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Jugando con el fuego de la guerra

A juzgar por las informaciones que difunden los medios internacionales, es casi inminente una nueva guerra entre  Rusia y Ucrania que podría arrastrar a Estados Unidos y los países europeos que pertenecen al Tratado de la Organización del Atlántico Norte (OTAN).

Analistas internacionales y diplomáticos dicen que en la actualidad son muy difíciles, por no decir imposibles, las guerras internacionales de grandes dimensiones y múltiples participantes, como la primera y la segunda Guerra Mundial del siglo XX.

Por el poder súper mortífero de los armamentos modernos, incluyendo los atómicos, pero también por el perfeccionamiento de los mecanismos políticos y diplomáticos para la solución de conflictos internacionales, se consideran poco probables guerras como las antes mencionadas. 

Inclusive, se asegura que la acumulación de armamentos y los grandes despliegues militares que hacen casi todos los Estados, en la medida de sus recursos, es solo por la antigua regla latina de que si quieres la paz debes prepararte para la guerra, establecida por el autor romano del siglo IV, Flavio Vegecio Renato en su obra clásica titulada De lo militar.

Pero si eso fuera cierto las guerras nunca hubieran ocurrido, o hubiesen sido muy pocas. La verdad es que los políticos gobernantes de los Estados de todos los tamaños y fuerza se preparan militarmente para defenderse cuando esto es necesario, pero en muchos casos para agredirse unos a otros y desencadenar la guerra cuando dicen que es necesaria por sus intereses nacionales y de Estado.

Guillermo Altares, periodista estelar del diario El País, de España, en un artículo de opinión sobre el tema escribe al respecto: “La guerra forma parte de la cultura de la humanidad. Las sociedades veneran a sus guerreros, les dedican monumentos y nombres de calles. Los textos literarios más remotos, el Antiguo Testamento, el poema de Gilgamesh y, sobre todo, La Ilíada, hablan de combates y de hazañas bélicas”. 

La historia le da la razón al periodista español. Los historiadores dedicados a indagar los asuntos bélicos aseguran que en los más o menos 5,500 años de historia de la humanidad, apenas en unos 300 años se ha vivido sin guerras. 

Pero no toda violencia ha sido ni es guerra. Los hombres primitivos practicaban la violencia porque era indispensable para subsistir. Sin embargo, la guerra propiamente dicho se comenzó a practicar hasta que fue creado el Estado. Solo cuando se establecieron las relaciones políticas entre la gente la guerra se planteó como la continuación de la política por otros medios, según la clásica definición del teórico militar alemán Karl von Klausewit.

Y desde entonces también algunos hombres particularmente ambiciosos y ávidos de poder, han jugado con el fuego de la guerra incendiando al mundo a menudo. Como el nuevo incendio bélico que podría causar ahora el líder autocrático de Rusia, Vladímir Putin, si cumpliera su amenaza de volver a invadir Ucrania y despojarla de más territorio.

“Los ucranianos merecen la posibilidad de planear sus vidas según sus propias aspiraciones y no a partir de obsesiones imperialistas de Putin”, dice la ucraniana Alyona Getmanchuk, directora de un centro de pensamiento enfocado en fortalecer los vínculos entre Ucrania y Europa. Y agrega que Occidente hará bien en recordar que “el fracaso de Ucrania no solo sería una victoria para el régimen de Putin, también significaría un golpe para la democracia global”.

Sin duda que ella tiene toda la razón.

Editorial
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