Por Daisy Zamora
Contemplo los ciruelos:
llamas liláceas, antorchas en las calles.
Belleza efímera
y frágil
como el totí alirrojo
que cruza el Lago Norte.
A LA INCIERTA LUZ
A la incierta luz de este octubre lluvioso
compartimos el desayuno cotidiano.
Un escándalo de heliotropos y jazmines
alborota de aromas el verdor del jardín.
En el aire húmedo flota el pregón
del vendedor de leche agria.
Nuestra plática carece de importancia,
pero atesoro cada palabra tuya.
El tiempo se nos acaba, madre,
pronto se nos acaba.
SEXTO CUMPLEAÑOS
A Jorge Dionisio
Cuando cruzaste el umbral
de tus seis años
llegaron a buscarte:
un zorrillo y un mago
dos conejos bandidos,
un puercoespín, un dragón
y varios dinosaurios.
En su afán por aplazar la despedida
querían entregarte:
una pócima
un tesoro
una flor mágica.
Pero el intento fue inútil.
Ya no era posible retenerte.
Ansioso por crecer, saliste hacia la vida
y ellos no pudieron darte alcance.
Y lloran, indefensos, porque pronto sabrás
que nunca hubo tal mago,
ni puercoespín, ni conejos, ni dragón.
Que sólo eran guijarros, bolitas de colores, caracoles
conchas del mar, botones viejos.
LA SOBRECAMA
Ya no da para más la sobrecama.
La remiendo, y se rompe,
y la vuelvo a zurcir,
y se rompe otra vez
lo remendado.
Igual fue aquel amor
que no dio para más
tanto remiendo.
FUGAZ
Fugaz
como el hilo de luz
que al cruzar la noche
traza una estrella
pasó mi vida.
NICARAGUA
Esta llaga abierta en mi costado
tiene un nombre que no debo decir.
Si lo olvidara, mi herida sanaría,
y por eso lo callo.
Pero dormida, en sueños
—sin quererlo—
a veces lo pronuncio.
LA MUCHACHA EBRIA
Sale de la licorería.
El cielo nublado y pálido
como su rostro
(nubes negras en el horizonte gris)
restos de belleza en ella
como ruinas
esta joven,
ojos huecos en el vacío
cruza la Avenida Diecinueve
en el aire de la mañana
aferrada a su bolsa de papel kraft
que encierra un mundo
donde se hunde
se eclipsa
como luna en la noche más oscura.
A la memoria de salvador cardenal
Callada entró tu muerte por el ciberespacio.
Agazapada en la pantalla negra
desde muy de mañana que salí al trabajo
y una lluvia delgada
rozaba con sus dedos de agua
la ciudad.
¿Cómo podía saberlo, cuando volví a la casa,
que Ella estaba emboscada allí desde temprano
y me asaltó en cuanto encendí el computador?
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