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Bismarck Morales muestra un cetro decorativo del CMB en la oficina de su casa de habitación, en Managua. LAPRENSA/GERMAN GARCÍA

El nicaragüense de más alto nivel en el CMB: “Fui torturado cinco veces por la Guardia de Somoza”

“¿Mirás esta cicatriz en la ceja izquierda? No fue cuando boxeaba, fue cuando la Guardia de Somoza me golpeó con una cacha de un rifle Galil, que era israelí”

“¿Mirás esta cicatriz en la ceja izquierda? No fue cuando boxeaba, fue cuando la Guardia de Somoza me golpeó con una cacha de un rifle Galil, que era israelí”. Estoy sentado frente a Bismarck Morales, escuchando su historia de vida. “Es la primera vez que invito a alguien a mi casa y abrirme sobre mis cosas”, confiesa. Su casa es grande y lujosa con acabados finos y en una zona de alto valor de Managua. Tiene 70 años, pertenece al Salón de la Fama de la Florida y es el nicaragüense con más alto rango en el Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Tiene tantos cargos como años, pero es más fácil describir su influencia de una manera más sencilla: puede llamar al presidente Mauricio Sulaimán o hablar con cualquier promotor o peleador importante del mundo sin temor a que le rechacen la llamada, pero eso es lo que menos le importa.

Denota ser una persona desinteresada, no vive por el dinero sino para servir. Ha estado en tres ocasiones al borde de la muerte, la última este año por el Covid-19. Se mudó hace 53 años a los Estados Unidos porque se cansó de tantas torturas (cinco) y luego de graduarse de ingeniero industrial saltó de negocio en negocio hasta no preocuparse por su cuenta bancaria.

“Aquí es mi oficina”, dice Morales mientras en la pared cuelgan fotos con grandes personalidades del deporte y reconocimientos de gran envergadura. En una puede estar con la hija de Muhammad Alí y en otra con Alexis Argüello. “Esta casa es grande y cómoda. No me hace falta nada”, señala. Atrás en su patio de varias manzanas siembra maíz, hortalizas y tiene sus gallinas. “Yo vengo de una familia de pocos recursos. Nunca olvido mis raíces”. Bismarck Morales es esa persona que está ahí, pero a la misma vez oculto. “He hecho mucho por el boxeo y las personas en este país, sin embargo no me interesa divulgarlo”.  Cuando le digo que mencione una al azar, me dice: “Cuando los manejadores de Chocolatito se pelearon con la AMB me llamaron y lo coloqué como número dos en el CMB y luego peleó con Akira Yaegashi por el título”.  Ahora también está preocupado por desarrollar entrenadores de nivel y potenciar el boxeo amateur.

 ¿Cómo fue su vínculo con el boxeo?
Crecí en un barrio que se llama Campo Bruce, en frente de mi casa había un gimnasio improvisado de un señor llamado Guataco. Ahí llegaban a practicar los mejores boxeadores de la época como Lou Gutiérrez, John Cajina, Varelita, los mejores. Antes ibas al gimnasio para aprender a defenderte. Ahí inicié, luego me movía al gimnasio que estaba detrás de la Catedral y lo dirigía Francois González, el mejor estilista de la historia. Él me enseñó a boxear. Me mantuve invicto hasta que me retiré, cuando me pasó un susto en Nagarote.

¿Qué ocurrió?
Una vez fuimos a un gimnasio por esa zona y había un muchacho que tenía una pegada letal, pero que no sabía boxear. Íbamos 2-2 y a mí me tocó pelear contra él, el ganador decidía cuál gimnasio ganaba. Lo levanté de un cruzado a la quijada y quedó tendido en el suelo. Se levantó a los minutos y los familiares querían que siguiéramos. No aceptamos y nos quisieron machetear. De ahí dije que no salía de Managua a pelear. Me mantuve solo en el gimnasio frente a mi casa.

Tiene 52 años de que se fue de Nicaragua. ¿Qué lo motivó a salir?
Es una larga historia. Cuando joven me consiguieron trabajo en la casa del Partido Conservador. Tenía 16 años y tuvieron que hacerme una reposición de partida para fingir que tenía 18 años. Era el muchacho de la oficina. En ese entonces había un candidato famoso, Fernando Agüero, y yo lo asistía también en lo que pedía. Cuando terminaban las reuniones era encargado de cerrar las puertas. En aquella época el Ramírez Goyena era así en la mañana y en la noche el Cervantes. Por las noches nos reuníamos en secreto en la casa del partido los jóvenes del Frente Revolucionario (FER). El 22 de enero, cuando la matanza de Somoza, quedé atrapado en el Gran Hotel porque andaba con Agüero. Logré salir porque la embajada estadounidense intercedió porque había ciudadanos norteamericanos en el hotel. Yo me fui a mi casa a Campo Bruce, pero la Guardia ya nos tenía fichado a todos. Días después me acusaron de comunista y me fueron a atraer a la casa.

Se fue por Somoza…
Sí, me harté de las torturas. Fui torturado cinco veces. Luego que salí la primera vez de la cárcel me escondí en el barrio Ducualí. No tenían pruebas que era comunista, solo que trabajaba en el Partido Conservador. Luego me volvieron a encontrar y llegó Ronald Sampson en un Jeep lleno de guardias. Yo estaba escondido en un puesto de agua. Quería que hablara dónde estaban los demás, pero yo no sabía. Comenzaron a tirarme golpes y logré pasar muchos porque sabía boxear. ¿Mirás esta cicatriz en la ceja izquierda? No fue cuando boxeaba, fue cuando la Guardia de Somoza me golpeó con una cacha de un rifle Galil, que era israelí. Llegué ensangrentado al Chipote. Había otros presos políticos que me ayudaron. Salí gracias a la ayuda de unos abogados del partido. Luego trabajaba en una agencia de viajes llamada Griffith y me harté de las torturas de la Guardia y decidí irme del país.

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¿Qué hizo para sobrevivir en Estados Unidos?
A principio abusaron de mí como boxeador los promotores. Cuando llegué el papá de la que era mi novia me iba a recoger y me dejó en el aeropuerto, en Los Ángeles. Pasé de todo, pero Dios y la Virgen no me abandonaron. Después entré a boxear y luego de hacer seis peleas en las cuales gané tres y perdí tres, terminé los estudios. Aprendí inglés y me gradué de la universidad en Ingeniería industrial, aunque siempre me dediqué a los negocios. Primero traía carros a Nicaragua, tuve un restaurante que fue famoso, entré al negocio de los bienes raíces y también tuve mi propia constructora. Ahora tengo un centro comercial en Miami valorado en 12 millones. La clave fue no caer en los vicios. Tengo 53 años de estar en los Estados Unidos y nunca he pisado una cárcel. También estoy casado y tengo 43 años con mi esposa cubana.

¿Se imaginó vivir así?
Para nada, vengo de una familia humilde, pero sí soñé con tener cosas, pero eran sueños.

¿Cómo es que entra al CMB?
Tenía boxeadores y procuraba ranquearlos, ahí conocí a José Sulaimán y nos hicimos amigos. Más tarde me invitó a ser parte del CMB, pero como tenía mis negocios no me metí por completo. Eso fue a mediados de los 80. Luego también trabajé en la Comisión Atlética de la Florida y en 2017 me incluyeron al Salón de la Fama.  A lo largo de los 30 años en el organismo he hecho de todo. Actualmente soy vicepresidente de Fecarbox, presidente de la comisión de apelaciones y representante del CMB para Centroamérica.

 ¿Le hace falta algo por hacer?
He hecho casi todo. Este año vamos ayudar a seis exboxeadores más, en total llevamos 18.  Creo que he hecho casi todo. Me he muerto tres veces. Estuve 12 días en el Vivian Pellas en cuidados intensivos por el Covid-19. Mis pulmones se saturaron. Gracias a Dios y a la Virgen estamos acá hablando porque estaba casi muerto. El doctor Guillermo Porras me aplicó el protocolo alemán y logró que se desinflamaran mis pulmones. Cuando te estás muriendo, es como un casete que se te reproduce a toda velocidad y te das cuenta lo que hiciste bien y mal y me di cuenta que si he sido malo no es tanto. Gracias a Dios me he conducido lo mejor posible, sin hacer daño a nadie, porque en mi vida he ayudado a muchísima gente.

¿Y las otras veces cómo fueron?
De joven fui corredor de motos y campeón. Siempre me han gustado las motos. En 2012  Compré una Kawasaki 750 de barra. Me la traje a Nicaragua y se le cayó a mi empleada. Luego intenté levantarla y sentí un ardor en la columna. Me iban a operar del corazón y me dieron los doctores permiso de venir al país a ordenar las cosas porque estaría un tiempo convaleciente. Estaba con un tratamiento en la sangre y se rompió un tejido en la columna y me estaba desangrando. No me podía mover. Estuve en el Vivian Pellas, pero no me hicieron un buen diagnóstico. Mis hijos alquilaron un avión ambulancia y me llevaron a Miami, en donde los doctores salvaron mi vida. Pero costó que yo reaccionara. Dios todavía no me quiere llevar.

¿Y antes de partir qué  le gustaría hacer?
Quiero hacer un orfanatorio en una propiedad que tengo en Piedra Quemada.  Si sacamos a 10 o 20 niños de las calles, estamos ayudando al país a tener menos delincuentes. También me gustaría hacer una iglesia católica en un barrio. En esta vida he sido tranquilo. Aprendí a no discutir ni de religión ni de política. Martí dijo: “Conozco al monstruo porque viví en sus entrañas”.

¿Cómo le gustaría ser recordado?
Cuando me muera, quiero que me recuerden como la gente cree que soy. Hay gente que está en el boxeo para vivir del boxeo. Yo le doy mi tiempo y mi dinero.

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