Se acerca Navidad y los fanáticos de los Indios del Bóer le pueden pedir a Papá Noel otro equipo. Y no se trata de juzgar al conjunto capitalino solo por un juego, sino desde su concepción. Pocas figuras nacionales y ningún extranjero de nivel. Las sensaciones son amargas. Si se mantuvieron en la pelea en los primeros episodios fue por el picheo de Jorge Bucardo y el desajuste del relevo de León, usando el primer juego como un spring training para su “as” Luis Ángel Mateo. Ni Marcelino ni Stanley Javier, sacado en ambulancia por una “descompensación”, según indicaron durante la transmisión, parecen ser el motor suficiente para sostener a un equipo de escombros.
León mostró sus garras. Están predestinados a ser protagonistas de este campeonato. Ofilio Castro con cuatro hits en cinco turnos, entre ellos dos dobles, parece dispuesto a defender su corona de bateo. Edgard Figueroa regresó listo y Adrián Moreno se ajusta poco a poco, entretanto Emanuel Meza y Elián Miranda podrían convertirse en dos cañones inesperados. En el picheo Willy Paredes no permitió ni el zumbido de un mosquito, imagínense que Paredes será el tercer abridor cuando Lázaro Blanco y Mateo estén en forma y listos para la rotación. Sandor Guido puede respirar tranquilo.
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Un arranque tenebroso de los Gigantes. Por la manera en la cual está conformado el equipo, los rivenses se ven como los más completo. Sin embargo, la tropa de Vicente Padilla los hizo aterrizar. Es cierto, solo es un juego. Y a diferencia del Bóer, los sureños tienen material suficiente para reaccionar, se nota la falta de ritmo en sus extranjeros. Melvin Novoa les dio una bofetada con el cuadrangular que terminó de enterrar el encuentro, les reclamó con el madero la escasa oportunidad que tuvo mientras perteneció a esa franquicia.
Entretanto, Lenín Picota se come las uñas por ver debutar a los suyos… Seguro dirá: “no creo ser peor que el Bóer”.