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LA PRENSA/ AGENCIAS

Taxi

Pedro es un comerciante que venía de la zona central de Nicaragua a Managua a hacer compras, hombre fornido de casi 6 pies de altura y unas 220 libras de peso, vestido de blue jean, camisa a cuadros mangas largas, faja ancha con hebilla mostrando la cara de un toro, de botas y sombrero, anda consigo un hermoso anillo de oro con un pequeño diamante, reloj, una cadena en el cuello y mucha plata en efectivo en la bolsa. Salió de la terminal de buses del Mercado Mayoreo, necesitaba llegar al Oriental, hace parada a un taxi, negocia precio y se logran poner de acuerdo de manera rápida.

Por Melvin Sotelo

Pedro es un comerciante que venía de la zona central de Nicaragua a Managua a hacer compras, hombre fornido de casi 6 pies de altura y unas 220 libras de peso, vestido de blue jean, camisa a cuadros mangas largas, faja ancha con hebilla mostrando la cara de un toro, de botas y sombrero, anda consigo un hermoso anillo de oro con un pequeño diamante, reloj, una cadena en el cuello y mucha plata en efectivo en la bolsa. Salió de la terminal de buses del Mercado Mayoreo, necesitaba llegar al Oriental, hace parada a un taxi, negocia precio y se logran poner de acuerdo de manera rápida.

El taxista despierta cierta sospecha en Pedro, pero como van dos niños con él, la misma se disipa inmediatamente. Pedro llama a su mujer, mientras sube al taxi, para pedirle que le pongan recarga a su celular para llamar a unos parientes en Managua.

El taxista le dice a Pedro que pasara dejando a los niños por su casa, que si no le importa; Pedro buena gente, le dice que no se preocupe. El taxista da miles de vueltas y se mete en un asentamiento del Distrito VI, llegan a una casita, ubicada un poco más allá de un asentamiento, que parece en abandono. Pedro se sorprende de la situación de marginación que viven esa pobre gente, y no se le pasa ninguna idea que pueda significar peligro, además piensa en sus adentros, tengo una pistola. Una mujer que aparente ser la madre de los chavalos, sale al encuentro del taxista para recibir a los niños, le dice al conductor que tiene que contarle algo personal, Pedro se baja y se queda afuera del taxi, la mujer le ofrece algo de tomar, lo cual acepta gustosamente. Minutos después Pedro siente que la cabeza le da vuelta, entra en estado de sopor y se queda dormido, lo meten de arrastra a la casa.

El taxista y la mujer acuerdan que el primero vaya a dejar a los niños a quien antes había recogido en unos semáforos de la Carretera Norte y eran la excusa para que se confiara la persona que pediría el servicio de taxi. A su regreso encuentra a Pedro dormido, en el entretanto lo habían despojado de todo, se medio despierta desorientado, no sabe cómo llego ahí, no reconoce a la gente con quien está, peor aún esta amarrado. Los raptores tampoco saben qué hacer con el, ellos tenían previsto robarle todo y dejarlo abandonado, pero se despertó antes de que ellos se marcharan.

Los niños preadolescentes, ya de vuelta en los semáforos comentan entre sí lo extraño que les pareció como el hombre que llevo el taxista se quedara dormido después de lo que le dieron. Estaban preocupados y tienen cierto remordimiento, se preguntan si debían decirle a sus padres, que recién habían llegado al semáforo para buscarse la vida, ante la ausencia de trabajo, de que habían recibido una paga para distraer a alguien que después seria víctima de un robo en un lugar abandonado y además de que fueron sentenciados que algo les podía pasar si lo delataban.

La mujer le dice al taxista que le vuelvan a dar la misma bebida para que Pedro se duerma nuevamente porque todavía esta bajo los efectos, lo dejan abandonado en el lugar les da tiempo de desaparecerse, para cuando despierte ellos estarán lejos del lugar, pero además una segunda dosis lo puede hacer perder aún más la memoria y no recordarse de ellos.

Pedro caminaba una pistola que se la quitó el taxista mientras dormía, los raptores preferían no matarlo porque el tiro podía oírse. Al taxista le parece buena la idea de volverlo a drogar, pero tenían que ir a comprar la droga y la gaseosa para dársela, sale a la búsqueda, se lleva la pistola consigo, el acuerdo era que si Pedro recobraba la memoria, ya no le darían la droga, sino que lo matarían con la misma pistola que él portaba.

La mujer de Pedro lo había llamado varias veces y éste no contestaba. Los niños deciden decirle la verdad a su padre, quien inmediatamente acompaña a sus hijos a la policía, éstos le cuentan al oficial de guardia, pero éste no da crédito a lo que dicen los niños, a pesar que le detallan como andaba vestido el señor, donde lo llevaron la placa del taxi. Aún así, les dice que no le hagan perder el tiempo, que están muy ocupados, los niños decepcionados salen de la estación de Policía. La mujer de Pedro tiene el presentimiento que algo mal le pasa a su marido ya son demasiadas las veces que ella ha llamado y le sale sólo el buzón de voz. Se le ocurre la genial idea de llamar a la policía del distrito, se comunica con el oficial de turno, el oficial le pregunta cómo andaba vestido su marido y cuál es su aspecto, tomando en cuenta que los datos coincidían, inmediatamente manda a buscar a lo chavalos que por suerte todavía estaban esperando tomar el bus.

El taxista regresa, Pedro ha recobrado la memoria se acuerda de lo sucedido, la mujer y el hombre comienzan a discutir, él se inclinaba por matarlo y ella, por obligarlo a darle la droga para que les diera tiempo de hacerse humo.

Los policías, por órdenes de la Jefa del Distrito, salen al rescate del comerciante, pero dejan la camioneta a 200 metros, para no alertar a los captores, quieren evitar una tragedia y avanzan a pie al lugar. Los captores tratan de darle la bebida a su víctima que aunque amarrado resiste cerrando la boca, ese forcejeo dilata unos tres minutos ellos están entretenidos y no logran percatarse que la policía ya está apostada lista para entrar. El supuesto taxista le dice a la mujer que lo van a matar, tiran al piso a Pedro, justo en ese momento entra la Policía y logra capturar a los delincuentes.

La Jefa Policial del Distrito luego de darle algunos consejos a los niños en su oficina, hizo un pequeño acto donde reconoció su valentía, les impuso una medalla y recomendó a los policía dar crédito a los niños, el comerciante agradecido les regaló unos realitos para que compraran útiles escolares. Los niños con mucha alegría contaban esta historia orgullosamente a sus amiguitos y le mostraban la medalla.

La Prensa Literaria

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