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La añoranza de la democracia perdida

La historiadora estadounidense Anne Applebaum, advierte en su libro El crepúsculo de la democracia que el mundo democrático está “envejecido, frío y cansado”. Según ella esta situación le ha abierto la puerta a un fundamentalismo de derecha, pero también, agregamos nosotros, al populismo autoritario de izquierda.

Acerca de la tesis de Applebaum, el politólogo español Antoni Gutiérrez-Rubí, dice que la explicación radica en que hay en el mundo una “fatiga de la democracia”. Se trata de que los procesos y sistemas políticos se fatigan igual que los organismos humanos y los cuerpos metálicos. Y la fatiga en el terreno político es peligrosa, advierte Gutiérrez-Rubí. 

A su juicio, las protestas callejeras, el rechazo a los gobiernos y el incumplimiento de estos de sus promesas y obligaciones, son alimentados por las noticias falsas propaladas para desacreditar a la democracia.

La fatiga de la democracia es peligrosa, dice el politólogo hispano, porque las políticas públicas se vuelven ineficaces y se alientan las corrientes autoritarias, de derecha e izquierda, que prometen resolver los problemas de la gente, pero lo que pretenden realmente es quitarles sus derechos y libertades.

También se dice que la democracia ha fallado porque ha sido incapaz de satisfacer las necesidades económicas y sociales de asegurar para todos un nivel aceptable y digno de bienestar.

Pero, en realidad, como lo hechos dicho en otras ocasiones la democracia no ha fracasado, los que han fallado son los políticos que la han mal gestionado.

A pesar de todos sus defectos, la democracia sigue siendo la mejor forma de gobierno que ha existido hasta ahora. Y difícilmente existirá otra que sea mejor.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos consagró la democracia como el derecho de toda persona a participar en el gobierno de su país, ya sea de manera directa o por medio de representantes libremente  elegidos. Estableció que la voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público. Y ¿qué otro sistema de vida y de gobierno del pueblo y para el pueblo puede haber mejor que ese?

Se dice que nadie aprecia el valor de lo que tiene, hasta que lo ha perdido, lo cual es absolutamente cierto. En Nicaragua hubo de 1990 a 2006 una democracia que estuvo llena de defectos y limitaciones, más que todo por una oposición que usaba la fuerza y la violencia para “gobernar desde abajo” y no dejaba que lo hicieran bien los que habían sido elegidos por los ciudadanos.

A pesar de eso, las autoridades respetaban los derechos y libertades constitucionales y los derechos humanos. La justicia era defectuosa, pero independiente. Y no había presos políticos ni de conciencia.

Muchos menospreciaron aquella democracia porque no era perfecta. No supieron apreciar lo que tenían. Perdieron la democracia  por diversas razones y ahora lo lamentan. 

Tal vez  cuando se recupere la vida democrática, que no es posible saber cuándo, quienes ahora lamentan la pérdida de la democracia la puedan apreciar, fortalecer y defender como se debe.

Editorial Crisis en Nicaragua Nicaragua
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