La primera dama y vicepresidenta designada, Rosario Murillo, solo ve la paja en el ojo ajeno. Este jueves criticó las acciones violentas de fanáticos del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, que atacaron la sede del Congreso de Estados Unidos, muy similar a las acciones de las turbas sandinistas en Nicaragua, que atacan iglesias, catedrales, casas de opositores y a todo el que se opone al régimen de su esposo Daniel Ortega.
“Lamentablemente ayer el mundo asistió a una exhibición cruel, grotesca y hasta mortal, porque hubo muertos, policías heridos, civiles muertos; una exhibición cruel, grotesca, mortal, de lo que nosotros llamamos la ceguera del odio. Vimos, el mundo pudo ver, la comunidad internacional, la familia humana, pudo ver las consecuencias terribles, vergonzosas de la arrogancia, la vanidad, que son propias del racismo y del supremacismo de los Estados Unidos en su expresión del Ejecutivo”, dijo Murillo en su comunicación habitual por los medios que dirigen sus hijos.
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Aunque el gobierno de Murillo y su esposo, Daniel Ortega, se declara “cristiano y solidario”, en ningún momento la vicepresidenta lamentó el ataque de los fanáticos de Donald Trump al Capitolio, ni se solidarizó con las personas que trabajan en el Congreso de Estados Unidos, que estuvieron en riesgo por la agresión de las turbas trumpistas.
Desde que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) regresó al poder en 2007, Nicaragua ha vivido acontecimientos parecidos a lo que ocurrió el miércoles en el Capitolio de Estados Unidos: fanáticos irracionales que atacan a los opositores, lo que hoy en día es justificado por Murillo como el ataque y agresión a sacerdotes y obispos en la Basílica San Sebastián, de Diriamba, Carazo, en julio de 2018, o los diferentes ataques y agresiones en la Catedral de Managua y otros templos religiosos.
En 2018, más de 300 personas murieron por la represión armada que ordenó Daniel Ortega contra civiles que salieron a protestar contra su gobierno.