Enrique Langrand
Fue dicha
Siempre que tocaban a la puerta y abría
pedían disculpas porque no era a mí al que buscaban
si conversaban era para preguntar por alguien del barrio.
Cuando sonaba el teléfono y respondía
me decían lo siento es número equivocado
o simplemente al escuchar mi voz colgaban.
En la calle cuando salía y me saludaban
se acercaban para decirme ¡qué pena!
excúseme, lo confundí con otra persona.
De la niñez tengo pocos recuerdos
si alguna vez tuve una, fue pobre y solitaria
si poseí juguetes fueron hechos de sombras con mis manos.
De compañeros no hay memoria, y si me visitaban
invariablemente era mi amigo imaginario.
Desde pequeño tuve apetito y hambre
enfermedades pasajeras y algunas graves
temores, desencantos, laceraciones y golpes
que ayudaban a hacer callos en la infancia.
Mi adolescencia fue fugaz y desapercibida
con la nostalgia implorando al vacío
desperdiciando los momentos íntimos y tristes
que quizás eran los que alimentaban el alma.
El tiempo se fue agrietando junto a mi semblante
por la negligencia y la trágica condición humana
oscilando entre el caos y el orden, la luz y las tinieblas
el péndulo de mis convicciones se fue desvaneciendo
atribulado por ver la sociedad que se desintegra.
Ahora ya viejo, en los estertores de los años finales
con mi infierno y sus demonios desatados
espero a que la muerte improvise y se adelante.
Si pregunta por mí
Si por esos caprichos del destino
una de esas tardes calurosas
la encuentras y pregunta por mí
sin comprometerte respóndele
que desde su abandono y sin sus caricias
el tiempo agrietó mi semblante
el aire resecó mis pulmones
y la espera destruyó mis poemas.
Dile que las páginas del diario sentimental
no se doblan ni se guardan
sino que se arrancan
y las del capítulo de su amor
se botaron en la papelera del olvido.
No le cuentes que todavía le escribo
que cobijado con el suave manto
de sus recuerdos, mi trova fluye
y que aún muriéndome por dentro
inspira versos y sigue siendo mi numen.
Si presiona y te dice: ¿lo has visto?
explícale que su ausencia me redujo
a una elegía olvidada y enferma.
Que junto con ella se marcharon todos
que no llego a las rondas bohemias
y desde su partida no visito a nadie
que me he vuelto anacoreta.
Si te expresa:… ¡anoche pensé en el poeta!
coméntale que desde que se fue he muerto
y traza en la tierra una cruz de polvo y silencio.
Entonces… a lo mejor me extrañe
y me busque con el pensamiento
en la forma amorfa de una nube
y yo… a lo mejor la olvide.
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