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¿Una nueva URSS, ahora en América?

El presidente izquierdista de Colombia, Gustavo Petro, ha pedido a sus colegas y camaradas, venezolano y nicaragüense, Nicolás Maduro y Daniel Ortega respectivamente, que se reincorporen al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Claro, Petro  se curó en salud y precisó que esas “son decisiones de ellos, obvio, y no las podemos imponer”.

     Al hacer esas peticiones el presidente izquierdista colombiano expresó que “la constitución democrática debe prevalecer porque al final —ganen derechas o izquierdas— en el nuevo espectro político debe prevalecer la protección”. Y, sorprendentemente, reconoció que el Sistema Interamericano de Derechos Humanos es una expresión de la “democracia liberal”. Sorprendente, decimos, pues por su naturaleza los izquierdistas —estén o no en el poder—han demostrado siempre una fobia implacable hacia ese sistema.

     Al respecto el diplomático chileno Héctor Faúndez, ha comentado en el diario venezolano El Nacional, que “reincorporarse al sistema interamericano significa regresar a la Organización de Estados Americanos (OEA), que, con todos sus defectos, tiene como eje central la promoción y respeto de los derechos humanos, y la preservación de la democracia en el continente”.

     Agrega el jurista y diplomático suramericano que “el logro más notable de la OEA es la construcción de un Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos que, con luces y sombras, ha establecido estándares que deben ser observados por todos sus Estados miembros, ha creado instancias como la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y ha diseñado procedimientos para la protección de los mismos”.

     Precisamente por eso fue que Venezuela, bajo la presidencia del extinto Hugo Chávez, denunció en septiembre de 2012 la Convención Americana sobre Derechos Humanos (o sea que dejó de ser parte de ese tratado internacional). Y por lo mismo, el dictador Nicolás Maduro,  denunció el 27 de abril de 2017 la Carta de la OEA, para sacar a Venezuela del organismo hemisférico, lo cual se consumó en  2019.

     Por igual causa Daniel Ortega anunció en noviembre de 2021 la salida de Nicaragua de la OEA, que será efectiva en noviembre de 2023. Además ocupó con la fuerza policial la oficina de la OEA en Managua y expulsó del país a su personal.

     Regímenes como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua no comparten los valores y principios contenidos en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la Carta Democrática Interamericanos, que son documentos fundamentales e irrenunciables de la OEA y el sistema interamericano. De manera que no parece posible que los regímenes de esos países quieran reintegrarse a la OEA y acatar sus principios y normas de funcionamiento.

     Lo que ellos quieren —y así lo han dicho— es que desaparezca la OEA con sus instrumentos de democracia y derechos humanos; y que sea sustituida por un organismo inocuo que no obligue a nadie a respetar normas y principios de la “democracia liberal”, que son incompatibles con el autoritarismo socialista, populista o revolucionario.

     Eso lo sabe el presidente colombiano Gustavo Petro. De manera que habrá que ver y saber qué se propone, al pedir a Maduro y Ortega que se reintegren al sistema interamericano.

     En realidad, como advierte el analista político peruano Franco Consoli, con el incontenible avance del socialismo en  sus diversas variantes se está formando de hecho una Unión de Repúblicas Socialistas Suramericanas. No igual a la extinta soviética sino una URSS de nuevo tipo en las Américas.

     Esto es posible, dice Consoli, “gracias a una ideología que se ha aprovechado de la ignorancia de la gente, de su humildad y de su falta de memoria, con una perorata atrevida y desmedida, llena de farsas, a la cual ningún representante de la derecha pudo contrarrestar…”

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