Ana Salgado, terapeuta sexual y de pareja
A las mujeres desde muy temprano en la vida se les da mensajes negativos acerca de la sexualidad, lo cual es malo, feo y doloroso, porque ocasiona que sean vulnerables ante el hombre. Esto hay que evitarlo a toda costa porque cuando se casan el mensaje es otro: “cumplirle” al marido para que no se busque otra.
Es así que las mujeres deben cambiar súbitamente de forma de comportarse: de la guardiana de la virginidad y el decoro, la que se resiste a la perenne búsqueda del varón por sexo, a la que debe estar siempre dispuesta, abierta, disponible para los siempre constantes deseos del esposo.
Algunas logran hacer el cambio, pero la gran mayoría tiene dificultades para ajustarse. Lo confirman las altas estadísticas que tenemos con respecto a disfunciones sexuales femeninas: 7 de cada 10 mujeres en Nicaragua reportan algún tipo de disfunción sexual en algún momento de sus vidas, como falta de deseo y dolor durante la penetración.
Muchas veces estas dificultades en el ejercicio de la sexualidad tienen que ver con una educación sexual verdaderamente castrante para las mujeres. Lo peor es que esto se aprende muy temprano en la vida. A los 12 años, cuando a las instituciones se les empieza a ocurrir dar educación sexual a los niños, ya todo está implantado. Se pueden dar charlas para brindar información, pero la creencia (que es la base del comportamiento) ya está fija y toma tratamiento psicológico profesional para desmantelarla.
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