nicaragua

Columna del día Ernesto Cardenal

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