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El que las debe, las teme

Hace muchos años el enciclopedista francés François Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire (1694-1778) expresó una gran verdad. Esta es que “la pasión de dominar es la más terrible enfermedad del espíritu humano”. De esta “terrible enfermedad” han padecido los dictadores más nefastos que ha conocido la humanidad tales como Hitler, Stalin y en la Nicaragua actual los Ortega-Murillo, que a su paso por el poder solo han dejado una estela de pobreza, dolor y muerte.

Lo anterior se me ocurre porque ya termina diciembre, mes en que se esperaba que el binomio dictatorial de los Ortega-Murillo, procederían, por el bien del país y su propio bien, en fiel acatamiento a la voluntad expresada por la gran mayoría de los nicaragüenses y por la comunidad internacional, a concertar con el liderazgo de la oposición nacional, las reformas electorales que se necesitan para que en Nicaragua se le devuelva al pueblo su soberanía, autodeterminación e inalienable derecho de escoger en elecciones libres y transparentes a sus legítimos gobernantes.

Pero no ha sido así. Lo que refleja que la pareja presidencial susodicha están enfermos de poder y que sembrando vientos van ineluctablemente a cosechar tempestades, que arrastrarán junto con ellos, a todos sus secuaces que por acción u omisión son cómplices de la tragedia que hoy vive la patria que heredamos de nuestros antepasados.

Hay un dicho popular que dice que “el que las debe, las teme” y con esas actitudes lo que está demostrando la pareja fatídica es que tiene miedo, mucho miedo, a lo que les puede sobrevenir si pierden las elecciones del 2021.

Tienen miedo, en lo económico, a que por mandato constitucional se les obligue a rendir cuentas de los más de 4 mil millones de dólares que han recibido de Venezuela para proyectos sociales en beneficio de los más pobres de Nicaragua. Miedo, en materia judicial, a que se demande ante los tribunales competentes el esclarecimiento de los crímenes horrendos cometidos en las personas de Enrique Bermúdez, Carlos José Guadamuz, Alexis Argüello y tantos otros más. Miedo a que las Comisiones de Derechos Humanos, nacionales e internacionales, acusen por los delitos de lesa humanidad a los autores materiales e intelectuales de las atrocidades cometidas antes y después del histórico 18 de abril del 2018.

Los nicaragüenses no podemos ni debemos seguir siendo gobernados por una pandilla de facinerosos, cuyo único interés es medrar a la sombra de la dictadura. Hay que poner fin a la corrupción imperante y a la represión atroz de la Policía cuyas manos están manchadas de sangre de hermanos nicaragüenses. Nuestro pueblo no se merece eso.

Los cuadros intermedios del Ejército y los policías que no han participado de la represión brutal de la dictadura deberían reflexionar sobre esto y actuar en consecuencia. Ellos solo tienen dos caminos: o se hunden con la dictadura o se ponen al lado del pueblo en defensa de los más caros intereses de nuestra nacionalidad y las más justas aspiraciones de los nicaragüenses.

El dictador y la señora del “vamos con todo” han creído equivocadamente que con la represión de la Policía y de los sicarios paramilitares, van a detener el vehemente deseo de los nicaragüenses de tener elecciones libres y con supervigilancia nacional e internacional. ¡Craso error! La historia, maestra de la vida, nos demuestra todo lo contrario. Somoza también tenía su Ejército (GN) y su Policía y sus paramilitares (AMROCS) y ya sabemos cuál fue su final.

Vendrá el día, más temprano que tarde, en que el pueblo nicaragüense después de tanta injusticia y crueldad acumulada, no solo repita la gesta gloriosa del 18 de abril del 2018 sino que la multiplique, pues es ley inevitable de la vida que como dice el célebre español Pérez Galdós: “Así como de la noche nace el día, después de la opresión viene la libertad”.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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