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Raúl Orozco. LA PRENSA/ C.MALESPÍN.

Polvo de estrellas

Por Raúl Orozco Polvo de estrellas Me esfuerzo por hacer duradero tu nombre que es mi nombre, mientras recuerdo que nos has muerto porque te recuerdo, bañando al niño que era yo y que tal vez sigo siendo; dando lustre con devoción a sus zapatos mínimos y blancos; diciéndome palabras que no comprendía del todo; […]

Por Raúl Orozco

Polvo de estrellas

Me esfuerzo por hacer duradero tu nombre

que es mi nombre, mientras recuerdo

que nos has muerto porque te recuerdo,

bañando al niño que era yo

y que tal vez sigo siendo; dando lustre

con devoción a sus zapatos mínimos

y blancos; diciéndome palabras

que no comprendía del todo; pero,

claramente seguro, importantes.

Íbamos sobre los cementos del antiguo

Malecón de Managua de Nicaragua

o sobre el palafito muelle del lago de

Managua de Nicaragua como viejos

amigos, hasta el íngrimo Copacabana

de la tarde provinciana.

Alguien innominado ahora me dijo

a quemarropa que habías muerto

y en mi cuerpo secreto se abrió

un oscuro hueco de nada nunca más.

Hoy, con tanta agua pasada debajo del puente

Ilusorio de la vida vivida, sin la vergüenza

de la debilidad, puedo decirte, sin miedo,

que lloré; que hay una memoria de tu figura

silbando Polvo de estrellas, esa Star doss

que te gustaba tanto. Estrellas para invocar

sonidos bellos como silencio.

También le silbo ahora. La he silbado

en tardes doradas y noches silenciosas,

como si fuese ave nocturna que fuera

todas las aves nocturnas; con el mismo “tempo”,

con idéntico gusto y cerrados los ojos

como los cerrabas, antes de cerrarlos.

Ahora mi música es otra. Pero música al fin,

con la que invoco tu nombre que es mi nombre,

mientras veo caer polvo cósmico de estrellas. Febrero 2007

Lada 20

Puedo querer los carros más lindos esta noche.

Expresar por ejemplo: “aquí no pasa nada,

y se alejan, veloces, los autos a los lejos”.

El bus de aquella ruta gira en la calle y zarpa.

Puedo querer los carros más lindos esta noche.

Yo tuve uno, y a veces también me lo prestaban.

En las noches como ésta choferié con mis manos.

¡Cómo no haber pulido sus grandes bumpers fijos!

Puedo querer los carros más lindos esta noche.

Pensar que no los tengo. Sentir el recorrido.

La caminada inmensa, más inmensa sin LADA

y el taxi cae al piche como carne al colmillo.

¡Qué importa que mi sueldo no pueda comprarlo:

Managua está alargada y el LADA no está conmigo.

Eso es todo. A los lejos taxis pasan. A lo lejos.

Mis botas no se contentan con el ride que he pedido.

Como para comprarlo en mi bolsillo rebusco,

algunos pesos busco, pero no he adquirido.

En la misma calle veo pasar los mismos carros.

Nosotros los peatones, no tenemos un cinco.

Ya no manejo, es cierto. Pero cuánto manejo:

Mi pie buscaba el freno para oír el chirrido.

De otro. Será de otro. Como antes de mí sus ruedas,

el motor, su capó claro, sus faros pequeñitos.

Ya no lo tengo, es cierto, pero tal vez lo tenga.

Es tan caro el motor y es tan largo el camino.

Porque en noches como éstas ya parezco un camello,

El LADA necesito aunque sea jodido.

Aunque MITRAB me diga que para mí ya no alcanza

y ésta sea, la última solicitud que yo le escribo.

( Esta parodia poética, inédita y única en su género de humor, el poeta Raúl Orozco la firmó como “Pedro Ñurinda” )

La Prensa Literaria

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