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¿Pueden hablar los semiletrados?

La próxima división de la sociedad, en medio de las tribus de migrantes que presionan a las metrópolis, se definirán por estratos educativos, cuyos componentes raciales serán postcoloniales, en el sentido en que Foucault, en Genealogía y Racismo, los señaló para Estados europeos, antes de su nacimiento, con las luchas entre francos y galos en Francia y normandos y sajones en Inglaterra, en medio del asalto de bárbaros germanos al decadente imperio romano.

La próxima división de la sociedad, en medio de las tribus de migrantes que presionan a las metrópolis, se definirán por estratos educativos, cuyos componentes raciales serán postcoloniales, en el sentido en que Foucault, en Genealogía y Racismo, los señaló para Estados europeos, antes de su nacimiento, con las luchas entre francos y galos en Francia y normandos y sajones en Inglaterra, en medio del asalto de bárbaros germanos al decadente imperio romano.

Los semiletrados, como hongo en la campana de Gauss, están entre letrados e iletrados, que constituyen las “colas” en un extremo y otro. En términos numéricos, los semiletrados abundan en países postcoloniales y lo que importa es el cuadro de fuerzas que establecen con los otros estratos en nuestros países.

LAS “COLAS”

Los letrados tienen una escala interna que va desde el letrado básico, como los obreros o los ciudadanos en general que saben leer, escribir y manejan muy bien las cuatro operaciones aritméticas, hasta los de alto rango que, a su vez, van desde los que copian ideas ajenas, como los profesores, hasta los que crean sentidos propios y paradigmas originales, como los intelectuales. Estos últimos son los que usualmente se conectan con los círculos de poder, o de resistencias, con lo que a veces se confunden. En una época fue célebre el “despotismo ilustrado” entre ellos. Toda esta “cola” sacraliza la escritura como eje del más alto modo de pensar.

Los iletrados plenos son los que del todo no saben leer, escribir y establecen mil modos para moverse en el mundo letrado. Muchos son de origen urbano, contra el imaginario común que nos hace creer que la mayor parte procede del campo. A veces son el fruto de regresiones cuando dejan de ejercitarse continuamente en la lectura o en la escritura, como los alfabetizados que dejan de ser monitoreados. Se tiene la imagen de ellos de bárbaros desalmados y se les atribuye todas sus faltas y atrocidades a su carencia de educación, como si la educación resolviera todos los problemas.

EL HONGO

Los semiletrados pueden ser subdivididos en tres conjuntos: a) los clásicos; b) los postmodernos y c) los inmigrantes.

A) Los clásicos son aquellos que saben leer a medias, pero no pueden escribir. Lo que saben muy bien son dos de las cuatro operaciones aritméticas (sumar y restar), siendo más lentos para multiplicar y, aún más, para dividir. Muchos son frutos de deserciones escolares tempranas; otros, producto de decidirse por trabajar antes que estudiar; muchos, también, proceden de programas de alfabetizaciones relámpagos o educaciones para adultos. Son increíblemente prácticos y en los proyectos de los altos letrados que los halagan, y hablan por ellos, se les conoce como gente de acción y decididos a todo. Sus propios familiares les reclaman, a veces, cuando algunos alcanzan la educación superior, reconocimientos y consideraciones debidas. Las universidades lo primero que hacen con miembros de orígenes humildes es separarlos epistémicamente de sus familiares iletrados o semiletrados, hasta el grado de hacerlos sentir superiores. Los semiletrados, cuando llegan a leer periódicos escritos, usualmente prestados o en números atrasados, lo hacen con mucho esfuerzo, por el interés que les despiertan temas como deportes, páginas de sucesos, farándula y lotería.

B) Los postmodernos son aquellos que, sabiendo leer y escribir más o menos, bien prefieren informarse y educarse a través de los medios audiovisuales por la contigüidad y gratificación que les significa divertirse ahí mismo. Muchos de ellos pertenecen a estratos socioeconómicos altos y cultivan sistemáticamente el olvido, que les parece odioso, de leer y escribir, operaciones que a veces deforman por medio de técnicas de lecturas rápidas, chateos o iconología.

C) Los inmigrantes son aquellas personas que saben leer y escribir bien en su propia lengua, pero lo hacen mal en lengua ajena. Cultos en su idioma, se los observa torpes y desorientados, como campesinos en ciudades en una lengua que no dominan bien. Cuando se hacen bilingües combinan todo.

La relación de poder es fascinante y el hechizo que ejercen los intelectuales todavía es inmenso, al grado que cuando se habla del país legal en Latinoamérica, se sitúan a los letrados en él, y cuando se habla del país real, no sólo a los oligarcas, caciques y gamonales, como dice Carlos Fuentes, sino también a los mestizos semiletrados, a los aborígenes y a los afrodescendientes. La gente que los intelectuales emancipadores defienden nunca pueden leernos o comprendernos, de aquí que sean un invento y, en consecuencia, no puedan hablar.

Los dictadores latinoamericanos, déspotas ilustrados, no han sabido hacer mejor las cosas porque hayan sido letrados. Uno se pregunta, entonces, que no era necesario que la madre de aquel dictador boliviano de los años cuarenta hubiese deseado, de haber sabido que su hijo sería presidente, enseñarle a leer y a escribir.

La Prensa Literaria

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