Jaime Buitrago
Autorretrato
Ya no leo
y apenas escribo.
Al respirar,
mis pulmones silban
como llenos de carrizos;
si el brazo alzo
señalando una nube,
El hombro truena
como un mástil roto.
Una bandada que no veo
me azota con sus alas;
Un abismo sin fondo
me hala de los pies.
La mirada plana
recorre el horizonte,
No más arriba
ni más abajo.
No es posible
No es posible
que ayer
sea el futuro,
ni la esperanza
un hecho consumado,
ni un clásico en mármol redivivo
la señal que veo en lontananza.
Como un torero sin capote
me hinco ante un toro de agua.
Es otro el ruido que suena
en mis oídos,
es otra la sangre
que brilla en la plaza.
No esquivo por eso el compromiso,
es por falta del destino que no alcanza
y esta arruga que cruza por mi frente
y esta lágrima que llora mi llanto,
y este canto.
Sueños perdidos
A veces creo que todo se ha perdido,
que los sueños quedaron allá lejos.
Que habrá que comenzar de nuevo
la construcción de la torre y reparar
del puente los tramos caídos,
y filtrar toda el agua con la tela de araña
y lavar todo el aire con los gritos de un grillo,
para que no arrastre el hombre cansado
su sombra como un trapo raído,
ni se sienta jamás en el pecho
el perfume de un hueco vacío.
A nadie digo que estoy triste
Camino por calles
que no me llevan a ti
siempre voy a lugares
donde no te encuentras.
Me acerco a los recuerdos
que se escapan de mí
y nunca completaré
el rompecabezas
porque falta la pieza que perdí.
A nadie le cuento
que estoy triste.
y que tu imagen, irremediable
se aleja como el sol en el ocaso
se oculta tras el mar.
La alegría, asustada
se esconde de mí.
Y la esperanza, cansada
recuesta su cabeza
en el amparo vacío
de mi soledad.
Cuando el mar
Cuando el mar se haya tragado la Peña del Tigre
y se pueda bucear en las ruinas de Poneloya,
porque hará décadas se habrá derretido el Océano Ártico.
Cuando el tiempo se haya vuelto loco
y los muchachos monten
las mejores olas en Groenlandia.
Cuando las lluvias sean más intensas
y toda la cordillera de los Maribios se haya derrumbado.
Cuando el lago Cocibolca sea uno con el Xolotlán,
y el istmo de Rivas deje entrar al Pacífico hasta
mojarle los pies al volcán Maderas y al Concepción.
Y León y Chinandega sean un enorme pantano
que se escurre lento por el Estero Real hecho golfo
hasta el golfo de Fonseca hecho mar.
Y Panamá no exista y pase libre como antes
El Niño hasta el Atlántico.
Cuando las sequías duren años
y no haya una rama más que quemar,
ni el rocío tenga por las mañanas
una brizna de hierba donde brillar.
Cuando el calor sea insoportable
y no haya animal con pelos
ni musgo sobre las piedras peladas.
Y el coral decolorado, muerto, y desaparezca el arrecife;
y las corrientes marinas cambien su rumbo.
Cuando los pájaros mueran en vuelo
y las Monarca desaparezcan succionadas por el ojo del huracán.
Cuando las manadas migratorias pierdan la sincronía
y las lagunas hiervan hasta secarse en sus cráteres,
te seguiré amando.
Mi ciudad
En cualquier calle de León
se encuentra un poeta,
una pintora o un esteta.
Cada dos o tres cuadras
se alza imponente una iglesia,
y hay soberbias cantinas.
Abunda en recuerdos
de héroes y mártires
y de batallas sangrientas,
y más de un espectro cavila
sentado en la banca de un parque.
Como si la bandera patria fuera
en el celaje de la tarde
cuelga una hamaca
donde silente se mece tranquilo
un pedazo de mi alma.
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