Muy pocos creían en él, pasó desapercibido en el hotel, opacado por los flashes a Chocolatito, sin embargo, Cristofer “el Látigo” Rosales brindó una espectacular pelea contra una de las joyas promesas del boxeo mexicano, Joselito Velázquez, dejando bocas cerradas y en silencio a los miles de mexicanos albergados en el Desert Diamond Arena. Los -tres jueces vieron tarjetas idénticas 97-93 a favor del Látigo, quien no encontró el golpe certero de nocaut, pero fue de menos a más, aprovechando la equivocación del azteca en quedarse en el centro del ring, queriendo probar que tenía más pegada y que podía noquear a un excampeón, grave error, eso le dio las condiciones al nicaragüense de para descargar con furia y remontar la pelea.
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“Ahora quiero a Rey Martínez”, anunció el Látigo emocionado por su labor. “Vengo con las condiciones iguales a la que tuve contra Daigo Higa cuando me coroné”, había anunciado y era cierto. El Látigo supo resistir a un insistente mexicanos en los primeros asaltos que descargó con contundencia y velocidad a los bajos y al rostro de Rosales. Fiel a su estilo de ir hacia adelante no rehuyó en ningún momento y curiosamente, aunque el castigó, era evidente el Látigo regresaba como si nada hubiera ocurrido.
Cuando el Látigo encontraba distancia para desarrollar sus combinaciones el mexicano hacía gestos de dolor, tenía el ojo derecho hinchado y la boca abierta. El Huracán empezó como un fenómeno, sin embargo, terminó con la lengua de fuera, el rostro abollado y sus ilusiones perdidas. Cristofer renació en Glendale, Arizona.