El jueves 15 de septiembre, en el avión que lo llevaba de regreso a Roma desde Kazajistán —donde participó en el VII Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales— el papa Francisco volvió a hablar de Nicaragua.
Ha sido la segunda vez en menos de un mes que el sumo pontífice romano se ocupa de Nicaragua, desde que lo hiciera el 21 de agosto pasado después de un prolongado silencio, a pesar de la persecución que sufre la Iglesia católica de Nicaragua. Incluyendo el encarcelamiento de varios sacerdotes y el de un obispo, monseñor Rolando Álvarez, a quien el régimen retiene con casa por cárcel.
En agosto pasado, el papa habló sobre Nicaragua. Lo hizo de motu propio, después de rezar la oración del Ángelus en la Plaza de San Pedro. En cambio, el 15 de septiembre fue en respuesta a la pregunta de un periodista, interesado en saber qué opina el papa sobre la crítica situación de la Iglesia católica de Nicaragua.
Pero el papa Francisco volvió a ser breve y ambiguo. “En Nicaragua las noticias son claras —dijo—, hay diálogo, se ha hablado con el Gobierno. Hay diálogo, pero esto no quiere decir que se apruebe o desapruebe todo lo que hace el Gobierno”. Y agregó el santo padre que (en Nicaragua) “hay problemas y hay que resolverlos… hay cosas que no se entienden, que no se asimilan, pero nunca hay que detener el diálogo”.
Ante su falta de claridad, se puede suponer que el papa se refería a alguna negociación secreta del Vaticano con el régimen de Nicaragua. La que en todo caso sería necesaria para buscar el restablecimiento de la libertad religiosa, el cese de la persecución a la Iglesia y que se permita regresar a las misioneras de la Caridad que fueron echadas a principios de julio pasado. Según dijo el papa de manera significativa, esas religiosas “son revolucionarias, pero revolucionarias del Evangelio y se necesitan mujeres como ellas”.
El papa Francisco es el obispo de Roma y cabeza de la Iglesia católica mundial. Pero también es el jefe del Estado Vaticano y en esta condición podría estar negociando con el régimen de Nicaragua. Si es así, se puede comprender que lo haga en secreto.
“En silencio ha tenido que ser, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas… y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”. Así lo dijo José Martí en la famosa carta a su amigo Manuel Mercado, explicándole el sigilo que debió mantener en sus preparativos de la guerra por la independencia de Cuba.
Nosotros, como periodistas preferimos que el diálogo o negociación se haga al descubierto. Son asuntos de interés público los que se estarían discutiendo y por lo tanto deberían conocerse públicamente.
Pero si el sigilo es indispensable para conseguir los objetivos que persigue la Iglesia católica, la de Roma y la de Nicaragua, respetamos que se haga de esa manera. Si en verdad hay tal diálogo en secreto esperamos que tenga éxito, por el bien de la Iglesia y de Nicaragua.