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Ilsutración de Popol Vuh realizada por Nivio López Vigil. la prensa/Cortesía.

Cuentos de magia y color

“La ilustración no es un adorno de las palabras sino otra forma de hablar”, explica Nivio López Vigil al empezar la entrevista. Comenta que cada figura, cada color, es una forma impactante de llegar al lector. Es lograr una conexión envolvente, impredecible, pero sobre todo generar una sorpresa al receptor.

Por Tania Sirias

“La ilustración no es un adorno de las palabras sino otra forma de hablar”, explica Nivio López Vigil al empezar la entrevista. Comenta que cada figura, cada color, es una forma impactante de llegar al lector. Es lograr una conexión envolvente, impredecible, pero sobre todo generar una sorpresa al receptor.

De apariencia un poco tímido, rompe el hielo a medida que habla de su arte. Su mayor orgullo afirma es el haber ilustrado más de cien libros para niños, entre ésos El Quijote, Hansel y Gretel, los cuentos de Edgard Allan Poe, y el Popol Vuh .

Su principal interés —dice el ilustrador— es mantener cautivo al pequeño lector que pasa la mayor parte del tiempo frente al televisor o la computadora.

Nivio López Vigil es el menor de cinco hermanos, nació en Cuba, pero radica en España desde los 4 años de edad. Tiene pocos recuerdos de su natal Habana, ya que su padres decidieron abandonar el terruño en 1963, tres años después del triunfo de la revolución cubana, pues sus vidas peligraban.

“Mi padre, Nivio López era de profesión periodista, pero además de ideología muy católico, eso provocó una fricción muy grande con la revolución cubana, y tuvimos que sufrir una migración ideológica”, recuerda su hermana María López Vigil.

Agrega que a diferencia del resto de cubanos que emigran hacia Miami, su familia tuvo que viajar a España, pues sus abuelos paternos eran emigrantes españoles.

“Habían sido españoles miserables que llegaron a Cuba huyendo del régimen del general Francisco Franco”, quien provocó una guerra civil durante la Guerra Civil entre 1936 y 1939. “Luego de asentarse en la isla se casaron con cubanas”. En 1963 los López Vigil tuvieron que regresar a España, ya que nuevamente eran perseguidos por la sombra del régimen, pero esta vez por la revolución cubana, liderada por Fidel Castro.

“Mi padre siendo periodista comenzó a ser presionado, y expropiado sin tener grandes propiedades. Todo se debía a que su ideología era muy católica, y la revolución cubana era muy anticlerical. El exilio marcó a nuestra familia, incluso la de Nivio, a pesar que tenía apenas cuatro años”, dice 54 años después del exilio la periodista y escritora de cuentos María López Vigil.

La tribu López Vigil

Nivio López Vigil es un reconocido ilustrador de cuentos que lleva más de cuatro décadas luchando con su nombre. Relata que su padre “aprovechó el último acierto para perpetuar su nombre”, sin embargo afirma que él no cometerá ese error. “Esa genealogía acaba conmigo”, dice entre risas

“Llega un tiempo donde uno se pelea toda la juventud con su nombre y al final lo acepta, en mi caso sirve, pues parece un seudónimo, pero antes de tener a mis hijos no estaba reconciliado con mi nombre”, expresa este hombre de 56 años. Al hablar de su familia, su voz se entrecorta, y es que la tribu López Vigil —a como ellos suelen llamarse—, ya perdió al primer integrante.

“María Lourdes era mayor de la tribu, y su partida nos movió el núcleo bien estructurado que habíamos consolidado, ya que nuestras vidas están atadas, no con hilo sino con cuerdas”, dice el ilustrador de cuentos.

Añade que todos son muy apegados, ya que a pesar que María vive en Nicaragua, Nivio en Madrid, y José Ignacio en Ecuador —después de vivir en mil sitios—, a todos los atan lazos muy potentes. “Siempre hemos trabajado juntos, pese a la distancia los tres hemos sido inseparables”, expresa López Vigil.

En las garras del Popol Vuh

Nivio ha vivido casi toda su vida en Madrid, pero afirma que América, y sobre todo Mesoamérica lo ha atrapado desde su juventud.

Su primer contacto con la cultura prehispánica fue cuando estudiaba la carrera de Arte en 1974, después decide estudiar Arqueología en 1977. “De alguna forma quería enfocar esos colores en mi arte, y esas cuerdas las tenía bien definidas con América Latina. Me fascinaba ese mundo”, dice el ilustrador de cuentos.

Comenta que caen en las garras del Popol Vuh muy pronto, “debido a la fascinación, la imaginación y la exuberancia típica de estas tierras”. “El Güegüense lo conozco a través de María, y por casi una obligación moral y ética, todos debemos sacar adelante los valores y conocer nuestro pasado”, expresa López Vigil.

Nivio López Vigil.  la prensa/Cortesía.

Ya han pasado 20 años desde la publicación de la obra Un güegüe me contó . Este libro es el fruto del primer viaje a Nicaragua, donde Nivio López Vigil cree haber captado la imagen y el color de la cultura e historia nicaragüense.

“Quienes lo leen, y lo ven desde su infancia lo identifican como suyo. La complicidad del texto junto a la ilustración lo han convertido en uno de los libros más leídos entre los niños”, refiere el ilustrador.

Luego siguieron otras cuentos como Historia del muy bandido, igualado, rebelde, astuto, pícaro y siempre bailador Güegüense, obra que fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco; La balanza de don Nicolás Sandoval, y el último cuento que presentará en conjunto con su hermana la periodista María será La lechera y el carbonero.

Nicaragua un país de contraste

Nivio López Vigil pisa tierra pinolera en 1987 en plena guerra civil, 13 años después de su primera visita afirma que Nicaragua sigue siendo la misma nación antiestética, donde la pobreza contrasta con la opulencia.

¿Cuándo fue su primer contacto con Nicaragua?

¿Qué le pareció el país?

La idea que tuvieron para sumergirnos en este mundo tan chocante —en comparación con el primer mundo— fue llevarnos a la Costa Atlántica, a Puerto Cabezas. Fue el rector de la Universidad Centroamericana, el padre César Jerez, quien nos ayuda a venir a Nicaragua.

Mis recuerdos de la Costa Atlántica son casi como una especie de película, ya que para poder salir de allí nos tuvieron que llevar en un avión militar. Íbamos colgados de una cuerda como paracaidistas, y era la primera vez que me veía en semejante situación.

En Puerto Cabezas me la pasaba comiendo tortuga y en una situación toda medio aparatosa, pintando un mural para la autonomía miskita, el cual creo, ya debe estar en el fondo del océano.

Quien me mandó a pintarlo fue Galio Gurdián, director en ese entonces del Centro de Investigación de la Costa Atlántica. Al padre Jerez fue a quien se le ocurrió que podía pintar el mural. Pero como todo en los ochenta, no habían pinturas, ni materiales, incluso ni muro para pintar.

Un panorama doloroso

¿Por qué venir a un país en plena guerra?

Estuvimos como mes y medio, pero luego regresamos a Madrid. Dejamos a Nicaragua en medio de una guerra, en pleno ataque, pero además intentando crear otro mundo, ésa era la sensación o la impresión que causaba en medio occidente.

Nicaragua era como una fascinación para los occidentales en el primer mundo Nicaragua era una lucecita que todos querían seguir. Provocaba un enamoramiento, por eso acabé pintando un mural en Puerto Cabezas.

Ahora regreso de nuevo, es otra Nicaragua en otro sentido. Hay más carros corriendo por la calles de Managua, y en aquel tiempo ni semáforos habían. Veo de pronto vehículos muy lujosos, pero sigo viendo el mismo contraste estético y social que resulta una realidad muy dura.

Más que la pobreza, es la desigualdad que es ofensivo, por lo menos a mis ojos. Sigo viendo con unos parámetros estético y la ética, que dan como resultado un panorama doloroso. Antes había más la sensación de crear el mundo, y creo que ahora se debe retomar esa idea, pues hay bastantes cosas por hacer.

400 años de El Quijote

—¿Su trabajo es muy valorado en España?

Además tuve el honor de presentarlo ante la Sociedad Cervantina, en la Calle de Atocha donde se imprimió por primera vez en 1606 la primera edición de El Quijote, en la imprenta Juan de la Cuesta. Fue muy emocionante presentar ese libro que es un Dios para el idioma castellano.

Yo hablé con el idioma que puedo hablar, con las imágenes, y sólo ese año se imprimieron más de 250 mil ejemplares de El Quijote para niños.

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—¿Hay que saber ilustrar para un niño?

Además, al niño se le llega más rápido con la imagen, ya que de esa manera aprende sobre su mundo, todavía no conoce el proceso de intelectualizar, y entonces lo hace un producto más perfecto. Son palabras, nada más que reflejadas en esas imágenes. En mi caso, siempre que siento y pienso las imágenes, lo hago pensando en lo que el niño va a recibir.

Un tal Jesús

Los López Vigil se consideran una familia tradicional católica, “por cultura sí, no con una formación obsesiva religiosa”. El ilustrador opina que la intelectualidad vuelve más descreída a la religión, ya que se pone en el pensamiento crítico.

“No podemos obviar que detrás de todo lo cultural siempre hay algo religioso, pero insisto que debemos abandonar es el fanatismo primario pues no es algo razonable”, dice Nivio López Vigil.

Un tal Jesús, es la producción radiofónica que realizaron los hermanos López Vigil, donde Nivio fue el crítico de los más de 70 capítulos.

“Eran clips de los evangelios pero realizados con humor y lenguaje cotidiano. Entregamos una visión humana de aquél que con su prédica y palabra anunció la buena nueva contra las injusticias y los poderes establecidos”, recuerda la periodista María López Vigil.

Añade que en la producción trabajaron cubanos, argentinos, y españoles, pero querían que la voz de Jesús fuera interpretada por el cantaautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy, quien se encontraba muy de moda en la madre patria.

Un tal Jesús se ha editado en España y El Salvador; también ha sido traducido al inglés en Filipinas así como en portugués y chino.

El ilustrador de cuentos para niños Nivio López Vigil comenta sobre la magia y el color de las figuras en su último libro el Popol Vuh. 20 años después de su primera visita a Nicaragua, lamenta que sigue siendo un país de contraste, donde la pobreza extrema se mezcla con la opulencia.

La Prensa Literaria

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