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Día de solidaridad con los perseguidos por su religión

Mientras en Nicaragua varios sacerdotes y seminaristas católicos están en prisión y un obispo, monseñor Rolando Álvarez, se encuentra encerrado con casa por cárcel, el recién pasado lunes 22 de agosto transcurrió el “Día Internacional en Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Basados en la Religión o la Creencia”, instituido en 2019 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La ONU celebró esta jornada mundial sin hacer ruido, tal vez porque es de muy reciente convocatoria o porque no quiere molestar a los principales violadores del derecho humano fundamental a la libertad religiosa, que son las grandes potencias autoritarias: Rusia y China.

El Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Basados en la Religión o la Creencia (toda clase de violencia: política e institucional, física y propagandística), fue instituido por la Asamblea General de las Naciones Unidas por iniciativa de Polonia.

En este país europeo en el pasado, y hasta hace un poco más de 30 años, la gente sufrió mucho por la persecución religiosa, siendo el pueblo polaco extraordinariamente católico. Por eso fue providencial que el gran papa Juan Pablo II, cuyo nombre real era Karol Wojtyla, haya sido originario de Polonia.

En un artículo de opinión publicado con motivo de esta conmemoración, el ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Zbigniew Rau, ha dicho que para su país y gobierno la promoción de la libertad de religión o creencia es uno de los objetivos principales de su política internacional en el ámbito de los derechos humanos.

Informa el ministro polaco que en los últimos años se han celebrado las Conferencias Internacionales sobre Libertad de Religión o Creencia, en las que participan representantes gubernamentales y de la sociedad civil, así como líderes de diferentes confesiones religiosas. Lamentablemente en Nicaragua no se le presta atención a esos eventos, a pesar de que haya aquí persecución por motivos de religión.

“La libertad de religión o de creencias es un derecho humano fundamental        —señala el ministro polaco de Relaciones Exteriores—. En su núcleo está la libertad de profesar la religión que uno elija, así como de cambiar de religión o no profesar ninguna, y el derecho a manifestar sus opiniones religiosas. Es un derecho universal y es inalienable: nadie puede ser obligado a adoptar o abandonar una determinada creencia religiosa. Nadie debe ser discriminado por sus creencias”.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, lo mismo que las constituciones y leyes de la mayor parte de los países miembros de la ONU, consagran el derecho a la libertad de religión. Reconocen la necesidad de respetarla y los gobiernos se comprometen a cumplir el mandato, pero son muchos los que no lo hacen. Los casos de China, Rusia, Corea del Norte y Nicaragua, para solo mencionar algunos, son claros y odiosos ejemplos de que la persecución religiosa se sigue practicando impunemente.

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