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Jean-Claude Brialy y Bernadette Lafont en El bello Sergio (1958) de Chabrol. LA PRENSA/CORTESÍA.

Pionero de la Nueva Ola francesa

Más que precursor, como se ha dicho equivocadamente, Claude Chabrol (fallecido el 12 de septiembre pasado a los 80 años de edad, en París, su ciudad natal) fue el primer cineasta oficial de la Nouvelle Vague (Nueva Ola), un movimiento que dividió el cine de la segunda mitad del siglo XX en un antes y un después

Franklin Caldera

La Nouvelle Vague arranca con El bello Sergio (1958) de Chabrol, por ser el primer filme dirigido por uno de los críticos de la revista Cahiers du Cinéma . Anteriormente, directores como Louis Malle ( Los amantes ) y Roger Vadim (Et Dieu… créa la femme) habían echado los cimientos del nuevo cine. El bello Sergio introdujo el tema, recurrente en la obra del director, de la víctima y su verdugo.

El filme definitorio de Chabrol fue Los primos (1959; Oso de Oro en el Festival de Berlín), coprotagonizado por los actores de su filme anterior, Jean-Claude Brialy y Gérard Blain (aclamado como el James Dean francés). Este filme, una relectura con múltiples interpretaciones de la fábula del ratón de campo y el de ciudad, marcó la primera intervención de Stéphane Audran en un filme de Chabrol. Estuvieron casados de 1964 a 1980.

Las raíces del movimiento estaban en la revista Cahiers du Cinéma , cofundada por el crítico André Bazin, mentor de los críticos que publicaban en ella (Truffaut, Godard, Chabrol, Rohmer, Rivette). En poco tiempo todos ellos se lanzaron al campo de la realización cinematográfica al margen de la gran industria. La primera esposa de Chabrol, Agnés Goute, ayudó a financiar sus primeras películas.

La esencia teórica del movimiento está en los términos “cámara estilográfica” (la cámara de cine conceptuada como instrumento de creación artística similar a una pluma) y la “política de los autores”, que proponía al director (realizador) como el “autor” de la obra cinematográfica.

Además de los grandes maestros del cine mudo, los “jóvenes turcos” (como llegaron a ser conocidos los cahieristas por su actitud desafiante ante el status quo) proclamaron como “creadores” de cine, entre otros, a Renoir, Clair, John Ford, Hitchcock, Welles y Rossellini, y a realizadores menores (Fuller, Tourneur, Negulesco, Jopseph H. Lewis) con evidente estilo personal.
Gérard Blain y Stéphane Audran  en Los primos (1959).  LA PRENSA/CORTESÍA.

Guillermo Cabrera Infante llamó, desde las páginas de Carteles , el siguiente filme de Chabrol, A doble vuelta (con Jean-Paul Belmondo), “una de las películas más hermosas, más perfectas y más heladas que haya producido el cine francés”. Este filme consolidó la influencia de Hitchcock en Chabrol (y en otros directores surgidos de los cahiers), que marcaría toda su obra.

Stéphane Audran protagonizó los dos mejores filmes hitchcockneanos de Chabrol: La mujer infiel (1968) y El carnicero (1969), generadores de acaloradas polémicas entre cinéfilos nicaragüenses en torno a los posibles significados de sus respectivos desenlaces ambiguos. También coprotagonizó con Jacqueline Sassard y Jean-Louis Tritingnant, uno de los filmes más famosos de su marido, Les biches ( Las ciervas , 1968), que introduce el tema del lesbianismo como elemento de una trama sobre conflictos humanos.

Excelente narrador, Chabrol nunca alcanzó el vanguardismo de Alain Resnais (El año pasado en Marienbad) ni la inagotable energía creativa de Godard ( Sin aliento ). Sus películas, estudios sobre el caos oculto bajo las estrictas normas de conducta de la burguesía francesa, resultan distantes con una cámara al servicio de la trama, como en el cine tradicional.

Con la película Violette Noziére (1978), la actriz Isabelle Huppert sustituyó a Stéphane Audran como la protagonista favorita del director. Basada en el hecho real de una joven que asesinó a sus padres, la película se inscribe dentro del cine posterior a la Nouvelle Vague (con nuevos directores como Claude Sautet, Bernard Tavernier, Alain Cavalier, Patrice Leconte y André Téchine), más centrado en el desarrollo de la historia que en la exploración de las posibilidades del cine como lenguaje, que caracterizó al movimiento en sus primeros años.

Chabrol  el gran director.
LA PRENSA/Cortesía.
Más que en Francia, los verdaderos continuadores de la Nouvelle Vague se encuentran regados por el mundo: Jim Jarmusch, Spike Lee y Quentin Tarantino, del cine independiente de Estados Unidos; los hermanos Trueba y Almodóvar en España; la mexicana María Novaro; el iraní Abbas Kiarostami; el japonés Takeshi Kitano, entre muchos otros.

La Huppert afianzó su imagen de mujer fría y misteriosa (al estilo de la Garbo y la Deneuve), siempre bajo las órdenes de Chabrol, en: Un asunto de mujeres (1988), Madame Bovary (1991), La ceremonia (1995), No va más (1997; Concha de oro en el Festival de San Sebastián), Gracias por el chocolate (2001) y Borrachera de poder (2006), sobre la investigación de un grupo empresarial por malversación de fondos. En todos estos filmes, la protagonista femenina desempeña un rol dominante.

A propósito del término “chabrolísimo”, aplicado al filme A doble vuelta , Cabrera Infante (en la edición de Revolución del 14 de diciembre de 1959) nos dio la mejor definición de Chabrol como realizador: “Buen gusto, ritmo y ojo para el cine”.

La Prensa Literaria

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