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Mario Martz D´León. LA PRENSA/ARCHIVO.

Mario Martz D´León

LOS FALSOS SECRETOS DE LA MUERTE (pequeñas simulaciones) A Joel Flores La muerte: una niña perdida en Madrid es ingenua, tierna y melancólica. No sabe perdonar, pero dice estar enamorada del chico que simula morir en las cursivas líneas de este poema. No comprendo el porqué del empeño de los hombres malos, piensa y casi […]

LOS FALSOS SECRETOS DE LA MUERTE

(pequeñas simulaciones)

A Joel Flores

La muerte: una niña

perdida en Madrid

es ingenua, tierna

y melancólica.

No sabe perdonar,

pero dice estar enamorada

del chico que simula

morir en las cursivas líneas

de este poema.

No comprendo el porqué

del empeño

de los hombres malos, piensa

y casi sin fuerza

se envuelve en las sábanas

de una camilla

cuando escucha en la radio

la noticia de una mujer asesinada

en Ciudad Juárez.

En este suburbio rural

no se escuchan noticias como éstas, advierte.

Hay noches en que sonríe a la tristeza

—le avergüenza admitirlo—

pero no es ella quien sufre,

sino la niña de la televisión

que fue violada por su padre.

Esta vez

no seré humana con ellos, vacila.

Se toma un vaso con agua

Y con las manos a ciegas

en los bolsillos de su overol

emprende su nuevo camino

Mañana será otra niña muerta

y la mano que la invocó

será el homicida prófugo

de la página en blanco.

UN HOMBRE CANTA Y RECUERDA

«He aquí un hombre que canta
y recuerda…»

ARIS DISTEOS

a  Hardiel Vílchez

Por aquí vimos pasar

a los niños

que ahora son viejos.

Ya sé que el tiempo

es un joven avaro

que acusa a los buenos hombres

—antes que naciéramos

eran infantes felices

jugando a la guerra

con soldados de barro—.

Hice dormir al día

en el bolsillo de mi pantalón

y desde entonces

la noche construyó

casa en mi cuerpo.

Dejé desvanecer a las mujeres

que venían a mi encuentro

cuando torpe y sordo de corazón

me preguntaban por el amor

que un día perdieron

por temor a lo ignorado.

Hace tiempo que olvidé el horror

y la lástima

porque el antiguo silencio

dibujado en las hojas de los árboles

era la vida del hombre

que en esta ciega tarde

canta y recuerda su orfandad.

EN EL ORFANATO

a Eli y Enrique

En el orfanato

nos daban de comer

tierra húmeda

para burlar el hambre.

El aire de aquellos días

era una tarjeta postal

remitida por un

hombre encerrado

en una jaula con pájaros

cuyo mensaje,

era una caricia de auxilio

impresa en mi mano.

Mi tristeza, era el sueño

de la ausencia que paseaba

en bicicleta por las calles

de la adoptada infancia

de mis compañeros de cuarto

y el olvido, era la voz

de mi hermano gritando

desde el manicomio

que por favor,

no pronunciaran su nombre

si no volvía a ver a nuestra madre.

Una lectura de sus poesías en https://www.laprensani.com/tv/

La Prensa Literaria

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