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ENRIQUE CAMPUZANO. LA PRENSA/CORTESÍA

Minicuentos

Bayardo Quinto Núñez Día vástago Era un extraño proyecto en donde la más tenue presunción propuso el plan, le dijo Octavio a Ernesto. Dramática circunstancia que delibera la imaginación, que efectivamente le da ocasión en el urgido tiempo, que tuvo que plagiar palabras patéticas, repuso Ernesto. El período de reflexión a esta necia conducta hace […]

Bayardo Quinto Núñez

Día vástago

Era un extraño proyecto en donde la más tenue presunción propuso el plan, le dijo Octavio a Ernesto. Dramática circunstancia que delibera la imaginación, que efectivamente le da ocasión en el urgido tiempo, que tuvo que plagiar palabras patéticas, repuso Ernesto. El período de reflexión a esta necia conducta hace que se disloque en la mañana de un hermoso día como nacimiento de un día vástago, y, como niño tierno, cosechando la hora de una especie sensata, replicó Octavio. Es verdad que no logro impedir la secreta morfología, pero el descubrimiento se publica en un libro como brújula de la gloria del héroe, dijo Ernesto. Desgraciadamente, sin límites el espejo del día se multiplica, cuadruplica o quintuplica y se cansa de abrir o cerrar las puertas del nuevo día, pero primero pasa por una noche oscura reveladora, como noche que agoniza y como delirio de excelentes metáforas, imposible de huir, porque aparece el nuevo día acosado por el insomnio, asintieron ambos amigos, mientras degustaban un cafecito calientito bajo la sombra rebuscada de una bujía del cocinero que esperaba que los frijoles estuviesen para cenar.

Contestó la seriedad

Tal vez ahora no me vaya tan mal como el otro día, aunque ganas de llegar al segundo y siguientes tengo. Una cosa extravagante quiero decirle señora seriedad o señorita seriedad, que desde lo más profundo de su ser pronto mirará las espuelas y ponga todo su coraje y maña. ¿O es qué acaso en su diálogo oyó el odio de la sangre y la muerte delirante? Claro que no, era aquel que vigilaba su agonía sin mirar para atrás. Mejor dicho “no existe el otro”, existe el que está, con destino que constituye secretos y versiones, que dan seguridad de generación de “hombres con estirpe” de eternidad. Hemos conversado este misterio y aunque el secreto es sacro, es ridículo, propicio, furtivo y paulatino como aquella capacidad de afirmar la verdad o la falsedad, pues ambas son verdades para quienes la argumentan, pero cual es la verdad verdadera, comentaban animosamente Joaquín y Leandro.

¡La Diosa y Musa!

Aún no he vacilado, pero la idea es abstracta e indolente, pues Vivett no quiere ser mi “Diosa y Musa” para llevarla en mis entrañas, le comentaba Flavio a Octavio. Pero ese hallazgo de Vivett no bajó por el ascensor, apareció en la oscuridad, que abrió la puerta y le causó tremenda sorpresa al ver el gravado ilustrado y erecto como pesadilla tangible, le contestó Octavio. Pero la maravilla de ella es su sonrisa exagerada, su boca hermosa, ojos almibarados chispeantes y la belleza de su cuerpo como aquel infierno habitual indispensable para sacarle una radiografía erecta, refutó Flavio. Entonces la realidad expresó: “Es increíble, el día prometido llegó, la Diosa y Musa y con simetría habitual, le advirtió al íntimo patio, que guardara el secreto, con él y contra su nombre”.  Entonces, como artificio, alianza y de posibles sinsabores, compartieron ambos primos a la Diosa y Musa.

La Prensa Literaria

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