Primero fue sacerdote, pero cuando se descubrió enamorado de una joven a la que conocía de toda la vida, renunció a esa primera vocación para casarse con ella. Entonces decidió entregarse de otra manera a la Iglesia católica y dedicó treinta años a la investigación de su historia. Edgar Zúñiga Cajina tiene 81 años y muchos lo consideran el “historiador oficial” de la Iglesia.
Le falla la memoria en los asuntos cotidianos e incluso para recordar momentos importantes de su propia vida; pero no cuando habla de la Iglesia católica.
Su libro Historia eclesiástica de Nicaragua abarca 389 años, desde 1524 hasta el 2 de diciembre de 1913, fecha en que el papa Pío X dividió la antigua diócesis de León y creó la provincia eclesiástica de Managua. Don Edgar recuerda eso con precisión, pese a que ya ha olvidado, por ejemplo, cómo era el templo del Perpetuo Socorro cuando él fue su párroco.
Orígenes
Nació el 7 de septiembre de 1939 en el barrio capitalino de San Sebastián, cerca del lago de Managua, como el mayor de cinco hermanos. Desde chavalo supo que quería ser sacerdote, dice; pero desde niño conoció a la persona que muchos años más tarde lo haría cambiar de opinión.
A los ocho años de edad fue llevado a la casa de una pareja amiga de su familia, para conocer a la niña que acababa de nacer: Gloria Elena Portillo. Crecieron como amigos y cuando él tuvo 17 años ingresó al Seminario, para luego viajar a Roma y estudiar en la Universidad Gregoriana, de donde salió hecho sacerdote.
Volvió a Nicaragua para ocupar el cargo de vicario de la Catedral de Managua. La vieja catedral. Entre los feligreses estaba Gloria Elena y es posible que alguna vez le haya tocado confesarla, ríe.
¿Cómo se enamoraron? “Como se enamoran todas las personas”, responde. Pidió una dispensa al papa de turno para poder contraer matrimonio y empezó a estudiar Administración de Empresas en el INCAE para hacer frente a la vida como sacerdote secularizado.
Consiguió trabajo en el ingenio San Antonio, pero todos los lunes viajaba a León para pasar el día en el Archivo Diocesano, el único que consultó para escribir su obra, un libro gordo de más de 600 páginas que es fuente obligatoria para quienes se interesan en estos temas.
En su libro intentó “narrar los hechos tal y como se ven desde lo interno de la Iglesia”. Es decir, “con un punto de vista original y válido”. “Original porque hasta ahora es inexistente la bibliografía histórica eclesiástica vista desde lo interno de la Iglesia, hay alguna bibliografía sobre el tema pero distorsiona los hechos”, escribió.
Sin memoria
Hasta hace no mucho, Edgar Zúñiga Cajina siempre aparecía como referencia en textos sobre la Iglesia de Nicaragua. Consultado sobre las dos visitas de Juan Pablo II, las sucesiones episcopales o los patrones de Managua, el oficial y el popular. Pero su memoria ya no le permite emitir opiniones ni abundar en datos.
“Siempre he tenido mala memoria”, confiesa, pero en los últimos meses la situación se ha agravado. Él se lo toma con humor. “Un historiador desmemoriado es una contradicción”, dice sonriendo.