Por Rafael Mitre
Alma, sos de la costilla de mi alma.
Te encuentra el que todo lo perdió.
Te ama el que te piensa vuelta de la muerte.
Venís del aire, de la piedra.
Oís en los confines de mi cráneo.
Tan recóndita estás
que tu recuerdo tiene mil años.
Tan adentro
que al tocar mis cuerdas sonás angustias.
Moras en el sitio donde nace la música.
Tu silencio no cabe en la poesía,
tu silencio no cabe en la memoria de la noche.
Pues
ofrenda es el sigilo de los objetos,
lo que crece y estalla
lluvia en tu tierra.
Lágrimas -mares rodando a la nada- corran y háganle un espejo.
Atrápenla como en ámbar un insecto.
Queda el deseo de esa puerta cerrada y perdida.
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