Anabella Acevedo
Adentrarse en la obra poética de Rosa Chávez es una alentadora experimentación del sentido crítico, confesional y contestatario que la voz de las mujeres y los jóvenes tienen en la Guatemala de estos inicios de un nuevo milenio, la Guatemala de la postguerra, dirían algunos, de la insistente búsqueda por hacerse presente que muchos escritores jóvenes asumen en ese momento, con tal fiereza que ha intimidado a no pocos. Y más alentador aún es el hecho que, como joven mujer Maya K’iche’, Chávez asume una voz abierta y honesta, quizá enfrentándose a una tradición cultural en la que lo irreverente no necesariamente se percibe como un valor positivo. “Poeta, actriz, gestora cultural, animadora sociocultural, artesana, madre y estudiante de Leyes”, como ella misma se describe, Rosa Chávez lleva a cabo a través de la palabra una constante exploración personal que igual toca la temática de la identidad cultural como la de los espacios más íntimos de su ser mujer, a veces con una voz tan desgarrada y explícita que sacude hasta al lector más experimentado.
Mujer K’iche por línea paterna y Kaqchiquel por línea materna, Rosa Chávez nace en San Andrés Itzapa, Chimaltenango, Guatemala, en 1980. En 2003 se integra al colectivo Folio 114 y desde 2005 es parte del colectivo Caja Lúdica, con quienes desarrolla el proceso de Sensibilización Artística Cultural y promueve el arte comunitario del área urbana marginal y rural del país. Ha publicado Casa Solitaria (2005) y cuenta con un poemario inédito que será publicado próximamente y en el cual aborda el el tema del feminicidio desde la experiencia de vida de una mujer latinoamericana.
Una clave para la lectura de sus poemas la da la fotografía que la poeta eligió para que apareciera en Casa Solitaria. Allí la vemos desnuda, sentada contra una pared. En su poesía, esa desnudez se traduce en un discurso sin exceso de ropajes y adornos, de un sentido narrativo que por momentos le da a sus poemas la calidad de relatos mínimos, o de fragmentos de relatos que van completando una historia. Coloquial, autorreferencial, es claro que la poesía de Rosa Chávez continúa una línea ya establecida por poetas como Ana María Rodas, Aída Toledo y Regina José Galindo, para mencionar únicamente las más recientes y las que de alguna manera abrieron importantes puertas a la exploración de su condición de mujer frente a sí mismas y frente a los demás, con un lenguaje directo, por momentos desgarrador, y tomando la sexualidad como una vía de esa exploración, sin duda uno de los rasgos más singulares de hacer notar en la poesía de Chávez. Lo vemos claramente en estos poemas:
Arde vagina seca
clítoris vencido
saliva espumosa
gemidos calculados por minuto
lubricando las culpas
raspa el cuerpo ausente
arde clítoris hinchado
pedacito de nadie
arde, lástima,
esta soledad tan seca.
¿Qué voy a hacer sin tu olor Elena?
No me dejes serota
pisadita cabrona
¡Qué voy a hacer?
cuando piense en tu pusa
y no te pueda chupar
acariciar metértela
o sencillamente verte desnuda
dejame aferrarme a tu vientre
mamarte esos pechos tan ricos
consolame Elena
te amo y por eso deseo
que te vaya mal
bien pura mierda en la vida
para que volvas conmigo
disculpame Elena
andate comete el mundo
pero decime antes
¡Qué voy a hacer sin tu olor?
Llama la atención en estos y otros poemas, la insistencia por aludir a términos fisiológicos que no necesariamente serían considerados poéticos por algunos lectores, y sin embargo en la poesía de Chávez pasan a ser elementos de un rompecabezas existencial cuyo énfasis se encuentra dado sobre todo por la selección de los adjetivos, que van concediéndole su sentido al poema como totalidad. Para otros, por otra parte, lo ofensivo sería tocar temas tabú con un lenguaje tan que, algunos dirían, no pertenece al terreno de lo poético. Pero más allá de esta exploración de su condición de mujer, vemos también un interés por reflexionar acerca de la vida y sus dolores:
El corazón es un infierno
vena cava
profundas cavernas
aorta hijos y amantes
ochenta veces por minuto
se contrae carne
se dilata
como un instante
colgamos en la punta
de este infierno
palpitante.
Muy importante además, es el sentido de pertenencia étnica de esta poeta, sobre todo si pensamos que en un país como Guatemala, cuya población indígena es tan grande. Por eso mismo sorprende constantemente que, aunque la presencia indígena en la poesía ya estaba bien representada por poetas como Humberto Ak’abal, Maya Cú y Daniel Caño, por mencionar algunos nombres, esa representación dentro de la poesía guatemalteca contemporánea todavía sea insuficiente. Así pues, como poeta K’iche/Kaqchiquel, Rosa Chávez viene a enriquecer un panorama literario cada vez más fértil. Vemos poemas como los dos que aparecen a continuación, que celebran su condición étnica, pero también observamos poemas como el tercero, que explora más bien el lado más duro de dicha condición, en la cual aparecen elementos como la explotación y la pobreza.
A los nueve días
de mi nacimiento
el abuelo se fue al monte
en su morral mi ombligo
seco como la tusa
lo colgó en un árbol de aguacate
de allí proviene
la fuerza de mi espíritu
y la seguridad de mis pasos.
Tijax
destino de obsidiana
corazón de piedra rayo
filosas palabras
temblor de hueso y tierra
chay inframundo
cerro de pura piedra
corazón de las piedras.
..
hace un mes
vine a la capital
mi tata nos abandonó
y en la casa el hambre dolía,
yo trabajo en una casa
(la señora dice que de doméstica
aunque no entiendo muy bien que es eso,
me dieron un disfraz de tela
ese día lloré, lloré mucho
me daba vergüenza ponérmelo
y enseñar las piernas
la señora dice que todos en el pueblo somos shucos,
por eso me baño todos los días
mi pelo largo lo cortaron
Sin embargo, más allá de su exploración de la condición de mujer, o de la condición humana en general; y más allá del hecho de ser indígena, lo que vemos es una mujer que inicia su condición pública de poeta con una voz fuerte y un estilo propio, que sin duda se verá fortalecida por un ejercicio constante y cuidado de la poesía.
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