El cuerpo de Robinson Luiz está cubierto de tatuajes. Cada uno cuenta parte de la historia de su vida dentro y fuera de la cancha de futbol. Los diseños son varios: animales y frases que lo representan en la vida; retratos y fechas de sus seres queridos que le recuerdan por qué luchar cada día sin perder la brújula, porque superó tantas cosas para convertirse en el futbolista profesional y el máximo goleador (49) brasileño en Nicaragua.
“Me pasaron tantas cosas en mi vida que bien pude irme por el camino de las drogas y delincuencia, pero gracias a Dios siempre me mantuve firme, miré el esfuerzo de mi mamá y papá, siempre me enseñaron a ser honesto, humilde, nunca agarrar lo que no es mío. Tengo una gran influencia, me enseñaron lo más importante: ser hombre. Lo que soy se lo debo a ellos, cuando se me acercaba el peligro, las cosas malas, me acordada de ellos”, confiesa el nuevo fichaje del Diriangén, quien regresa a la Liga Primera tras su última etapa en el Juventus en 2019.
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Robinson Luiz, de 34 años, aseguró que varias de sus amistadas fueron por el camino equivocado y algunos murieron o pasaron por la cárcel. “Me crié en ese peligro y aparté. Sé el sufrimiento que pasaban sus familias, entonces siempre me acordaba de eso. Conozco un poco de todo, miré que no había futuro y no quería golpear a las personas que estuvieron a mi lado y buscaron darme lo mejor. Siempre me aparté e hice otro trayecto. Mi mamá (Roseli Sebastiao da Silva) me comenta que la mayor bendición que tengo en la vida es que me convertí en un hombre de familia y llevé un camino diferente”, revela.