Ya no habrá necesidad de ver más nocauts en este 2021 para seleccionar el más fulminante, el más estruendoso y letal de todos. Oscar Valdez consiguió retar al destino, nadó contra pronóstico, planificó una estrategia capaz de ejecutarla a la perfección en el ring, consiguió unas piernas de bailarín y consolidar su pegada pero sin quedarse en el perímetro de los acontecimientos. Se dedicó quebrar huesos y mandíbulas a la velocidad de la luz. El aguijón del Alacrán no logró aterrizar su veneno. En una guerra de mexicanos, Valdez conquistó al público. Demostró que todos estábamos equivocados: no solo tenía coraje envuelto en una valentía desmedida, sino también podía usar la cabeza para descargar sus metrallas, noqueando así en el décimo asalto a Miguel “el Alacrán” Berchelt y arrebatarle el cetro mundial del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) de las 130 libras.
Valdez mostró sus cartas desde el primer asalto. Entrar y salir era la estrategia: abrir la guardia de Berchelt, dejar una mina y luego estallarla cuando ya estuviera lejos de los puños de su compatriota. Se movió sin descanso desde el inicio, dejó un poco desajustado a su rival que no encontraba comodidad en sus combinaciones. Así consiguió ganar los primeros tres asaltos y medir su poder en el cuarto cuando puso en malas condiciones a Berchelt. Las piernas se le tambalearon con el volado descargado en seco, Valdez se soltó a liquidarlo pero el campeón lograba soportar el castigo con un pie en el más allá. Lo salvaron las cuerdas, pero el réferi hizo el conteo. Para Berchelt la pelea se había convertido en pura supervivencia, mientras Valdez maquinaba cómo acabar la función.
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Valdez decidió seguirse moviendo sin desesperarse por el nocaut. Berchelt parecía recuperado al ganar el quinto, sexto y séptimo asalto. No obstante, ese golpe del cuarto aún lo tenía aturdido. Cayó nuevamente en el noveno, resistió a las embestidas, pero se doblegó en el décimo. Valdez mantuvo el mismo ritmo de entrar y salir, y en esas aperturas martilló el rostro del monarca con la izquierda. Inmediatamente Berchelt se había petrificado, todos los televidentes asustados, mientras un estallido de júbilo sonaba en la esquina del nuevo campeón. Un alacrán había sido enterrado en la lona.