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Chaplin, el personaje en torno al cual construyó gran parte de su carrera cinematográfica y que le dio fama universal fue el de vagabundo. LA PRENSA/CORTESÍA

80 Años de cine sonoro

A las ocho de la noche del domingo primero de junio de 1930, en el salón del Teatro Excélsior, de León, se exhibió por primera vez una película sonora en Nicaragua, y cinco días después, el viernes 6 de junio, se hizo lo mismo en el Teatro Margot, de Managua.

Por Karla Gaitán Morales

A las ocho de la noche del domingo primero de junio de 1930, en el salón del Teatro Excélsior, de León, se exhibió por primera vez una película sonora en Nicaragua, y cinco días después, el viernes 6 de junio, se hizo lo mismo en el Teatro Margot, de Managua. El acontecimiento provocó mucho asombro a los espectadores, acostumbrados al cine silente, que presentaba películas con rotulaciones que narraban lo que algún personaje pensaba o decía para mejor entendimiento del desarrollo del argumento, mientras un pianista o una orquesta completa acompañaban la presentación tocando al pie de la pantalla —ya que la proyección no podía transcurrir en silencio total— y para avivar las emociones con partituras que trataban de seguir el espíritu de lo que se veía en las cintas: suspenso, tragedia, drama o comedia.

Recibido con asombro, placer y aceptación por el público nicaragüense, el cine sonoro llegó a Nicaragua dos años después de haberse estrenado en Estados Unidos y desde ese país llegaban las noticias sobre el acontecimiento: cómo funcionaba, las respuestas del público, su utilidad, la inconformidad de los cine-videntes. Esas noticias, las buenas y las malas, habían creado expectativas en Nicaragua y de esa manera, con tantas publicaciones en los periódicos y revistas nacionales y la influencia que éstas provocaban, la mayoría del público nicaragüense se mostraba escéptico, tanto así que se dividió en dos bandos, los que estaban en contra y los que estaban a favor.

El cine con sonido no fue bien recibido por las grandes compañías o personajes de la pantalla que estaban de moda y eran muy aclamados en ese momento; por parte de ellos hubo protestas, publicación de manifiestos y quejas sobre el hecho de la adhesión del sonido al cine: unos pensaban que ya no era arte y que con eso se arruinaba, y otros, que ese paso significaba el progreso y desarrollo de la cinematografía hacia la modernidad. La llegada del sonoro arruinaría la gracia y principal atracción de los cómicos del cine silente, que eran geniales precisamente por realizar cine mudo, como Buster Keaton y Charles Chaplin.

El Teatro Excélsior era administrado por la Empresa Orozco y el Margot por su propietario, don Sebastián Allegrett. Las publicaciones periodísticas de la época atribuyen a cada una de estas dos empresas el honor de haber sido la primera en presentar cine sonoro en Nicaragua.

Pero los archivos de los diarios entre las fechas de mayo y julio de 1930 indican que fue en León donde ocurrió ese acontecimiento histórico, en el Teatro Excélsior y no en Managua, como se podría creer leyendo algunas noticias aisladas en los medios que circulaban entonces en la capital.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que esas dos empresas hacían con sus estrategias publicitarias para mostrar al público que eran las primeras y mejores en todo, la película expuesta en ambas pantallas fue la misma, El ángel pecador , producida en Hollywood en 1928. Entre las notas que aclamaban al Teatro Excélsior sobre este importante evento, leemos en la revista leonesa de circulación quincenal Cine Latino : “Inauguración del cine parlante. La Empresa Orozco, después de laborioso y constante estudio para presentar como se dice el cine parlante, hoy puede decir que dará grata sorpresa al público, haciéndole oír y ver lo que en la actualidad es la meta más descollante del arte modernísimo”. El Diario de Occidente, de León, publicó un titular grande: “El debut del Parlante en el Excélsior”, y la nota: “Un gran éxito tuvo la Empresa del Salón Excélsior con su debut del cine parlante, que había venido anunciando y que por uno u otro contratiempo no había podido estrenar”. El diario El Centroamericano escribió: “El resonante éxito del Excélsior el domingo. El domingo concurrimos al Cine Excélsior a fin de darnos cuenta personalmente del funcionamiento del cine parlante, del cual tanto se ha hablado en los últimos tiempos, unas veces a favor y otras en contra”.

Sobre la proyección en el Teatro Margot, en Cine Latino se comentó: “Un lleno completo hubo anteanoche en el Cine Margot, atraído por la fama de la película que se llevó a la pantalla y por la novedad del cine sincrónico y parlante que se exhibió”; y el diario La Prensa: “Puede decirse que el público da respeto no sólo al éxito del espectáculo, sino que por el contrario, la confianza que les inspira la Empresa Margot lo llevará hasta sus salones para admirar la más reciente obra del arte cinematográfico”.

Una vez que se estableció el cine sonoro en territorio nicaragüense, las películas comenzaron a estar en las carteleras durante más días y se acomodan en los horarios hasta dos y tres obras en una misma semana. Había tal demanda que se abrió proyecciones en horarios de noche, tarde, mañana y mediodía los domingos, ya que el espectador se abocaba a la cultura cinematográfica con mayor acogimiento, no cabían tantas personas en las pequeñas y modestas salas en cada función. Este cine llegó a las diferentes ciudades del país en fechas distintas, todo dependía de los recursos económicos de los empresarios y de la demanda que había en cada pueblo. Por ejemplo, a Chinandega llegó en noviembre de 1931, a un año y medio de la llegada oficial de éste al país. La película que se proyectó en la ocasión fue Sombras de Gloria , en el popular Cine Alhambra; después se proyectó en Masaya, Granada, Rivas y otras ciudades de la zona del Pacífico de Nicaragua.

El “cine parlante”, como le llamaban en aquella época, llegó para quedarse, y a pesar de tantas discusiones en Europa y Estados Unidos sobre si la adopción del sonido era o no beneficiosa, en Hollywood se reconoció a éste en sus premiaciones anuales al arte cinematográfico: el segundo filme seleccionado como mejor película del año para el premio Oscar en 1929 fue un musical, The Broadway Melody , de Harry Beaumont; y en 1930 se entregó el primer Oscar en la categoría de sonido a Douglas Sheareer y al Departamento de Sonido de la Metro Goldwyn Mayer, por la película The Big House , de George Hill.

La Prensa Literaria

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