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Inmortalidad de los derechos humanos

El 10 de diciembre es  el Día de los Derechos Humanos, en conmemoración de que en la misma fecha de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. 

La Declaración fue proclamada en París, porque allí  se aprobó el 26 de agosto de 1789  la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, legado precioso y fundamental de la Gran Revolución Francesa a la humanidad.

Cincuenta y seis de los sesenta y cuatro Estados que eran parte de las Naciones Unidas en 1948, aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los otros ocho se abstuvieron. No se atrevieron a votar en contra a pesar de que seis de ellos eran Estados comunistas totalitarios en los cuales no se reconocían los derechos humanos: la Unión Soviética, Bielorrusia, Ucrania, Checoslovaquia, Polonia y Yugoslavia; y los otros dos, Arabia Saudí y Sudáfrica, eran crueles dictaduras de otros signos ideológicos. 

La abstención de los Estados no democráticos impidió que la Declaración Universal de los Derechos Humanos tuviera naturaleza de tratado internacional y fuese obligatoria para todos los países miembros de las Naciones Unidas.

El Estado de Nicaragua votó en favor de la Declaración, a pesar que estaba sometido al dictador militar Anastasio Somoza García. Este, un año antes había derrocado al presidente Leonardo Argüello, pero por la presión externa no ejercía el poder de manera directa,  gobernaba de hecho por medio de un presidente títere  designado por el Congreso.

En todo caso, la dictadura somocista nunca respetó cabalmente los derechos humanos. Ni fueron respetados después de que los sandinistas derrocaron  al somocismo en 1979 e impusieron una nueva dictadura, que en aquel entonces solo duró 10 años. 

En realidad, los derechos humanos fueron respetados en Nicaragua hasta que doña  Violeta Barrios de Chamorro asumió el mando presidencial el 25 de abril de 1990, después de ganar a Daniel Ortega las elecciones del 25 de febrero anterior.

Desafortunadamente la primavera democrática de Nicaragua solo duró 16 años. Después de doña Violeta gobernaron  Arnoldo  Alemán y don Enrique Bolaños –también elegidos por los ciudadanos en comicios competitivos y transparentes– y sus gobiernos fueron respetuosos de los derechos humanos. Pero desde 2007 la situación cambio dramáticamente. 

En la actualidad no solo en Nicaragua los derechos humanos pasan por malos momentos. En muchos países se desprecia  el magno propósito de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de tener siempre validez, en toda época y  lugar y en cualquier cultura, pues son derechos inherentes a la naturaleza de la persona humana.

Setenta y tres años después de su aprobación en no pocos países los gobernantes no reconocen la validez universal de los derechos humanos. Según ellos eso depende de ámbitos geográficos, de tradiciones y culturas nacionales. Sostienen que la autodeterminación y la soberanía nacional les permiten reconocer o desconocer los derechos humanos, violarlos o respetarlos según su conveniencia.

Pero  la verdad es que todas las personas, occidentales u orientales, del norte o del sur del planeta, tienen la misma naturaleza humana y por lo tanto poseen iguales derechos y dignidad.

Sigue y seguirá siendo verdad lo establecido  en los considerandos de la Declaración, de que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad.” Y por lo consiguiente continúa y continuará teniendo validez el principio  de que  “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. 

Así será hasta que la humanidad desaparezca de la Tierra, si acaso algún día desapareciera.

Editorial derechos humanos
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