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Kitty Monterrey, presidenta del partido Ciudadanos por la Libertad (CXL). LA PRENSA/Óscar Navarrete.

Kitty Monterrey: “¿Queremos ser plataforma electoral? ¡Claro!”

Kitty Monterrey, presidenta de Ciudadanos por la Libertad, dice que le sorprendería encontrar a alguien que a estas alturas no crea que Arnoldo Alemán sigue siendo aliado de Daniel Ortega. "Él y el PLC, controlando esa casilla, van a hacer lo que Ortega les diga que hagan".

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Entre la abuela materna y el matrimonio a los 17 años, Carmella María Rogers Amburn perdió su nombre para pasar a llamarse Kitty Monterrey. Sucede que la abuela, Carmela Solórzano, no gustaba de su propio nombre y cuando, en su honor, decidieron bautizar a su nieta con ese mismo nombre, ella decidió llamarle Kitty desde que nació. Y así quedó hasta hoy.

Aunque el nombre suene infantil, tras él está una mujer dura, que habla con frases calculadas, que no se permite alguna broma en la entrevista y que durante una década se manejó tras bastidores en la política criolla, moviendo hilos sin dar la cara. Ahora, contra su costumbre y, según dice, sin quererlo ella misma, ha salido al escenario y su rostro duro se ha vuelto común en las entrevistas, donde, aunque asegura que no le gusta “emitir opiniones sobre personas”, está dispuesta a cruzar espadas con cualquiera.

Kitty Monterrey nació en Estados Unidos hace 70 años, de padre norteamericano, dedicado las inversiones, y madre nicaragüense, siquiatra. A los nueve años vino a Nicaragua a vivir con su abuela materna a Granada. “Prácticamente toda mi vida he vivido en Nicaragua”, dice para salir al paso a quienes aseguran que es más estadounidense que nicaragüense. A los 17 se casó con un ganadero, Salvador Monterrey Cuadra, y así le llegó el apellido que usa.

Durante más de 10 años fue el brazo derecho, casi anónimo, del político liberal Eduardo Montealegre, y cuando este se retiró, en 2016, después que el régimen les desbaratara el partido PLI, ella y otros afines decidieron crear el partido Ciudadanos por la Libertad, del cual ahora es presidenta, y así ha salido de bastidores en un momento en que Nicaragua se juega su futuro: o dictadura o democracia.

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En esta entrevista, Kitty Monterrey habla sobre las diferencias que tiene con otras agrupaciones para organizar una unidad opositora, los escenarios posibles que enfrenta el país y el papel de Ciudadanos por la Libertad en este momento crucial. “El mapa político de Nicaragua está por cambiar”, adelanta.

¿Por qué Kitty Monterrey se manejó tras bastidores en la política durante muchos años?

Porque yo nunca he tenido interés en ocupar un cargo público. Soy una persona bastante privada, no me interesa el figureo. El perfil técnico es el que más se adecua a mi personalidad: me gusta hacer proyectos, planificar, ejecutar. Soy poca para dar entrevistas.

¿Qué tipo de relación tuvo con Eduardo Montealegre? ¿Amistad?

Fue una relación de trabajo durante muchos años, pero hasta ahí. Esa relación profesional se ve interrumpida cuando él se retira de la política. Con esto no quiero decir que es mi enemigo. Simplemente él tomó su decisión y yo tomé la mía. Y aquí estoy. Amistad como la conocemos puede ser que haya habido, amistad dentro del ambiente profesional. Esa es la relación que ha existido siempre.

¿Por qué decide ahora salir debastidores y mostrarse como una figura política?

Es que yo no he tomado esa decisión. Prácticamente me la han impuesto las circunstancias. Al ser electa presidenta del partido, no ha quedado otra opción más que conducirlo en representación de estas bases que tomaron esta decisión. Eso no significa que yo esté proyectando mi figura ni mucho menos. Estoy cumpliendo con un rol que me toca cumplir. Espero que la figura que necesitamos todos los nicaragüenses pueda surgir, pero en el caso mío no se trata de una agenda personal, ni tengo interés alguno en proyectarme como política. Lo que yo tengo interés es contribuir de alguna manera en que los partidos políticos, especialmente Ciudadanos por la Libertad, sean una institución y tengan prácticas democráticas.

¿Es improbable que la veamos en una candidatura?

No solo es improbable, yo he dicho públicamente que este partido está abierto para la candidatura presidencial. Yo no estoy interesada. Hay un momento para todo en la vida y si acaso pudo haber habido un momento, eso ya pasó. A mi edad ya son otras las cosas en las que puedo contribuir.

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A su criterio, ¿hay oposición en Nicaragua?

Aquí cometemos un error: todos nos queremos atribuir la palabra oposición. Eso no es cierto. La oposición real está en ese 70 por ciento que han venido mostrando las encuestas, que además se abstuvo y no participó en la farsa (elecciones) del 2016. Ese 70 por ciento es el que está buscando esa opción que los represente como oposición. Nadie se puede atribuir en este momento la exclusividad de la oposición. Claro, en algún momento se va a tener que presentar una alianza o una plataforma electoral que convenza a esa población. Esa es la oposición. No es otra.

Pero ¿a la oposición formal cómo la reconocemos? ¿En qué se le opone a Daniel Ortega?

Realmente ha sido muy poco. Yo soy la primera en reconocerlo. Cuando se presenta la Alianza Cívica, que tuvo legitimidad de origen, todos estábamos entusiasmados. Nosotros somos aliados de la Alianza casi desde los inicios, porque ahí estaba expresado el sentir de esta oposición. Se ha venido desvirtuando en el tiempo, cedieron un capital político legítimo a una UNAB (Unión Nacional Azul y Blanco) que, creo yo, no tenía razón de existir y pudo permanecer dentro de la Alianza. Y que después, juntos, decidieron hacer una Coalición, simple y sencillamente, en vez de presentar una posición sólida, unificada, como oposición, todos dentro de una Alianza Cívica, sin partidos políticos. Cometieron errores y al hacer lo que hicieron, lejos de unificar, dividieron.

¿Cuál sería el error madre, según usted?

El haber creado organizaciones adicionales y el haber incorporado a partidos políticos en una supuesta coalición cuando no era el momento para ello. Todavía no es el momento de partidos políticos. Este es el momento de tener una sociedad civil organizada, haciendo las demandas que necesita escuchar la población: la liberación de los presos, el retorno seguro de los exiliados, las reformas electorales. Y ejerciendo todas las presiones posibles, no solo en el ámbito nacional, sino también en el internacional en una sola voz. Lo que vemos ahora son voces por todos lados, pleitos por todos lados, y para nosotros el error más grande fue dividir la Alianza y luego crear algo con partidos.

¿No se explica algo de la división en esa actitud, arrogante, dirían algunos, que ha tenido CxL de decir quién puede y quién no puede estar en una unidad?

Esos señalamientos vienen de agrupaciones que nos ven como el adversario, en vez de ver al régimen como adversario. No se puede hacer unidad con una camisa de fuerza. Pareciera que el solo hecho de no estar de acuerdo con alguien nos pone en la acera de enfrente. Aquí falta mucha caña que moler. Falta año y medio. Y ni siquiera estamos seguros si vamos a tener una reforma electoral que nos garantice elecciones transparentes. Por no estar de acuerdo con lo que se pretende hacer con la Coalición nosotros no somos los responsables de su fracaso ni muchos menos nos creemos mejor que el resto. Ni siquiera estamos pretendiendo decir que todo mundo tiene que venirse para Ciudadanos por la Libertad.

¿Cómo no podrían verlos como adversarios si ustedes les dicen que no pueden estar en una unidad? Como el MRS, por ejemplo, con quien han tenido ataques mutuos.

La manipulación ha venido precisamente de ellos. Nosotros somos un partido liberal y estamos claros que somos de centro-derecha, pero entendemos que la democracia consiste en la participación de todos. Jamás he dicho que la izquierda no puede participar. El MRS tiene derecho a participar, jamás los hemos excluido. Lo que he dicho, y he sido bien clara en eso, es que cada quien participa con el peso que tiene, y este país, hasta donde yo sé, no es un país de izquierda. No se le excluye, pero tampoco se le permite conducir lo que podría ser un bloque opositor, tampoco estamos en contra de aquellos que han sido sandinistas, con lo que no vamos a estar de acuerdo es que este bloque opositor esté controlado por personas que quieren renovar o rescatar al sandinismo. Pero los que no quieren ser, bienvenidos, si aquí entre más personas se sumen, mejor.

¿Cuáles serían los mínimos que Ciudadanos por la Libertad precisa para participar en las próximas elecciones?

Nosotros hicimos una propuesta de reformas electorales en marzo de 2018, antes de la rebelión cívica. Y anterior a eso, cuando éramos PLI, un año estuvimos con los miércoles de protesta con este problema de las reformas electorales. Es un tema por el que hemos luchado durante años. No tuvimos que esperar la rebelión de abril para asumir la responsabilidad de exigir reformas. Hoy en día, no pretendemos ir solos en las exigencias, a pesar de que comprendemos que hay aquellas que son indispensables y aquellas que solo las vamos a lograr cuando ya Daniel Ortega no esté en el poder.

Necesitamos las reformas que garanticen la seguridad del voto al ciudadano. En eso nos debemos enfocar. La primera en la lista, la observación electoral, nacional e internacional, debidamente acreditada, idónea, de organismos que tengan esa experiencia. No es cualquier organismo. Eso es fundamental. Hay otros, como es el proceso de impugnaciones, el cambio de magistrados, el voto en el exterior, la depuración del padrón electoral, los miembros de mesa que deben ser seleccionados mediante un proceso aleatorio de la ciudadanía… Eso es lo que deberíamos estar todos presentando, las reformas electorales que garanticen el voto del votante, no lo que me conviene a mí en este momento.

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¿Si no consiguen esos cambios ustedes no participarían?

Esta debe ser la responsabilidad de todos, no de un partido. Lo que sí te puedo asegurar es que nosotros no nos vamos a prestar a una farsa electoral. Hicimos este partido porque queríamos hacerlo totalmente diferente en la política tradicional. Creo que lo estamos logrando. Una cosa es que participáramos en las elecciones anteriores, para llegar a este momento, no perder la personería jurídica, y otra cosa muy distinta es cuando nos enfrentemos a esta elección, que es la vital y decisiva para Nicaragua. No nos vamos a prestar para una farsa.

¿Han vislumbrado un escenario donde vayan a competir con la Coalición Nacional?

No hemos hecho nada por formar otro bloque opositor. ¿Por qué no lo hemos hecho? Porque precisamente no estamos para competir con nadie. El pueblo de Nicaragua no quiere ver competencia entre bloques de oposición. Quiere uno. Esperamos que se puedan resolver todos los conflictos de la Coalición, que salgan los partidos políticos, y no es que salgan ellos para entrar nosotros, simplemente los partidos políticos no debemos estar en una alianza sectorial. Ya llegará el momento en que esa alianza sectorial, y espero que sea la Alianza Cívica, pueda decidir entre ellos cuál sería la mejor plataforma electoral. Pero aquí el mapa político está por cambiar, hay organizaciones que están tratando de obtener su personería jurídica. Lo que hoy es una realidad mañana puede ser una diferente. No hay que adelantarse a los tiempos. Hay que esperar.

¿Ustedes apoyarían la pretensión de la Coalición Nacional de tener una casilla nueva, donde vayan todos?

Yo soy de la opinión que los partidos políticos deben tener la libertad de seleccionar cualquier casilla de los partidos que están participando o una nueva si lo hicieran. Distinto sería una alianza que se traduzca en requisitos cero, para obtener la personería jurídica. Me refiero a que, si la sociedad civil quiere una casilla, entonces no vale la pena tener un partido político porque significa que el día de mañana un grupo de amigos se puede juntar, ponerse cuatro siglas e ir al Consejo Supremo Electoral sin requisito alguno, a que le otorguen una casilla. Mi preocupación en este tema es que, cuando se hacen reformas electorales, no se hacen exclusivas para una persona, una organización, se reforma para todo. Mi temor sería un montón de alianzas, un montón de coaliciones, un montón de casillas, que nadie sabe qué son, dividiendo y atomizando mucho más a la oposición y creando un caos.

Lo pongo al revés: si parte del conflicto es que cada partido pretende que sea su casilla la que represente a todos, una solución salomónica sería que se cree una casilla nueva por consenso, para todos.

Si lo que me estás preguntando es si nos vamos a ir a sentar con la gente que ha sido, y posiblemente sigue siendo, aliada de Ortega, para ir todos juntos en una nueva casilla, mi respuesta es no. Nosotros no podemos ser parte de lo mismo que ha venido dañando a Nicaragua durante las últimas décadas. Ahí lo que estamos viendo es el pacto, la corrupción, los recuentos de años de sufrimiento. ¿Vamos todos juntos con el PLC y el PRD? Es absurdo.

O sea, ¿Ciudadanos por la Libertad no se ve corriendo en otra casilla que no sea la propia?

No, no he dicho eso. A ver, asumamos que la Alianza Cívica y algunos sectores logran una casilla. Y la mayoría de la gente quiere que sea en esa casilla. Ahí vamos a estar. Donde no vamos a estar es en más de lo mismo. Tampoco pretendo engañar a nadie. ¿Queremos ser la plataforma electoral? ¡Claro! Si para eso hemos trabajado duro. Pero eso no significa que no comprendamos que pueden surgir otras opciones que la población puede preferir. Y si eso surge, ahí vamos a estar.

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Voy a insistir: ¿ustedes se ven enfrentados en una elección a la Coalición Nacional o algún otro grupo opositor?

Si alguien cree que (Arnoldo) Alemán a estas altura no sigue siendo aliado de Ortega, pues ahí ya me sorprende. Él y el PLC, controlando esa casilla, van a hacer lo que Ortega les diga que hagan. Van a esperar hasta el último momento para tomar esa decisión, pero yo les aseguro que nunca va a ir en una verdadera alianza democrática. Aquí nos estamos imaginando unos escenarios que yo no los veo probables.

Ya que lo menciona, ¿qué piensa de Arnoldo Alemán, como persona y como político?

Antes que me hagás una lista, te voy a dar esta respuesta: es muy raro que yo me refiera a personas con nombre y apellidos para emitir una opinión. La única razón por la que me he referido a Arnoldo Alemán es porque el pacto es algo de lo que se ha venido hablando, pero no me gusta emitir juicios sobre las personas, ni de su vida personal. Me reservo esas opiniones. No soy juez.

Generalmente CxL se presenta como un partido nuevo, desvinculado de los partidos en que ustedes participaban antes. Llama la atención que reivindica como propias las virtudes de aquellos partidos, como los miércoles de protestas y la confiscación de los escaños, que usted mencionó, pero se desligan de los pecados de ellos mismos.

Son cosas diferentes. Nosotros no estamos reivindicando nada como organización, sino a título personal, porque hay mucha gente que en realidad participó y hay muchos que fueron destituidos como diputados, pero hay una gran cantidad de miembros del partido que no tuvieron nada que ver con el partido anterior. No tenemos porque asumir ni lo bueno ni lo malo. Son hechos de las personas que estuvimos ahí.

¿Por qué Daniel Ortega accedería a hacer reformas electorales que le quitarían las ventajas que tiene si aparentemente no hay presión opositora?

Hoy estamos en un país donde Daniel Ortega y su familia son parte de la economía. Eso no lo podemos obviar. ¿Hasta dónde la presión que han venido ejerciendo las sanciones lo pueden llevar a tomar una decisión de que prefiera someterse a algunas reglas del juego para que el producto final sea una elección legítima y poder salvar su fortuna o las de sus allegados? Es una posibilidad, como también que haga lo que está haciendo (Nicolás) Maduro en Venezuela y simplemente pretender llevar a esa seudooposición a unas elecciones falsas.

¿Qué pasaría en este último escenario? Sin reformas electorales ni elecciones libres.

No lo sé. Ni pretendo dar una solución. Yo espero que podamos tener reformas electorales, porque la otra opción, que no quisiéramos los nicaragüenses, es una guerra civil. La salida electoral es la única salida pacífica que existe. Y yo comprendo que, si nosotros no tenemos reformas, lo que va a haber el próximo año es una farsa electoral. Y van a ser decisiones duras para todos los nicaragüenses. Pero las vamos a tener que tomar juntos. Vamos a decir hasta aquí, ya no vamos a seguir aguantando, porque aquí no se trata de participar como participaron precisamente los partidos que están en la Coalición, en la farsa del 2016, solo para sacar unos cuantos diputados.

Aquí nos estamos jugando el futuro del país, y nos va a tocar tomar decisiones difíciles para que el resultado de esa farsa, si es que se da una elección sin reformas electorales, sea lo suficientemente obvio para que todos los nicaragüenses y la comunidad internacional puedan desconocer los resultados. Para que Daniel Ortega no pueda continuar en el poder. Aquí vamos a ver realmente quién es oposición. Los que ya dieron ese ejemplo en el 2016 yo dudo mucho que vayan a hacer algo diferente en el próximo año.

Plano personal

– Su nombre legal es Carmella María Rogers Amburn, tiene 70 años, está casada y tiene tres hijos y tres nietos. Todos ellos viven en Estados Unidos.

– Su padre, estadounidense, ya fallecido, fue asesor de inversiones; y su madre, nicaragüense, siquiatra, ya jubilada. Tiene 90 años.

– Kitty, el nombre que usa, es un apodo que le puso su abuela Carmela Solórzano al nacer.
Casi no tiene familia en Nicaragua. Solo un primo que es sacerdote.

– Estudió Desarrollo de sistemas tecnológicos y durante muchos años trabajó en Hewlett-Packard (HP), en Estados Unidos.

– En Nicaragua, ha sido vicegerente de varios bancos y consultora del Banco Mundial.

– En 2005, comenzó a trabajar con Eduardo Montealegre en los diferentes partidos y movimientos que este político encabezó.

– Es la presidenta de Ciudadanos por la Libertad, partido político que se organizó después del retiro de Eduardo Montealegre de la política, en 2016.

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