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Byron Bonilla fue el jugador más desequilibrante. LAPRENSA/OSCAR NAVARRETE

Y si empezamos a soñar… Bonilla, Barrera y Rodríguez deslumbran ante más de seis mil personas

Los jugadores estaban acelerados e imprecisos, pero atacando, era como si hubieran tomado un Red Bull y se creyeran tener alas. Poco a poco fueron ajustando las cuerdas

Confieso que me asusté con el inicio de partido de Nicaragua. Los jugadores estaban acelerados e imprecisos, pero atacando, era como si hubieran tomado un Red Bull y se creyeran tener alas. Poco a poco fueron ajustando las cuerdas, asociándose mejor y generando oportunidades con mayor claridad y más limpias las finalizaciones. Ante un rival como Belice, incapaz de incomodar a la tropa nacional, había que atreverse a buscar goles como si fuera una caja registradora. La Azul y Blanco funcionó en su operación ofensiva y cuando ya tenían el juego en las manos (3-0) pensaron en el duelo decisivo del martes contra Haití.

Más de seis mil personas llegaron al Estadio Nacional de Futbol. LAPRENSA/OSCAR NAVARRETE

El mejor jugador de Nicaragua fue sin duda Byron Bonilla. No necesitaba a nadie más para generar peligro, solo necesitaba el balón y a base de velocidad, enganches y encarar sin miedo a sus marcadores para estremecer la defensa beliceña elaboraba situaciones cercanas al gol. Le dieron mucho palo, patadas por doquier, faltas a lo descosido. Esa era la única manera de detenerlo y tuvo su recompensa en la segunda parte con el gol tras el pase de Juan Barrera. Bonilla tenía ese gol pendiente con la Selección Nacional para dedicárselo a su papá, fallecido recientemente. Le decía: “Gracias papá, este gol es para ti”. Tuvo que salir en la segunda parte porque no valía la pena arriesgar al más desequilibrante del equipo en juego definido.

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Lo de Richard Rodríguez es esperanzador. Verlo como cuando está en su mejor nivel da pauta para creer que se puede hacer algo contra Haití. Rodríguez lanzó un cohete de tiro libre para abrir el marcador, dejando retratado al arquero de Belice al ceder su poste y darle visado al tiro de Rodríguez. El jugador uruguayo nacionalizado nicaragüense supo distribuir juego cuando se tuvo la pelota, generó peligro y mostró su funcionalidad como cerebro, mientras Juan Barrera sigue ganando argumentos para pelear la estafeta de mejor jugador de todos los tiempos, asistiendo y anotando con la Azul y Blanco. El Iluminado estiró los músculos para tratar de repetir en Haití lo que hizo en 2017 en Managua.

LAPRENSA/OSCAR NAVARRETE

El único aspecto pendiente en la Azul y Blanco es la parte defensiva, sigue siendo una incógnita porque los rivales se han diluido ante el ataque nicaragüense y no han planteado problemas difíciles para descifrar en la zaga de atrás. No obstante, aún falta el día D. Por lo pronto empecemos a soñar.

Deportes Azul y Blanco Byron Bonilla Juan Barrera

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