En las últimas semanas las mujeres de Irán han hecho impresionantes demostraciones de lucha y sacrificio por la libertad, por su propia libertad.
La tiranía de Irán es una de las más rígidas y crueles del mundo. Allí toda la población carece de libertad y quienes protestan son brutalmente reprimidos. Pero es peor la situación de las mujeres, a las que por tradición y religión se les trata como seres inferiores.
Desde que en Irán se instauró la dictadura teocrática en 1979 —casi al mismo tiempo que la dictadura sandinista en Nicaragua—, las mujeres que hasta entonces gozaban de las mismas libertades y derechos que los hombres, no han dejado de protestar aunque sea de manera solapada. Pero el actual movimiento de protesta que ha sido reprimido salvajemente con el saldo de más de 80 personas muertas, es el más fuerte desde la instauración de la tiranía.
Este gran movimiento de protesta se desencadenó a raíz del asesinato de la joven estudiante Mahsa Amini, a manos de la “policía de la moral” que la detuvo por no andar bien puesto el hiyab.
El hiyab es un velo o pañuelo con el que obligatoriamente las mujeres se cubren la cabeza y el pecho cuando salen a la calle o están en cualquier lugar público. Según los clérigos estúpidos y fanáticos que detentan el poder, los hombres no deben ver las cabelleras de las mujeres porque les provoca lascivia.
Las protestas actuales de las mujeres iraníes se realizan bajo la consigna de “mujer, vida y libertad”. Donde pueden hacerlo, las mujeres quitan los retratos de los tiranos y ponen esa leyenda en su lugar. Además, se muestran sin el hiyab y se cortan el cabello.
En la historia milenaria y la cultura de Irán, cortarse el pelo tiene una poderosa significación moral. Dice la escritora iraní radicada en Gales, Reino Unido, Shara Atashi, que originalmente, hace más de mil años, las mujeres se cortaban el pelo como signo de tristeza, sobre todo ante la muerte de un pariente cercano. Con el paso del tiempo, ese sacrificio —porque las mujeres iraníes aprecian mucho tener el pelo largo— adquirió también la significación de protesta. Y tal es el sentido que las heroicas mujeres de Irán les están dando en la actualidad.
En Occidente muchas mujeres famosas —como la eurodiputada sueca Abir al Sahlani, y las estrellas de cine: la francesa Marion Cotillard, la española Penélope Cruz, la estadounidense Angelina Jolie y la sudafricana Charlize Theron—, se han cortado el pelo públicamente, con sus propias manos y tijeras, como muestra de tristeza por las mujeres iraníes asesinada por la dictadura, y en solidaridad con la heroica y justa lucha que libran por su libertad.
Lo que ha sido notorio es el silencio y falta de solidaridad de los movimientos feministas más radicales de Occidente, con la lucha de las mujeres iraníes por la vida y la libertad. Como también de los gobiernos democráticos.
Al respecto, el influyente periódico español de izquierda, El País, se ha visto obligado a lamentar en un editorial que “los gobiernos de Europa —los que lo han hecho, España entre ellos— han tardado al menos 10 días en exigir a los embajadores iraníes explicaciones de lo que sucede y emitir declaraciones —en mayor o menor medida de condena—, pero en la práctica apenas se ha ido más allá. Y resulta más decepcionante aún —dice el gran periódico hispano—, porque Occidente ha hecho de la lucha por la dignidad de la mujer una de sus señas de identidad, y cuando las iraníes se juegan su integridad al quitarse el velo durante las manifestaciones, deberían sentirse respaldadas por millones de personas en todo el mundo y por el compromiso real de los gobiernos que las apoyan”.
Lamentablemente así son las democracias. Lerdas y timoratas ante las agresivas tiranías que agreden sin escrúpulos a la gente —en este caso a las mujeres— de sus propios países.