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Poster de la película ciudadano kane. LA PRENSA/CORTESÍA.

Las 100 películas imprescindibles

Aunque la encuesta fue planteada desde una perspectiva subjetiva (pedirles a todos nombrar las 10 películas que más los han marcado), en vista de las controversias que ha desatado por sus inmensas lagunas, cabe preguntarse si es posible elaborar con cierto grado de objetividad, listas de mejores obras en cualquier rama de las artes. La gran mayoría de las personas piensan que no, alegando que toda selección es subjetiva y que una lista vale tanto como cualquier otra.

Por Franklin Caldera

La selección de 100 películas imprescindibles recién publicadas en la Revista Semanal del diario El País (España), es el resultado de una encuesta entre cien profesionales del cine hispanoamericano (en su mayoría españoles). Participaron personalidades destacadas como los realizadores Almodóvar, Fernando Trueba, Ripstein y Santiago Segura (que incluyó tres de sus propios filmes); y actores como Ana Belén, Maribel Verdú y Gael García Bernal.

Aunque la encuesta fue planteada desde una perspectiva subjetiva (pedirles a todos nombrar las 10 películas que más los han marcado), en vista de las controversias que ha desatado por sus inmensas lagunas, cabe preguntarse si es posible elaborar con cierto grado de objetividad, listas de mejores obras en cualquier rama de las artes. La gran mayoría de las personas piensan que no, alegando que toda selección es subjetiva y que una lista vale tanto como cualquier otra.

A finales de la década de 1980, la Biblioteca del Congreso de EE.UU. formó una junta de expertos para seleccionar 25 filmes estadounidenses con el propósito de financiar su preservación (la selección resultó inobjetable, con muchos de los filmes incluidos en la lista de El País: Lo que el viento se llevó , El ciudadano Kane , Casablanca , El ocaso de una vida , Cantando en la lluvia, Vértigo , etc.). Si todas las listas tuviesen el mismo valor, habría bastado con pedirle su opinión al primero que pasara por la calle.

Las discusiones sobre “objetividad/subjetividad” se remontan a los filósofos griegos. Los sofistas consideraban que las cosas únicamente se pueden evaluar de acuerdo con las medidas individuales de cada persona, negando así la posibilidad de llegar al conocimiento de la verdad (cuya máxima expresión sería Dios).

Sócrates se opuso a esta línea de pensamiento, considerando al hombre como “sujeto de un orden moral objetivo”, oponiendo a lo que los sofistas consideraban opiniones, la idea de los conceptos, para llegar a los cuales, el ser pensante debe basarse en sus experiencias, sus conocimientos y su propio razonamiento.

Una lista como la publicada por El País exigiría, para lograr cierta objetividad con respecto al carácter “imprescindible” de los filmes seleccionados, que los participantes tuviesen una perspectiva histórica del séptimo arte, fundamentada en una experiencia como espectadores realmente abarcadora, complementada por concepciones teóricas.

Gong Li  en Adiós a mi concubina (1992; China) de Chen Kaige. LA PRENSA/CORTESÍA.

Pero como lo demostró la encuesta promovida por el Instituto Estadounidense de Cine (AFI) en 1996, con el mismo propósito (en ambas listas predominan los filmes producidos en las décadas de 1950 y 1960), los profesionales del cine no tienen necesariamente esa perspectiva histórica. Con frecuencia no la necesitan, aunque las últimas décadas han visto surgir directores-cinéfilos como Truffaut, Godard, Scorsese, Tarantino o los hermanos Trueba, verdaderas enciclopedias ambulantes.

La lista de El País refleja un desconocimiento casi total de las grandes obras maestras del período silente. La importancia de El Padrino (1972) de Coppola es innegable, pero es imperdonable ponerla a la cabeza de una lista que ignora a D.W. Griffith.

Con su monumental Intolerancia (1916), Griffith pasó en limpio todas las técnicas cinematográficas utilizadas hasta la fecha, principalmente el montaje paralelo para entrelazar cuatro hilos narrativos (entre los encuestados, únicamente el joven actor argentino Leonardo Sbaraglia la incluyó en su selección). Según Orson Welles: “Ningún arte le debe tanto a un solo hombre, como el cine a Griffith”.

Esa deuda fue reconocida por Sergei Eisenstein (“A Griffith se lo debo todo”), realizador de la segunda gran película de todos los tiempos, El acorazado Potemkim, apoteosis de la narración a base de imágenes de gran impacto dramático (con planos enfáticos), que prefiguró el montaje vertiginoso que se utiliza en la actualidad ( Fight Club , El señor de los anillos, El caballero de la noche ). Inexplicablemente, Eisenstein ocupa el trigésimo lugar en la lista y es el único representante de los realizadores soviéticos del período silente.

Orson Welles rescató para el cine hablado el papel protagónico de la cámara, aprovechando las lecciones del montaje paralelo, los planos enfáticos y la composición excéntrica del expresionismo alemán, cuyo máximo exponente, Fritz Lang (Metrópolis, 1927), brilla por su ausencia en la lista de marras. Es indiscutible el tercer lugar que ocupa El ciudadano Kane (1942) de Welles, aunque resulta extrañísimo verla precedida por El apartamento (1960) de Billy Wilder.

El patriotismo es algo que se comprende, pero, ¿tres filmes de Berlanga y tres de Almodóvar (sin incluir Mujeres al borde de un ataque de nervios ) en una lista que incluye únicamente dos filmes de Visconti (Rocco y sus hermanos y El gatopardo ), Kurosawa ( Rashomon y Los siete samurai ) y Kubrick (2001 Odisea del espacio y La naranja mecánica ); y sólo uno de DeSica ( Ladrón de bicicletas ), Lean ( Lawrence de Arabia ), Truffaut ( Los 400 golpes ) y Godard ( Sin aliento )?

Surgida en tierra de cinéfilos, la lista tiene cosas valiosas que pueden servir de guía a jóvenes dispuestos a adentrarse en los laberintos de la historia del cine. La selección de películas de John Ford (seis en total, de La diligencia a El hombre que mató a Liberty Valance ) es perfecta.

Bien representados están, con cuatro cada uno, Chaplin (quedó fuera su filme ideológicamente más complejo, Monsieur Verdoux ), Hitchcock, Buñuel, Fellini y Bergman . Y si bien, son (casi) todas las películas que están ( La quimera del oro, Psicosis, Los olvidados, Ocho y medio, Persona …), no están todas las que son.

Pather Panchali,  primera parte de la Trilogía de Apú (1956-59; India) de Syatajit Ray.

Entre los ausentes más notables se cuentan cuatro realizadores de inclusión obligada en cualquier visión de la historia del cine a escala internacional: el indio Satyajit Ray ( La trilogía de Apú , 1956-59), el iraní Abbas Kiarostami (la trilogía de Quoquer , 1989-94), el chino Chen Kaige ( Adiós a mi concubina ; 1992) y el japonés Takeshi Kitano ( Flores de fuego , 1997).

Las listas surgidas de encuestas son aleatorias. El apartamento obtuvo el segundo lugar, debido a que aparece en muchas de las listas individuales, pero ninguno de los encuestados considera que es la segunda mejor película de todos los tiempos. Muchas veces los participantes piensan que las grandes obras maestras serán indudablemente seleccionadas por otros encuestados y deciden reemplazarlas por películas menores de su preferencia personal. Esto explica por qué La fiesta inolvidable (titulada El guateque en España ) de Blake Edwards, comparte honores con El espíritu de la colmena de Víctor Erice o Taxi Driver de Scorsese.

También refleja la lista que nos ocupa, el desconocimiento que tienen los españoles del cine hispanoamericano, reflejado en la omisión de los grandes filmes de Emilio “indio” Fernández (de la época de oro del cine mexicano): María Candelaria, Enamorada y Río escondido , con sendas protagonistas de distinta condición social, como las tres Lucías del cubano Humberto Solás en su monumental Lucía (también ausente).

Todo crítico tiene sus películas favoritas, incluso sus placeres culposos. Pero la honestidad en el oficio de cinéfilo (cinefilia es pasión más erudición) lo obliga a aprender a distinguir entre su gusto personal y una visión más objetivo de la historia del cine: ese “flujo perenne” en el cual el tiempo es el selector inapelable, desechando e incorporando nombres, mientras ciertos títulos van consolidando su reputación de imprescindibles.

 

La Prensa Literaria

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