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Xi Jinping y el pajarito chino de Deng Xiaoping

Los gobernantes de Nicaragua saludaron efusivamente a Xi Jinping por su reelección como secretario general del Partido Comunista y presidente de la República Popular de China.

“Hermano, compañero y camarada”, llaman Daniel Ortega y Rosario Murillo al dictador comunista de China, en el mensaje que le enviaron al concluir el XX Congreso del Partido Comunista, que aprobó su reelección. “Nos congratulamos de nuestras relaciones históricas, presentes —dice la pareja gobernante de Nicaragua a su camarada mayor chino—,  y Dios mediante futuras, aportando cada uno en su dimensión y su espacio lo que podamos, para seguir cambiando el mundo, hacia lo bueno y lo mejor que la humanidad merece”.

Previo a la reelección de Xi Jinping hubo una gran purga de sus rivales en el Partido Comunista y el Estado. Y los expertos en temas chinos aseguran que la reelección de Xi Jinping sepultó la reforma política que comenzó después de la muerte de Mao Zedong. Una reforma que —es necesario  aclararlo—era solo para el funcionamiento del partido comunista y el ejercicio del poder político, no para reconocer los derechos humanos de los ciudadanos chinos y democratizar la sociedad.

Las reformas fueron impulsadas por  Deng Xiaoping, líder supremo del Partido Comunista y del país desde diciembre de 1978 hasta noviembre de 1989. Su propósito era que no volviera a haber culto a la personalidad en China y nadie permaneciera en el poder por mucho  tiempo. A ese fin se estableció que el secretario general del Partido Comunista y a la vez presidente de la República Popular China, no podría estar en el poder más de dos períodos de cinco años cada uno.

Según Deng Xiaoping, para asegurar la perdurabilidad del comunismo chino la economía nacional debía abrirse al capitalismo, pues solo así se podría crear riqueza. Al mismo tiempo propuso ceder algunas libertades a la gente, pero sin que el Partido Comunista renunciara al monopolio del poder del Estado.

Según dice el periodista y sociólogo José Alberto Domínguez en un artículo publicado en Libertad Digital,  Deng Xiaoping razonó su propuesta de reformas usando la metáfora de un pajarito enjaulado:

“Si la jaula resultara ser demasiado pequeña, haciendo angustiosa y sofocante la vida dentro de ella, el pajarito se sentiría tan abatido y triste que acabaría muriendo de pura melancolía. Pero si, por el contrario, se le dejase libre para que pudiera volar allí donde se le antojara, el muy desagradecido no duraría ni un segundo en escapar…”

¿Qué hacer, entonces? Pues darle suficiente comida al pajarito y hacerle más grande la jaula para que se sintiera mejor, pero de ningún modo dejarlo en libertad. Deng Xiaoping sabía que la libertad es una necesidad humana.  De allí que aconsejara procurarle a la gente no solo bienestar material sino también algunas libertades, aunque no tanto como para poner en peligro la existencia del régimen comunista.

A eso le llaman el “socialismo con características chinas” que Xi Jinping lo ofrece al mundo como modelo. En realidad lo que se demuestra en China, tanto con Deng  Xiaoping como con Xi Jinping, es que en cualquiera de sus variantes: china, cubana o norcoreana, el comunismo es incompatible con la libertad y su enemigo más encarnizado.

Editorial capitalismo comunistas dictadura Economía libertad
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