Por Francisco De Asís Hernández
Si generosa, adorable y arrogante me quitaras la vida
y me devolvieras un sueño,
mis pájaros ciegos no chocarían contra las ventanas.
Si tuviera el derecho de permanecer en silencio,
si pudiera leerme impecable, sin mentiras,
el aliento que me queda no sería una cebolla negra.
Somos una generación de desgraciados
tratando de sobrevivir en una época difícil para una gente tan pequeña
que no sabe dejar su basura atrás.
No hay equilibrios en la vida después del diluvio,
nada nos llega justo cuando queremos
y siempre queremos la sombra de otro sitio.
El origen de mi fantasía se basa en una pezuña de dragón
tallada en piedra y perdida en un dique de hielo,
con alucinaciones de mi instinto primitivo,
con aludes de hielo y barro
mientras el amor fingido y la corriente
me jalan hacia la otra orilla que se desmorona
y desaparecen los afiches del mar con palmeras y canoas frágiles
y vuelve a aparecer una vida que se da a batazos
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