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Álvaro Rubí se barre en tercera base y Ofilio Castro trata de ponerlo out. LAPRENSA/JADER FLORES

Del Zorro Arana a Ronald Tiffer: Los Indios del Bóer rompen las cadenas contra los Dantos

En 1987 fue la primera vez que el Bóer y los Dantos se enfrentaban en una final. Esos Indios dirigidos por el Zorro Arana eran un globo de aire contra un cazador con escopeta con balas ilimitadas

En 1987 fue la primera vez que el Bóer y los Dantos se enfrentaban en una final. Esos Indios dirigidos por el Zorro Arana eran un globo de aire contra un cazador con escopeta con balas ilimitadas. Pelearon hasta donde el esfuerzo alcanzó. Así como ese Bóer, llegaron 29 años después. En 2016 tampoco eran favoritos ni en 2018, aunque estaban mejor nivelados. Sumaban tres muertes en finales contra la Maquinaria Roja. No obstante, en este 2020 las cadenas fueron rotas. Sacudieron esa “maldición” y saltaron el pánico escénico. A veces se llega a un punto que un equipo se harta de tanto perder (desde el 2009 cinco finales) y golpean la mesa. Ese fue el Bóer, rey del país en el beisbol nacional.

Los Indios hicieron valer su picheo. Lo de la noche del viernes fue la confirmación de la superioridad capitalina. Marín sorteó durante seis entradas a los Dantos para una carrera, mientras Bismarck Rivera, William Vásquez y Javier Robles le arrancaban los brazos a los lanzadores de la Maquinara Roja. El 8-1 no es más que el reflejo del desnivel, en el picheo y el bateo oportuno. La Tribu cambió drásticamente desde la escogencia de los refuerzos. Luis Castellón, Juan Bermúdez (MVP con dos triunfos en la final), Norman St. Claire y Gerald Rojas cambiaron el rostro de un equipo con inseguridad en sus lanzadores a un conjunto compacto en todas sus líneas, más el agregado de Marín, Braulio Silva y Jimmy Bermúdez tomaron el control y presionaron el botón de “mute” en los rivales.

La caída del bateo de los Dantos, provocada por el picheo del Bóer, no se esperaba que se acercara a una debacle. Sandy Bermúdez y Ronald Garth ni siquiera conectaron de imparables. No existió el bateo oportuno constantemente y cuando se creyó que habían despertado en el cuarto juego, al descifrar el relevo capitalino, solo fue un sueño fugaz. Al día siguiente volvieron al mismo ritmo: esquelético, perdidos en los impulsos y precipitaciones. Mientras el Bóer miraba la pelota como una toronja, para los Dantos era una canica.

Finalmente, el Bóer se quitó esa camisa de fuerza y cambió la historia de su pasado fatídico en finales. Hizo prevalecer su favoritismo.

Deportes dantos

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