“Se ha decretado la ley marcial. Se va a aplicar de inmediato. Detengan la robadera”, anunciaba a través de un megáfono un guardia nacional desde una patrulla, el 24 de diciembre de 1972, recién ocurrido el terremoto que ese año destruyó el viejo centro de Managua.
Acto seguido se escuchan varios disparos, según se observa en un video que realizó el periodista Nicolás López Maltez, quien recuerda que esos balazos los realizó un guardia a una luminaria que estaba casi desprendida y quedó colgando. El guardia quiso terminar de desprenderla a balazos.
A finales de febrero de 1973, el general Anastasio Somoza Debayle, quien en ese entonces no era presidente, pero se erigió en la máxima autoridad de Nicaragua a partir de la declaración de la ley marcial, admitió que, tras el terremoto, y para detener los saqueos, habían sido arrestados varios saqueadores y algunos fusilados.
La admisión de Somoza fue divulgada por la agencia de noticias AP y reproducidas por el diario LA PRENSA en su edición del primero de marzo de 1973.
Bajo una nube de polvo
La caída de las casas de adobe, tras los tres sismos que hubo en la madrugada del 23 de diciembre de 1972 en Managua, levantó una nube de polvo que se prolongó durante varias horas.
López Maltez contó en El Nuevo Diario que en la mañana del 23 de diciembre no hubo saqueos, sino desesperación. “La gente está impactada y no se atreve a entrar (al centro de Managua) porque no sabe lo que hay. Tiene miedo”, explica el periodista.
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El historiador Roberto Sánchez Ramírez, ya fallecido, contaba que todavía en la mañana del 24 de diciembre, en las vitrinas de los negocios derruidos aún se podían ver los relojes, joyas y otras mercancías. Era época de Navidad y los comercios y las bodegas estaban llenas de productos.
Un periodista costarricense, Manuel Salguero, citado por El Nuevo Diario, contó en el diario La Nación que en la mañana del 24 de diciembre todavía se veía a los maniquíes revueltos con telas, perfumes, sombreros y “mil cosas más”. La mercadería estaba “al alcance de las manos”, relató.
Sin guardias
Cuando ocurre el terremoto, hay una junta de gobierno compuesta por tres personas presidiendo al país, un triunvirato, pero Anastasio Somoza Debayle es el jefe de la Guardia Nacional y se convierte en la verdadera autoridad, no solo en Managua sino también en toda la nación, tras la declaración de la ley marcial, aprobada el 24 de diciembre.
En su libro Nicaragua traicionada, Somoza cuenta que en la misma madrugada del terremoto trató de establecer contacto con todos los cuarteles de la Guardia Nacional, que funcionaba como ejército y policía, pero, no había ningún guardia.
Todos los guardias se habían ido a sus casas, a ver cómo estaban sus familias.
Managua estaba sin autoridad en esas primeras horas post terremoto.
Somoza escribió: “Muchísimos pensamientos asaltaban mi mente. Estaba seguro de que era imposible imponer la ley y el orden porque no teníamos personal suficiente para ello. En cualquier momento empezarían los saqueos y los robos, y cómo íbamos a distinguir entre buenos y malos. La decisión fue inmediata: El cumplimiento de la ley tenía que quedar en manos de las buenas gentes de Managua. Pudiera clasificarse mi decisión de imprudente y de descuido benigno, por la dependencia que la misma implicaba en el pueblo”.
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Para mitigar la falta de guardias en Managua, Somoza dice que le envió mensajes a los jefes de las delegaciones departamentales para que enviaran sus soldados disponibles a la capital.
El saqueo
Según diversas fuentes, quienes empezaron los saqueos fueron los delincuentes comunes. Pero pronto se sumaron habitantes de los barrios pobres, principalmente los que estaban en el llamado “cinturón de la miseria”, entre los que se encontraban La Tejera, Miralagos, Pescadores, Manchester y Acahualinca, entre otros.
En los videos que circulan en Youtube se puede ver a los ciudadanos cargando la mercadería saqueada.
La revista Science publicó que, cuando le gente se enteró que no existían guardias nacionales ni privados para detenerlos, tomaron de las casas lo que pudieron, así como de las tiendas, los almacenes, los supermercados y depósitos.
Surgieron rumores de que se provocaron incendios en varios puntos de la destruida capital para distraer la atención para el saqueo organizado.
Somoza mandó a construir, alrededor de la parte destruida de la capital, un cerco de alambres que impidiera a la gente entrar a esa zona, de manera que quedara controlada solamente por miembros de la Guardia Nacional.
Esa situación provocó otra suspicacia, según la cual ahora fueron los miembros de la Guardia Nacional quienes comenzaron a realizar los saqueos, ya expulsada la población civil.
Somoza, en su libro Nicaragua traicionada, se defiende de todas las acusaciones que sobrevinieron sobre él después, especialmente de que se le atribuyó haber robado la ayuda internacional que llegó desde diferentes países. El dictador también defendió a la Guardia, aunque someramente admite los saqueos de sus guardias.
“Tengo que admitir que sí hubo algunos saqueos por parte de algunos oficiales del ejército. No es mi intención pintar a mis hombres y a mis oficiales como santos. Algunos de ellos se aprovecharon del desastre para lucrar”, escribió el dictador.
Somoza recordó el caso de cuatro oficiales que saquearon un edificio y, tras ser confrontados, admitieron la culpabilidad. “Inmediatamente fueron expulsados del ejército, a pesar de que había atenuantes en el caso”, indicó.
Según Somoza, esas “atenuantes” eran que los oficiales habían sacado mercancía de edificios que estaban ardiendo en fuego y que habían sido abandonados por sus dueños. “Su defensa consistió en alegar que todo lo que quedaba en aquella tienda se iba a quemar de todas maneras”.
¿Mito o realidad?
Exguardias nacionales consultados por la revista DOMINGO, así como el historiador Nicolás López Maltez, aseguran que “es un mito” la aseveración de que Somoza ordenó a los guardias nacionales disparar en contra de los saqueadores.
Algunos exguardias, quienes piden el anonimato, indicaron que la orden fue detener los saqueos y arrestar a todos los saqueadores. Solamente disparar si los vándalos ignoraban la orden de asalto.
Una de las fuentes señaló que él estaba designado como guardia en la cárcel Modelo de Tipitapa y, como la cárcel de La Aviación fue destruida por el sismo, a todos los saqueadores los llevaron presos a la Modelo, por lo cual asegura que es falso que la orden fuera disparar a los saqueadores.
El exguardia señala que la Modelo era una cárcel para los prisioneros que ya habían sido juzgados, pero, por la emergencia, llevaron a esa prisión a quienes fueron hallados saqueando. “Yo los vi”, dice.
Sin embargo, el 28 de febrero de 1973, Somoza admitió las ejecuciones, según la agencia de noticias AP.
Somoza calificó a los saqueadores como “seres abominables que violaron la seguridad nacional”, tras aceptar que habían sido arrestados varios saqueadores y algunos fusilados.