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Henry Petrie.

Piezas para un cuento

¿Cuál es el secreto que tienen los escritores para crear sus historias? Ellos nos cuentan cómo las han ido construyendo y nos revelan algunas pistas de cómo pueden hacer los autores noveles aficionados a escribir relatos

Por Marta Leonor González

Henry Petrie:

Infinidad de historias

Para escribir un cuento siempre tomo en cuenta la acción y el conflicto. Es importante tener algo que contar, algo que realmente sea interesante, destacable. Existe infinidad de historias y temas, pero no todas son realmente para cuento. Es importante la definición o creación del personaje o personajes, que tengan una sólida identidad y fuerza de atracción. “Que psicológicamente esté bien definido, aunque se trate de un esquizofrénico o megalómano, lo que sea”.

“El cuento más efectivo, desde mi perspectiva, es el rotundo, el de la historia compacta, sin alargamientos innecesarios, sin palabreos de más. Considerar que no todo cuento tiene que ser una historia cerrada, muchas veces es mejor dejar finales abiertos, donde los lectores entren en procesos creativos propios. En este sentido, es muy importante el carácter interactivo del cuento, es decir, que entre en comunicación con el lector, a fin de que éste juegue un rol activo en la trama”.

Sin importar la complejidad de la historia, la estrategia o técnicas narrativas que se usen, el cuido del lenguaje es esencial. Éste debe ser amigable, debe servir como vehículo para el entendimiento de lo que se quiere contar. Por eso debemos indagar y auscultar el lenguaje a utilizar en cada cuento.

En cuanto a los ambientes propicios no hay ley. Cada cual busca el más apropiado, con el que se sienta a gusto. Entendiendo la creación como proceso íntimo es muy importante la soledad. El silencio, como para escucharse desde nuestro fondo interior. Para escuchar las voces que surgen e irlas hilvanando. Para mí las mejores horas son las nocturnas colindantes con las madrugadas. Pero todo depende de las circunstancias… Un escritor o escritora siempre sabrá encontrar el momento y sacar provecho de lo que se le presente como escenario o ambiente.

Edgar Escobar Barba:


En el minicuento entra la acción

Para escribir un cuento hay que contar, no relatar, no comentar, no anecdotar. Puedo tomar el relato, la anécdota, el comentario, para hacerlo cuento, y contarlo: cuenta, suma, enumera. Debe de tener acción, nudo, una trama. Es el género literario que busca la perfección, de ahí que muchos no le atinen ni sepan distinguirlo de un cuento con el relato. Si acaso, el relato se vuelve artístico y literario gracias a Lizandro Chávez y Fernando Silva. El cuento debe de tener magia. Algo pasa y en pocas palabras se cuenta el suceso. El minicuento, entran casi todos con acción, por su brevedad de 1 a no más de 89 líneas. En el cuento infantil entra la magia completa.

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El cuento es algo subyugante, donde hay grandes autores de todos los estilos, nacionalidades, y extensiones, con finales y principios de suma variedad. Un buen cuento atrapa desde el inicio. Sé el Dinosaurio de Tito Monterroso de una línea, a la novela corta de Aura de Carlos Fuentes, son cuentos, porque: cuentan.

Rosario Aguilar:

Pensar en claro

Es difícil dar recetas de cómo elaborar un cuento. No es mi especialidad porque  no me he dedicado a ellos, pero tengo muchos cuentos escritos por toda mi casa.

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Desde mi experiencia puedo decir que un cuento debe surgir rápido y desarrollarse igual. Sin pensarlo mucho. Intercalar palabras escritas con no escritas, sobreentendidas, que el lector o lectora comprendan sin leerlas porque son parte de la habilidad del escritor y del lector. Un juego mental. Lo que no se escribe y se puede leer claro, clarísimo.

Cualquier ambiente es propicio para escribirlo: mientras una se detiene en un semáforo en rojo en medio de cuatro esquinas en un tráfico intenso. Mientras se espera a que pase un funeral que lleva mucha o poca gente o música alusiva al difunto. Puede inspirarlo un ruido extraño en la casa o una sombra inusual. Una persona que camina hacia nosotras por la acera y no la recordamos pero sabemos que la conocemos. Una boda que marcha hacia Iglesia por la carretera: la novia de blanco, las damas de celeste y mitones, el novio de oscuro, los niños y mayores. Llueve y todos corren.  

Cualquier tema, cualquier anécdota, puede ser un cuento si el escritor lo quiere. Acaso el secreto consiste en dejar que las palabras fluyan, giren, se eleven, para que el cuento vuele como un cometa. ¿Habilidad? ¿Arte? ¿Experiencia? No lo sé. El cuento nace con alas propias.

Si hay dudas es mejor dejarlo reposar para que él mismo se configure en la receta tradicional: principio, desarrollo, fin. Pero se puede romper lo tradicional comenzándolo por el medio o el final y terminarlo por el principio. Es decir, desarrollarlo al revés para enderezarlo de nuevo. A veces resulta. Al menos a mí.

Daniel Pulido:

El cuento puede brincar

Una historia puede surgir donde uno menos se la espera: un chicle pegado a un asiento, un hombre morboso que tampoco atiende la conferencia por mirarle el trasero a alguna asistente, el que se duerme cabeceando, una mosca que revolotea, una conversación escuchada al vuelo. El cuento puede brincar desde cualquier lugar, en cualquier momento, puede estar parado en tu espalda ahora mismo, uno nunca sabe… pero por esa manía de mirón es que, la mayoría de las veces, salgo perdido de las conferencias, aunque sea rigioso a leer y a escribir. Lo único que se me queda son las historias bien contadas y, por supuesto, algunos versos que me mueven el piso, me paran los pelos y me persiguen durante toda la vida.

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Lo de escribir, en mi caso es simplemente una necesidad primaria de sobrevivencia, como comer, dormir o fornicar. No soy escritor de oficio riguroso, de esos que tienen horario fijo para sentarse a escribir y todo mate, creo que es cuestión de estilos o de hábitos, aunque obviamente es muy probable que si alguien se dedica a escribir religiosamente 4 ó 5 horas diarias (y sin que le paguen por ello) pues seguramente tiene, por lo menos, la vocación. En mi caso simplemente es un desespere por usar las palabras para inventar ficciones. A veces salen bien, a veces la encabo, eso siempre pasa. A veces quedo perdidamente convencido de que he escrito un tremendo cuento y me voy a dormir tranquilo y feliz.

¿Cómo iniciar un relato?

Lee todo lo que puedas. Nada puede “enseñar” a como escribir cuentos mejor que leer cuentos. Escoge autores que te agraden así como también autores clásicos. Pon mucha atención en la forma en la que los autores desarrollan los personajes. Escribe el diálogo y la estructura de los argumentos.

Reúne ideas para tu cuento. La inspiración puede llegar en cualquier momento, así que carga una libreta de notas o algo similar de modo que puedas escribir tus ideas a medida que aparezcan.

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Desarrolla los detalles. En el mejor de los casos, una historia debe tener una introducción, el centro de la historia y el desenlace.

Conoce a los personajes. Para que una historia sea creíble, los personajes tienen que serlo y sus acciones tienen que parecer inevitablemente guiados por su forma de ser. En otras palabras, debes saber lo más que puedas acerca de tus personajes, de dónde vienen sus motivaciones, sus miedos, sus gustos.

Determina la extensión de la historia . Los eventos principales en un cuento deben ocurrir en un período corto (días e incluso minutos) y típicamente no será posible desarrollar más de un argumento, dos a tres caracteres principales y un escenario.

Escoge quién contará. Existen tres puntos principales de vista desde donde se puede contar una historia: primera persona (“Yo”), segunda persona (“tú”) y tercera persona (“él” o “ella”). En una historia en primera persona, el personaje principal es el que cuenta la historia; en una historia en segunda persona, el lector es convertido en parte de la historia; y en una historia en tercera persona, es un narrador quien cuenta la historia.

Revisa y corrige . Una vez que hayas terminado la historia, vuelve a leerla, corrige los errores que puedas encontrar y observa que no haya errores semánticos. Haz una revisión general, asegúrate que la historia sea fluida, que los problemas de cada personaje sean resueltos de manera natural y que cada personaje en sí tenga una introducción apropiada.

Julio Cortázar:

Algunos aspectos del cuento

Tomen ustedes cualquier gran cuento que prefieran y analicen su primera página. Me sorprendería que encontraran elementos gratuitos, meramente decorativos. El cuentista sabe que no puede proceder acumulativamente, que no tiene por aliado al tiempo; su único recurso es trabajar en profundidad, verticalmente, sea hacia arriba o hacia abajo del espacio literario. Y esto, que así expresado parece una metáfora, expresa sin embargo lo esencial del método. El tiempo del cuento y el espacio del cuento tienen que estar como condenados, sometidos a una alta presión espiritual y formal para provocar esa “apertura” a que me refería antes. Basta preguntarse por qué un determinado cuento es malo. No es malo por el tema, porque en literatura no hay temas buenos ni temas malos, solamente hay un buen o un mal tratamiento del tema.

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Tampoco es malo porque los personajes carecen de interés, ya que hasta una piedra es interesante cuando de ella se ocupan un Henry James o un Franz Kafka. Un cuento es malo cuando se lo escribe sin esa tensión que debe manifestarse desde las primeras palabras o las primeras escenas. Y así podemos adelantar ya que las nociones de significación, de intensidad y de tensión han de permitirnos, como se verá, acercarnos mejor a la estructura misma del cuento. Decíamos que el cuentista trabaja con un material que calificamos de significativo. El elemento significativo del cuento parecería residir principalmente en su tema, en el hecho de escoger un acaecimiento real o fingido que posea esa misteriosa propiedad de irradiar algo más allá de sí mismo, al punto que un vulgar episodio doméstico, como ocurre en tantos admirables relatos de una Katherine Mansfield o un Sherwood Anderson, se convierta en el resumen implacable de una cierta condición humana, o en el símbolo quemante de un orden social o histórico. Un cuento es significativo cuando quiebra sus propios límites con esa explosión de energía espiritual que ilumina bruscamente algo que va mucho más allá de la pequeña y a veces miserable anécdota que cuenta.

Fragmento. (Originalmente publicado en Diez años de la revista Casa de las Américas , nº 60, julio 1970, La Habana)

Horacio Quiroga:

Recetas para historias

El comienzo de un cuento no es, como muchos desean creerlo, una tarea elemental. “Todo es comenzar”. Nada más cierto; pero hay que hacerlo. Para comenzar se necesita, en el noventa y nueve por ciento de los casos, saber adónde se va. “La primera palabra de un cuento —se ha dicho— debe ya estar escrita con miras al final”.

De acuerdo con este canon, he notado que el comienzo exabrupto, como si ya el lector conociera parte de la historia que le vamos a narrar, proporciona al cuento insólito vigor. Y he notado asimismo que la iniciación con oraciones complementarias favorece grandemente estos comienzos. Un ejemplo: Como Elena no estaba dispuesta a concederlo, él, después de observarla fríamente, fue a coger su sombrero. Ella, por todo comentario, se encogió de hombros.

Yo tuve la impresión de que un cuento comenzado así tiene grandes probabilidades de triunfar. ¿Quién era Elena? Y él, ¿cómo se llamaba? ¿Qué cosa no le concedió Elena? ¿Qué motivos tenía él para pedírselo? ¿Y por qué observó fríamente a Elena, en vez de hacerlo furiosamente, como era lógico esperar?

Véase todo lo que del cuento se ignora. Nadie lo sabe. Pero la atención del lector ha sido cogida de sorpresa, y esto constituye un desiderátum en el arte de contar.

Existe un truc singular, poco practicado y, sin embargo, lleno de frescura cuando se lo usa con mala fe. Este truc es el del lugar común. Nadie ignora lo que es en literatura un lugar común. “Pálido como la muerte” y “Dar la mano derecha para obtener algo”, son dos bien característicos.

La Prensa Literaria

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