El 5 de noviembre Estados Unidos celebró su sexagésima elección presidencial. Estas remontan a cuando un pequeño grupo de aristócratas se reunieron en 1789 para escoger —y por unanimidad, por cierto— a Jorge Washington como el primer presidente norteamericano. A continuación, les brindo algunos datos interesantes —pero todavía preliminares—relacionados a la elección de 2024.
En primer lugar, hasta la víspera de la elección, las encuestas más prestigiosas apuntaban a una lucha reñida entre el expresidente y candidato republicano, Donald Trump, y la vicepresidente y candidata demócrata Kamala Harris. Sin embargo, los resultados no fueron tan cercanos como los encuestadores pronosticaron. De los aproximadamente 141 millones de norteamericanos que acudieron a las urnas, Trump quedó en primer lugar con el respaldo de 72.8 millones de ellos, igual aproximadamente al 52 por ciento de los que acudieron a las urnas. La “cosecha” de Harris resultó ser bastante más modesta: 68.1 millones de votos, equivalente a 48 por ciento de los votantes.
Segundo, a como lo saben los que les han dado seguimiento a las contiendas norteamericanas, en las elecciones presidenciales estadounidenses no son los votos populares los que determinan los resultados. Es quien obtiene la mayoría de los 528 “votos electorales” que los 50 estados y el Distrito de Columbia se reparten proporcionalmente a su población.
Trump ganó 40 de los cincuenta estados incluyendo Texas, el segundo más grande en población de la Unión Norteamericana, al igual que otros pesos pesados como la Florida y Nueva York, los números tres y cuatro, respectivamente. Harris, por su lado, ganó 10 estados incluyendo California, su estado natal y el que tiene la población más grande de la Unión Americana. Traduciendo estas cifras en los cruciales votos electorales, Trump ganó 312, igual al 58 por ciento de estos. Y Harris obtuvo los restantes 226 votos electorales, igual a 42 por ciento de estos. Por eso mencioné anteriormente que la elección no resultó tan reñida como anticipaban las encuestas. Más bien resultó en una victoria decisiva para Trump. Por cierto, esta es solamente la primera vez que Trump obtuvo una mayoría del voto popular. Ganó la elección presidencial en 2016, pero su contrincante en ese entonces, Hillary Clinton, obtuvo tres millones más votos que él.
En cuanto a los temas que resultaron más importantes para los electores estadounidenses, entrevistas a boca de urna señalan que la economía —que incluye subtemas como la inflación y el desempleo— era una de las inquietudes más citadas por los votantes. ¡Y esto a pesar que la economía estadounidense es la que más rápidamente está creciendo y que tiene tasas de inflación y desempleo más baja del mundo desarrollado!
Otros temas importantes fueron la inmigración, especialmente la ilegal, el crimen, el aborto y, por supuesto, la personalidad y la inclinación ideológica de los candidatos. También influenció la afiliación partidaria en el caso de aquellos votantes que eran demócratas o republicanos, los dos partidos más importantes norteamericanos.
Además de los temas mencionados arriba, muchos votantes declararon que votaron para afianzar la democracia estadounidense. Hasta hace poco, una preocupación por el estado de la democracia no había figurado en las contiendas estadounidenses. Sin embargo, ha cobrado importancia por la turbulencia que ha surgido en la política de la Unión Americana en la última década cuando políticos “progresistas” comenzaron a impulsar una agenda conocida como “políticamente correcta”. Esta consiste en reescribir la historia —o sencillamente borrarla— para promulgar su agenda izquierdista. El lanzamiento de Donald Trump a la rueda política es, en parte, una reacción conservadora al movimiento “políticamente correcto”.
Cierro con los resultados de la elección. En primer lugar, Donald Trump fue electo por una segunda vez a la Presidencia de la República. Asumirá su cargo el próximo 20 de enero por cuatro años. Segundo, a pesar de que en su discurso Trump ha sido crítico de los latinos, 45 por ciento de los votantes latinoamericanos lo apoyaron. Mi tesis es que muchos son de países en donde los gobernantes mandan con mano fuerte y que los inmigrantes latinoamericanos, especialmente los varones, están acostumbrado al estilo de Trump y no lo rechazan.
Tercero, los republicanos no sólo controlan al poder ejecutivo, sino que también tienen mayorías en el Senado y la Cámara de Representantes. Esto debería de facilitar la interacción entre la Casa Blanca y el Congreso, lo cual debería de beneficiar al país. ¡Veremos si pasa!
El autor fue canciller de la República y Embajador de Nicaragua en los Estados Unidos. Fue desterrado por la dictadura y ahora reside en Washington