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Los procesos de Managua y la demanda de libertad para los presos políticos

En el comienzo de los procesos de Managua, que seguramente pasarán a la historia igual que otros sonados juicios políticos, fueron condenados los ciudadanos opositores Yader Parajón y Yaser Vado. 

Según pudieron conocer con dificultad algunos periodistas independientes —porque el proceso ha sido secreto, ni siquiera los familiares de los reos pudieron estar presentes—, la Fiscalía pidió las penas máximas de 15 años de prisión para Vado y diez para Parajón.

La condena a los dos primeros presos políticos en los procesos de Managua no ha sido una sorpresa. Es lo que se esperaba por el fuerte discurso gubernamental contra los presos políticos. Y por lo tanto lo mismo se espera para los demás acusados, sobre todo los más prominentes adversarios políticos del régimen, como la dirigente del Movimiento Renovador Sandinista (MRS) que ahora se llama Unamos, Margarita Vigil, cuyo juicio fue realizado ayer también a puerta cerrada. 

La verdad es que pocas personas, aparte de los familiares de los presos políticos, tenían esperanza en su absolución y liberación.

Pero la condena de los presos políticos, independientemente de la cantidad de años de prisión que les impongan, no significa que la campaña por su libertad haya fracasado y que se deba desistir de ella.

La verdad es que la demanda sigue vigente, después de ser condenados solo entra en una nueva etapa: de anulación de los juicios y condenas en la fase de apelación, o de indulto o amnistía si tal fuera el caso.

Para los familiares de los presos políticos la demanda de su libertad es un asunto esencialmente humanitario, un deber moral y un compromiso de amor. Por lo tanto, no pueden renunciar a ella ni siquiera en las peores circunstancias.

Para los movimientos políticos y sociales la campaña por la libertad de estos prisioneros de conciencia tiene también un componente moral humanitario. Pero sobre todo es un objetivo movilizador, un aspecto de su estrategia de lucha en el proceso de recuperación y reorganización de fuerzas, que objetivamente tienen planteado en la actualidad. 

Como sea, los familiares de los presos políticos y los movimientos opositores coinciden en esa misma demanda, y de alguna manera deben o pueden articular sus esfuerzos, sin perjuicio de que cada sector lleve a cabo sus propias tareas, a su manera y de conformidad con sus sentimientos y apreciación de la situación del país.

Y ojalá que más temprano que tarde los presos políticos sean liberados, para bien de la nación y sosiego de todos los nicaragüenses, incluso de quienes los tienen prisioneros y los están condenando.

Editorial juicios políticos presos políticos
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