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José Luis y Carlos son dos hermanos que migraron hacia Estados Unidos, pero en México tuvieron un accidente que los ha dejado en condición delicada. CORTESÍA

Endeudarse, migrar y accidentarse: la tragedia de los hermanos Reyes

Dos hermanos dejaron la casa de la familia empeñada en Managua para irse a Estados Unidos en busca de una vida mejor. En el camino encontraron la desgracia y ahora su madre y su hermana tienen una gran deuda y temor por su suerte en un hospital fuera del país.

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Carlos Uriel Galeano Reyes es el único que puede comunicarse con sus familiares en Nicaragua. Él está en una camilla del Hospital Regional de Altas Especialidades de Veracruz, en México. No sabe si va a poder caminar otra vez porque tiene la columna desviada y aunque tiene sensibilidad en las piernas, todavía no puede ponerse de pie.

También tiene un pulmón perforado que se le llenó de sangre. Los médicos tuvieron que drenar para salvarle la vida. Este joven de 27 años ya lleva poco más de una semana con leves mejorías, pero lo más importante, con vida, dice su hermana Carmen Velázquez Reyes.

Carmen es la hermana de en medio y Carlos es el “cumiche”. El mayor de los tres hermanos se llama José Luis Velázquez Reyes. Tiene 37 años y está en el mismo hospital que Carlos, pero en la sala de cuidados intensivos y en un estado mucho más delicado.

José Luis tiene fracturas en dos costillas y al igual que Carlos, uno de sus pulmones perforados. También sufrió daños en parte de sus intestinos, por lo cual tuvo que ser operado de emergencia para recomponerle el sistema digestivo. Tampoco se sabe si él podrá caminar nuevamente debido a que tuvo una fractura en la columna.

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La tragedia de los hermanos Reyes empezó la noche del pasado seis de octubre. Habían salido el 19 de septiembre de la casa de su mamá en Managua, la cual dejaron empeñada por 7,000 dólares para hacer el viaje hacia los Estados Unidos.

Cruzaron Honduras, Guatemala y se adentraron por México con rumbo a la frontera de Estados Unidos. La noche de ese seis de octubre, los hermanos Reyes iban junto a otros 14 migrantes en una camioneta Ford Expedition del año 2006 color crema con placas de circulación YLT528A, según reportaron las autoridades mexicanas.

En la autopista La Tinaja-Cosamaloapán, el vehículo se volcó cerca de la comunidad Loma de los Pichones, una zona de paso obligatorio para miles de migrantes que buscan llegar a Estados Unidos. Del accidente, ninguno de los dos hermanos recuerda muchos detalles porque iban dormidos.

Carlos solamente recuerda que unos paramédicos lo estaban atendiendo en el sitio y lo llevaron para un centro hospitalario. Su hermana Carmen cuenta que inicialmente los llevaron a hospitales separados, pero después los dejaron en el mismo porque ambos sufrieron daños en la columna.

Esa misma noche, antes de subir a la camioneta, los hermanos le habían enviado un audio por Whatsapp a su hermana Carmen y a su mamá del mismo nombre, para avisarles que estaban con bien en Veracruz y que en pocas horas continuarían su camino hacia el norte, pero ninguno se imaginó que el infortunio los esperaba en el camino.

José Luis es el mayor. Actualmente tiene 37 años y Carlos tiene 27 años. CORTESÍA

Las noticias de medio día

Carmen Reyes, la madre de los dos hermanos, se sentó como de costumbre a ver las noticias del mediodía el siete de octubre. Tenía en mente a sus hijos esperando a que cayera la noche para poder hablar con ellos nuevamente y le contaran cómo iba el viaje.

De repente, los nombres de sus hijos aparecieron en la pantalla del televisor y fueron pronunciados por la periodista que estaba presentando la noticia de un grupo de migrantes que se habían accidentado la noche anterior en una autopista en México.

Sus hijos no estaban en la lista de muertos, pero sí en la lista de lesionados. Las primeras investigaciones de las autoridades mexicanas indicaron que el accidente pudo haberse originado por exceso de velocidad, falta de precaución y una probable falla mecánica.

Esa tarde se le hizo eterna a doña Carmen, hasta que llegó su hija del trabajo y le comentó de la noticia. Las dos mujeres comenzaron a llamar a todos los hospitales de México para saber de los muchachos.

“Lo principal para nosotros era saber si estaban vivos y cuál era el diagnóstico de ellos”, relata la hermana de Carlos y José Luis, quien recuerda que su mamá estaba muy angustiada. En cada hospital al que llamaban las remitían a otro. Nadie les daba información. Estuvieron cuatro días sin saber de los dos muchachos.

Finalmente, una enfermera confirmó que Carlos y José Luis se encontraban en el Hospital Regional de Altas Especialidades de Veracruz. No les quisieron dar muchos detalles sobre su situación y de hecho, hasta la fecha, no les han brindado mucha información sobre el diagnóstico de los dos, pues según le explicaron a Carmen, solamente pueden hacerlo si llega un familiar de manera presencial.

Migrantes viajan hasta el norte de México para cruzar la frontera con los Estados Unidos. AFP

Lo que más le duele a la madre de los hermanos Reyes es no poder estar cerca de ellos en este momento. No es lo mismo estar hospitalizado en México que en Nicaragua. “Si fuera aquí, (en Nicaragua) uno se queda durmiendo en una silla. Estás ahí. Pero estamos tan largo”, comenta Carmen.

Por ello es que la madre de los muchachos ha estado haciendo todos los trámites necesarios para viajar a México y poder ver a sus hijos. Carmen relata que su madre primero tuvo que ir a sacar su pasaporte “ahorita que en Migración todo eso es un caos”, y la semana pasada pudo conseguir una visa humanitaria en el consulado de México.

Con la ayuda de familiares, vecinos y amigos, consiguió el dinero suficiente para el pasaje de avión y la próxima semana estará viajando a México.

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Familia endeudada

Antes de emprender el viaje a Estados Unidos, José Luis trabajaba en una empresa de estudios ambientales y su hermano Carlos, tenía poco más de un año en el desempleo después de haber trabajado como bodeguero en una empresa de bebidas gaseosas.

El plan de los hermanos era llegar a Estados Unidos donde una amiga de su hermana iba a ayudarles a conseguir empleo. Carlos tiene un hijo de ocho años y José Luis tiene una hija de siete.

Ahora, Carlos está en una camilla con sondas conectadas a su cuerpo y su hermano José Luis está en una sala de cuidados intensivos conectado a un aparato que le ayuda a respirar, según lo poco que ha podido saber la familia.

Aunque han recibido ayuda económica de amigos y familiares, las necesidades son mayores. Carmen todavía no sabe si el hospital en el que están sus hermanos les cobrará por la atención que han recibido todo este tiempo y la que falta, además de que deben costear la estancia de su madre en México por un tiempo indeterminado.

Los migrantes, al igual que los hermanos Reyes, utilizan todo tipo de vehículos para llegar hasta la frontera con Estados Unidos. AFP

Carmen tampoco sabe si podrán trasladar a sus hermanos a Nicaragua o si deberán esperar que continúen su recuperación en México. Y si tocara trasladarlos, tampoco sabe cuánto costará todo el proceso.

La familia no está pensando en deudas en este momento. No tiene cabeza para eso. Los nicaragüenses que viajan de forma irregular a Estados Unidos suelen pagar a un “coyote”, entre 4,000 y 5,000 dólares por persona para que los ayuden a pasar la frontera. Los hermanos Reyes llevaban poco más de 7,000 y con eso pensaban pagar por los dos. Todo ese dinero ya se perdió, dice Carmen.

Una de las enfermeras le ayudó a Carlos a conseguir un teléfono para que pudiera comunicarse con su familia en Nicaragua. Él habla casi todos los días con su hermana y su mamá, pero José Luis no.

Él está más grave y no puede hablar. De hecho, ni siquiera Carlos sabe qué tan grave es su situación porque, por ser un paciente, no le pueden dar detalles sobre otros pacientes, aunque sea su hermano.

“Ha sido toda una locura”, relata Carmen. Todavía no han empezado a pagar la deuda que dejaron sus hermanos por la casa y no está segura si podrán pagar a tiempo la primera cuota. Más bien, espera negociar con la persona que les prestó el dinero para pedir una prórroga y pagar la deuda poco a poco.

“Empeñamos nuestra casa para que ellos pudieran emprender ese viaje y pagarle al coyote. Nuestro pensar era que una vez que ellos estuvieran trabajando, se nos iba a hacer más fácil el pago de la hipoteca, pero ahora quedamos con la deuda y con mis hermanos graves”, lamenta.

La Prensa Domingo Estados Unidos migrantes Nicaragua

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