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Nydia palacios especialista en la vida y obra de Rubén Darío. LA PRENSA/ARCHIVO.

Rubén Darío, melancólico capitán de la gloria

Nydia Palacios Vivas sólo necesitaba dos años para publicar una nueva colección de ensayos críticos sobre la obra dariana después de Nuevos asedios a Rubén Darío, publicado en 2007 por la editorial 400 Elefantes.

Por Steven F.White

Nydia Palacios Vivas sólo necesitaba dos años para publicar una nueva colección de ensayos críticos sobre la obra dariana después de Nuevos asedios a Rubén Darío, publicado en 2007 por la editorial 400 Elefantes. El título de su presente estudio Rubén Darío, melancólico capitán de la gloria proviene de otra alma torturada por la melancolía, el destacado poeta español de la generación de 1898 Juan Ramón Jiménez. Tanto Darío, el melancólico capitán, como Jiménez, con su coraza ceñida para empezar “la divina pelea”, son guerreros de la literatura y las luchas ontológicas y espirituales que definieron una época. Después de las batallas, sin embargo, cuando uno está sólo, agotado y herido, se pone el sol sobre la conciencia humana, como plantea Darío en su poema de 1900 “A Juan Ramón Jiménez”:

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?

 

¿Escuchas pensativo el sonar de la esquila

 

cuando el Ángelus dice el alma de la tarde?…

 

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?

Este es el estado melancólico teñido del color azul que propicia la perfección poética y, a la vez, una angustia existencial insoportable que sólo se alivia temporalmente cuando el creador se pierde en los paraísos artificiales. Pero cada viaje por medio del nepente, del humo o de otro cuerpo humano implica un regreso a la desolación y el miedo.

En el mejor capítulo de este libro, “Rubén Darío bajo el celeste imperio de la melancolía: un estado del alma”, que en 2008 fue la lección inaugural del VI Simposio Internacional Rubén Darío aquí en León, Nydia Palacios asevera que “la melancolía del poeta se origina en su entorno familiar, en el innegable erotismo de su creación poética y el paso del tiempo”. La autora relaciona esta condición con escritores de una variedad de idiomas del Renacimiento al Romanticismo, como, por ejemplo, Shakespeare, Cervantes y Baudelaire. Si nada perdura bajo la mirada implacable de Cronos, si el amor es imposible, y si no se pueden satisfacer nunca los deseos del ser humano moderno, el hablante lírico, como dice Palacios, “cae en el pesimismo vital”.

La distinguida Profesora Palacios, que obtuvo su doctorado en la Universidad de Tulane y enseñó en el nivel universitario tanto en Estados Unidos como en Nicaragua, ofrece en esta colección de ensayos una respuesta a dos preguntas imprescindibles: ¿Qué significa ser moderno? y ¿En qué consiste la originalidad? En los siguientes capítulos de Rubén Darío, melancólico capitán de la gloria, Palacios analiza la obra de Darío en relación con textos de escritores como Enrique González Martínez, José Asunción Silva, Delmira Agustini y Leopoldo Lugones y también autores posteriores reconocidos como Augusto Monterroso, Gabriel García Márquez y Sergio Ramírez por medio de un enfoque crítico que abarca la deconstrucción de Jacques Derrida y el lenguaje desacralizado, carnavalesco y paródico tal como lo formula otro crítico francés Gérard Genette. Este aparato crítico, bien empleado aquí, sirve para iluminar y entender mejor la obra del poeta nicaragüense que se enmarca en un diálogo intertextual que despierta lo que el crítico Harold Bloom ha caracterizado como “la ansiedad de las influencias”. En el libro The Anxiety of Influence: A Theory of Poetry de 1973 que estableció un hito en la crítica literaria occidental, Bloom afirma lo siguiente en una cita que traduce y reproduce Palacios en su estudio: “En un escenario antagónico, cada gran poeta, sufriendo de la ansiedad de la influencia, trabaja su propia individualidad y originalidad frente a los anteriores maestros”.

Si se considera a Darío como un antes y un después en este contexto, naturalmente hay que enfocarse en sus predecesores y también en sus seguidores. Sin embargo, hasta cierto punto este juego de voces aniquila el tiempo cronológico, porque todos los autores de distintos períodos literarios coexisten en una sola esfera, modificándose sin cesar. Es decir, Sergio Ramírez puede depender del intertexto de “Marcha Triunfal” pero, después de la novela ¿Te dio miedo la sangre? tampoco es posible leer este poema, uno de los más conocidos de Darío, de la misma manera.  

Ser moderno, según Palacios, significa romper jerarquías y subvertir lo oficial. ¿No es exactamente lo que hizo Darío para renovar la lengua castellana? Según afirma Nydia Palacios: “el movimiento modernista tan polémico que desafió el canon establecido, se volvió trangresivo por la ruptura de lo tradicional”. ¿Y no es lo que hacen los seguidores talentosos de Darío como en el caso otra vez de Sergio Ramírez en su novela Margarita está linda la mar, donde Darío aparece como un ser humano muy, quizás demasiado, humano: dipsómano, gordo e impotente entre las sábanas con una amante. Palacios analiza esta desacralización del poeta nicaragüense pero la rechaza por motivos éticos personales al declarar: “No comparto en ningún momento la representación de Darío en esta novela”. Para Palacios, este carnaval literario en la novela de Ramírez va más allá de lo que se puede permitir porque la autora considera que esta imagen de Darío en carne y hueso es una degradación, una falta de decoro. Es como si el afán de ser moderno por medio del hedonismo y la sensualidad tuviera un lado teórico aceptable y otro lado práctico despreciable, conviviendo en un conflicto eterno que toda persona admiradora de la vida y obra de Darío se ve obligada a meditar.

Ser moderno y ser original también implican poder parodiar a los poetas que le han parodiado a uno sin perder en ningún momento la genuina voz inimitable, que, según Palacios, es exactamente lo que hace Darío con el poeta argentino Leopoldo Lugones en su poema “Epístola a Madame Lugones”, donde opera un lenguaje coloquial, prosaico, y realista, sí, pero en largas coplas perfectamente simétricas en cuanto a sus hemistiquios tan darianos. ¿Darío está escribiendo antipoesía, o anti-antipoesía, o simplemente poesía que rompe esquemas en el buen sentido modernista? El diálogo entre Darío y Lugones que la Doctora Palacios describe en el tercer capítulo de su libro es especialmente fructífero, ya que hay ejemplos realmente extraños como lo que ocurre en los dos poemas que se llaman “Metempsicosis”: ¿será que el símbolo continuado del perro reencarnado de Lugones que se identifica con el hablante lírico es el mismo perro que comió a Rufo Galo en el poema de Darío? ¿Será que Lugones como mascota atrevida pretende consumir a su amo Darío en una feroz pelea intertextual?

Las ideas al final de Rubén Darío, melancólico capitán de la gloria de Nydia Palacios nos conducen a lo que afirma la autora al principio de su estudio sobre las fuentes que alimentan la melancolía del poeta que incluyen las dificultades que tenía en relación con su familia, el amor y una muerte cada vez más inminente a pesar de su escasa edad. Todo esto que señala la doctora Palacios tan acertadamente conlleva al dilema esencial de ser un individuo original en un contexto moderno.

La Prensa Literaria

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